Entrevistado por Gonzalo Altozano.
«La civilización del amor reconoce a Cristo como Salvador. La cultura de la muerte tiene como príncipe a Satanás», afirmó el presidente de HazteOir.
HazteOir nació en 2001 y desde entonces se ha hecho un hueco importante en la formación de la opinión pública y como animadora de la participación cívica. Gonzalo Altozano entrevistó este sábado en No es bueno que Dios esté solo (Intereconomía TV) a su presidente, Ignacio Arsuaga, quien la definió como una asociación civil "aconfesional", pero "basada en un concepto de hombre y de sociedad que tiene mucho que ver con el humanismo cristiano, en el sentido de que la fuente de la dignidad del hombre es Dios, porque el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios".
EN LA SENDA DEL PADRE VALLET
Por su parte, se confesó como un católico que recibió la fe de sus padres y en el colegio, pero que vivió un proceso de profundización en la fe durante una peregrinación a Czestochowa durante la Jornada Mundial de la Juventud de 1991: "Ahí tomo conciencia de que Jesucristo, la Iglesia y la fe no es solamente un código moral o un hacer el bien a los demás, sino una persona que me ama con locura, quiere mi salvación y me está esperando en el sagrario".
Ni Arsuaga ni HazteOir tienen nada que ver con la asociación El Yunque, afirmó a preguntas de Altozano: "Es un rumor que nació en 2006 y cada vez que sale lo desmiento". Pero sí se proclamó vinculado a los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey fundados por el célebre padre Vallet (Francisco de Paula Vallet, S.I., 1883-1947), en la medida en que pertenece a esa congregacion su director espiritual, el padre Pedro Cura, y en que proclama la grandeza de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, "una de las mayores riquezas que ha dado la Iglesia, que puede beneficiar a cualquier católico, aunque no sea jesuita ni se encuentre cercano a los jesuitas".
NO AVERGONZARSE JAMÁS
"Dios está pendiente de la vida de cada uno de nosotros y de nuestra historia personal", afirmó Arsuaga, "porque quiere que alcancemos el cielo y nos acerquemos a Él, que es la fuente de la felicidad". En ese sentido, la oración para él "no es una cuestión de voluntad o de esfuerzo, sino de ponerse en manos de Dios", y Cristo adquiere una fisonomía precisa: "Es mi Salvador, el Hijo de Dios y quien me abre las puertas del cielo".
Todo esto tiene que traducirse en las actitudes públicas de los católicos: "Tenemos la obligación de ser sal, de iluminar, de cambiar las cosas para bien en nuestro entorno", incluso renunciando "al honor propio, al amor propio, al beneficio propio".
No se trata de hablar de Dios todo el tiempo, aclara, "pero en España se produce el problema contrario: el católico que va a misa todos los domingos, que se identifica con la Iglesia, que está en un partido o en un medio de comunicación o en la sociedad civil... y que cuando tiene oportunidad de hablar de Dios prefiere no hacerlo y parece que se avergüenza y dice que es un asunto de la esfera privada".
UN LAICISMO ASUMIDO POR LOS CREYENTES
Esto se debe a que "la secularización profunda que ha vivido la sociedad europea en las últimas décadas, en los últimos siglos, la hemos asumido también los católicos, y parece que cuando expresamos nuestra fe en público estamos tratando de imponer nuestra fe o ponemos en riesgo la paz social".
"Tenemos la obligación de dar testimonio de Jesucristo en público", recalcó: "Si escondemos nuestro mejor tesoro, que es Jesucristo, no sé qué podemos ofrecer a la sociedad. Hay que defender la verdad frente a lo políticamente correcto".
O, en última instancia, la civilización del amor frente a la cultura de la muerte: "La civilización del amor es el reino de Cristo, la ciudad de Dios de San Agustín, es una sociedad profundamente libre donde se reconoce mayoritariamente que Jesucristo es el Salvador. Frente a ella, la cultura de la muerte, que en última instancia tiene como príncipe máximo a Satanás, y donde priman el odio y el engaño. Es la meditación de las dos banderas de San Ignacio de Loyola", resume regresando a los Ejercicios.
LA VICTORIA FINAL
Veterano ya de muchas batallas, entre otras contra el aborto o contra la equiparación entre el matrimonio y las uniones homosexuales, Arsuaga es optimista: "Los de la cultura de la muerte, los de lo políticamente correcto, los de la dictadura del relativismo, parece que son gigantes y más fuertes, pero dentro de la Iglesia hay muchos santos, hay movimientos que dan frutos, hay medios que defienden el derecho a la vida... hay muchos signos que nos permiten intuir que estamos ganando la batalla".
Carmelo López-Arias / ReL
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