"Los judíos volvieron a coger piedras para
tirárselas, pero Jesús les dijo:
– Por el poder de mi Padre he hecho muchas cosas
buenas delante de vosotros: ¿por cuál de ellas me vais a apedrear?
Los judíos le contestaron:
– No vamos a apedrearte por ninguna cosa buena que
hayas hecho, sino porque tus palabras son una ofensa contra Dios. Tú, que no
eres más que un hombre, te haces Dios a ti mismo.
Jesús les respondió:
– En vuestra ley está escrito: ‘Yo dije que sois
dioses.’ Sabemos que no se puede negar lo que dice la Escritura, y Dios llamó
dioses a aquellas personas a quienes dirigió su mensaje. Y si Dios me apartó a
mí y me envió al mundo, ¿cómo podéis decir que le he ofendido por haber dicho
que soy Hijo de Dios? Si no hago las obras que hace mi Padre, no me creáis. Pero
si las hago, creed en ellas aunque no creáis en mí, para que de una vez por
todas sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre.
De nuevo quisieron apresarle, pero Jesús se escapó
de sus manos.
Regresó Jesús al lado oriental del Jordán, y se
quedó allí, en el lugar donde Juan había estado antes bautizando. Muchos fueron
a verle y decían:
– Ciertamente, aunque Juan no hizo ninguna señal
milagrosa, todo lo que decía de este hombre era verdad.
Muchos creyeron en Jesús en aquel lugar."
Hoy nos encontramos con dos reacciones opuestas ante Jesús. En Jerusalén quieren apedrearlo. Junto al Jordán muchos creen en Él. Los primeros siguen atados a las ideas, a las normas. Los segundos ven sus obras y creen.
Son dos formas distintas de entender la religión.
Considerarla como una ideología, una serie de prescripciones, una organización
o considerarla una Vida. Lo primero nos esclaviza. Lo segundo nos hace libres,
cambia nuestra vida.
Hoy también seguimos intentando apedrear a Jesús.
Cada vez que nuestra fe y nuestra vida no van a la par. Nos gustaría una fe que
consistiera en creer unos dogmas y cumplir unos ritos, pero que no exigiera
ningún cambio en nuestra vida. Por eso agarramos piedras contra aquellos que
intentan vivir su Fe comprometidos, contra aquellos que nos interpelan con sus
obras. Eso es arrojar piedras a Jesús.
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