Seguimos impactados por los
atentados yihadistas que han tenido lugar la semana pasada en Francia y
Alemania. Nadie duda del peligro potencial que existe para la seguridad en
Europa y en el mundo.
De forma paralela a las condenas de estos crueles atentados, se habla
mucho de la libertad de expresión, entendida como que cada cual pueda decir lo
que crea conveniente. Pero esta libertad de expresión normalmente es matizada
según el poder político de cada lugar. Por ejemplo, mientras los presidentes
que se unieron a manifestación del pasado domingo en París defendieron la
libertad de expresión, en muchos de sus países no se puede defender pública y
civilizadamente, posiciones contrarias a la ideología de género.
La libertad sólo puede ser consecuencia de la Verdad. Sin verdad, toda libertad es simple
apariencia, sustentada por una ideología. La Verdad nos lleva a
comprender al prójimo y a aceptarlo con caridad. Nunca rechaza, denigra o se
mofa de la condición humana de nadie.
La verdadera libertad reconoce que toda mofa al prójimo es una mofa a nosotros
mismos, ya que los seres humanos compartimos la misma naturaleza. La
Verdad señala los errores, pero lo hace con caridad. No busca la risa soberbia
de quien cree tener derecho a vasallaje sobre los demás. La libertad, por lo tanto, se mostraría
cuando trabajásemos para curar las heridas y los errores de quienes actúan de
forma inadecuada con sí mismos y con los demás. Nunca se es libre cuando
se satiriza y se humilla a nadie. Todo lo contrario, se es más esclavo que
nunca de la prepotencia y la soberbia.
Uno de los dibujantes de Charlie Hebdo, que afortunadamente no estaba en
ese momento en la redacción, nos muestra la tremenda herida que lleva en su
interior. Es el caricaturista holandés Bernard Willem Holtrop, de 73 años, no
de los fundadores de la revista. Willem indica en unas declaraciones: "Tenemos
muchos nuevos amigos: el Papa, la reina Isabel II, Putin... Tengo que reírme.
Marine Le Pen seguro que estaba encantada cuando supo que había islamistas
disparando". "Vomitamos sobre toda esta gente que ahora dice
que son nuestros amigos”
Willen demuestra dolor y repulsa por las personas que se ha solidarizado
con ellos y han evidenciado que les duele el mal causado. No dudo que este dibujante pueda dudar de las
intenciones reales de tantas fotos de políticos diversos, pero una cosa es ver
en ello los mismos egoísmos que todos llevamos dentro y otra es despreciar un
gesto de bondad. Cada uno de nosotros reconoce en los demás aquello que
llevamos dentro. El hecho de hacer un medio de vida la crítica despiadada y
satírica, evidencia uno serio problema interior.
¿Qué lleva a los terroristas a producir una masacre tan ilógica? El
dolor de sentirse denigrados por estos dibujantes. Dolor. ¿Qué lleva a los
dibujantes a realizar caricaturas hirientes? El odio social que les desborda y
que evidencia el dolor que llevan dentro. Al final, todo este dolor nos muestra
las consecuencias de la cadena del pecado. El pecado que recibe una persona y tras el que se siente legitimada a
herir a otros. La cadena del pecado sólo se cura con santidad. Cristo se
encontró con una situación similar, la narra San Lucas en su Evangelio.
En su tiempo, a Cristo le plantearon una injusticia social que hirió en
el interior a muchos judíos. Pilatos mando matar a un grupo de insurgentes
galileos junto con otras personas, condenadas por otras circunstancias. La
mezcla de sangres, el castigo recibido, les resultaba insufrible. Las personas que hablan a Cristo señalan el
mal que les ha hecho este acto y esperaban que Cristo les dijera que era lícito
actuar contra la violencia de Pilatos con más violencia, pero no fue así.
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el
caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de
sus sacrificios. Él les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron
todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. O creen que las
dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más
culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si
ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". (Lc 13. 1-5)
Si perdemos de vista la cadena de pecado, no comprenderemos este pasaje.
Si la tenemos en cuenta, nos daremos
cuenta que Cristo les ofrece la santidad, la conversión, como única salida al
pecado y el dolor de las injusticias. Si no nos convertimos y
transformamos el mal en bien, seremos esclavos de la cadena del pecado. Cadena que
nos arrastrará al mal a nosotros y a quienes carguemos con los efectos de la
venganza.
En la masacre de la revista Chalie Hebdo
vemos claramente como ha actuado la cadena del pecado y como sigue produciendo
más dolor y odio entre nosotros. Dios es capaz de sacar bien hasta de las
mayores atrocidades. Intentemos ser
vehículos de ese bien que transforma y no nos dejemos llevar por las cómodas
posturas de venganzas justicieras. Venganzas que nos llevarán al vacío y
la esclavitud del pecado.
Néstor
Mora Núñez
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