Ya no me veo contestando cada insulto que me dan. Simplemente he aprendido que el insulto no es para mí, es para la persona misma que me lo está aventando.
Ya
no me veo escuchando cada queja de la gente
al rededor...he aprendido a respetarme y a decidir no ser el basurero emocional
de nadie.
Ya
no me veo escuchando a alguien y buscando
en mí una historia más trágica o más chingona para demostrarle que a mí también
me ha pasado lo que a él o a ella. Ahora solo escucho y limpio memorias. Por
algo me lo están compartiendo.
Ya
no me hago tomando responsabilidades que no
me corresponden, ni explicando por qué ya no lo hago.
Ya
no me hago discutiendo con la gente para
salvar mi honor, o mi nombre... Eso es solo parte del ego que me ha llevado a
equivocarme y que al final no me ha aportado mucho a mi vida. El que crea que
tengo honor que lo crea, y el que no, lo respeto y bendigo su camino.
Ya
no me veo angustiada por qué alguien dejó
de hablarme, o alguien ya no me quiere en su vida. Es su vida y es su espacio,
por lo que respeto la decisión, de todas maneras si ya no me desea cerca, no
creo que tenga mucho para aportarme.
Ya
no me veo preguntando aquí y allá por algo
que quiero saber. Si lo quiero saber voy a la fuente. Y me comporto de manera
madura para escuchar. Los chismes y mensajes indirectos por Facebook, eran de
la que no tenía la valentía para ver a los ojos, hoy, ya no tengo tiempo para
eso.
Ya
no me veo triste, enojada, frustrada,
deprimida o cualquier emoción que baje mi vibración. No por qué no vaya a
volver a sentirlas, si no por qué desgasto esas emociones tan rápido como puedo
y me enfoco en volver a tomar vuelo para ser quien realmente soy.
Hoy
ya no veo cómo antes, ni siquiera como
ayer, así que día a día soy mi mayor experimento, mi mayor investigación, mi
mayor hallazgo.
Todos los
días me descubro, me callo y miro adentro de mí... No es que menosprecie a los
demás, es que estoy muy asombrada de mí misma y ahí es donde deseo mi energía
para vivir.
Ya
no me veo caminando por la vida sin luz,
sin Dios, sin magia, sin amor incondicional, sin mis ángeles y maestros. Ya no
me veo pensando que Dios está afuera de mí, y que el cosmos es algo lejano que
nunca conoceré.
Hoy
ya no me veo como me veía hace unos días,
semanas, meses o años, y es que decidí que cada día era necesario evolucionar y
que cada día podía usar mi varita mágica para obtener lo que me hace feliz.
Ana
Cortes
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