viernes, 9 de julio de 2021

VIDA HUMANA EN LA TIERRA

Ni el cosmos entero, ni una de sus partes es capaz de ofrecer una sonrisa, una caricia.

Por: Sergio Rosiles | Fuente: Catholic.net

CIENTÍFICOS DESCUBREN VIDA HUMANA EN LA TIERRA

El año pasado viajó por el mundo entero una noticia fabulosa. Algunos científicos descubrieron que un planeta externo al sistema solar, el cual observaban desde hace unos años, cuenta con una atmósfera. Este planeta, que aún no ha sido bautizado, gira alrededor de una estrella cuyo nombre es HD 209458 y es semejante a «nuestro» sol, pero 500 veces más brillante.

La temperatura del planeta es cercana a los 1.100º C, por lo cual es improbable que haya vida semejante a cualquier forma de vida que nosotros conocemos. Este planeta pertenece a la constelación «Pegaso», que se encuentra a 150 años luz de la tierra (1,419,120,000,000,000 Km.) Si usted considera que el mencionado planeta se encuentra muy lejos, le parecerá que está «junto a nosotros» después de leer los datos que vienen a continuación.

Nuestro sistema solar, forma parte de una galaxia (conjunto de estrellas), que conocemos con el nombre de «Vía Láctea.» La Vía Láctea es sólo una de las múltiples galaxias del universo. Su diámetro es aproximadamente equivalente a 100,000 años luz (946,080,000,000,000,000 Km)

Pues bien, la mayoría de los astros que generalmente vemos por la noche, pertenecen a nuestra galaxia y están lo suficientemente cerca de nuestro sistema solar para ser percibidos distintamente. Si nuestro sistema solar estuviese más al centro de la Vía Láctea, sólo veríamos luz y no podríamos distinguir las estrellas.

La distancia que separa nuestro sol del centro de la Vía Láctea se calcula en 23,000 años luz (217,598,400,000,000,000 Km.)

La galaxia «Andrómeda» es el objeto más distante de la tierra que podemos percibir a ojo desnudo, es decir, sin la necesidad de telescopios. Se encuentra a 2,200,000 años luz (20,813,760,000,000,000,000 Km), y forma parte de una constelación que lleva el mismo nombre.

Podríamos seguir dando datos y aumentar nuestra maravilla, pero ¡Basta de números! Nuestra mente no da para más ceros, y ya nos sentimos demasiado pequeños como para continuar pulverizándonos.

Si en un periódico apareciera como encabezado el título de este artículo, lo consideraríamos ridículo. «¡Vaya hallazgo!» -diríamos con seguridad-. Es tan banal la consideración de la presencia de vida humana en nuestro planeta que ya no nos causa maravilla la grandeza de cada ser humano.

Reflexionando en esos abismos interminables, y pensando también en nuestra pequeñez respecto a ellos, brotaron algunas preguntas en mi mente: ¿qué somos?, ¿por qué existimos? Un hombre es más pequeño en comparación del universo que una partícula subatómica con relación a un hombre.

A pesar de ello, y sin restar causas de maravilla al cosmos, no dejo de pensar que un solo hombre es por mucho, más «grande» que el Cosmos en su totalidad.

Los astros celestes no superan en nobleza al ojo de un hombre capaz de observarlos, o a su mente, capaz de llegar a precisar sus distancias. La luna no está por encima de la voluntad del hombre que le ha permitido caminar sobre ella.

Los procesos corporales y espirituales, los movimientos más insignificantes que realiza el hombre, consciente o inconscientemente, no se quedan atrás en complejidad y perfección respecto a los movimientos de los cuerpos celestes.

Ni el cosmos entero, ni una de sus partes es capaz de ofrecer una sonrisa, una caricia. Una estrella, por más grande que sea, siempre estará inhabilitada para amar, para consolar.

Considerando estas pocas comparaciones creo que no es bizarría afirmar que el ser humano es, después de Dios, el ser más digno, más «grande» del universo.

Si existiera sólo una persona sobre la faz de la tierra, sin importar sus perfecciones o cualidades externas, aunque fuese sólo una célula o un embrión, o padeciese serias discapacidades, no dejaría de ser más «grande» que todo el cosmos.

No nos preocupemos excesivamente por saber si existe vida humana en otro planeta, pues la tenemos a nuestro alcance. Recuperemos la capacidad de maravillarnos por ella y demos mucha importancia a la manera en que tratamos nuestra vida y la de los hombres que pueblan nuestro pequeño universo.

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