"No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido. Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder. Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos."
A veces los cristianos caemos en la trampa de edulcorar nuestra Fe, creyendo que así será más atractiva. Es cierto que a Jesús no le gustó el rigorismo a ultranza. A continuación de este pasaje encontraréis otros en los que dice: "Habéis oído decir...pero yo os digo..."Lo que nos dice Jesús en este texto es, que Él le da el verdadero sentido a la Ley y a los Profetas. Los cristianos tenemos una norma: el Evangelio. Y ese Evangelio, esas enseñanzas de Jesús no podemos transformarlas ni edulcorarlas. No podemos cambiar el Evangelio para hacerlo más atractivo, porque ya no sería la Buena Nueva. Y tampoco podemos cambiarlo para hacerlo más cómodo y adecuarlo a nuestras conveniencias. Por eso es bueno, que cada día meditemos el Evangelio. Es allí donde encontraremos el verdadero camino para seguir a Jesús, para ser sus verdaderos discípulos. Allí descubriremos que su Ley es el amor.
Joan Josep Tamburini
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