El acto de fe es libre, pero indispensable para la salvación.
Por: P. Jorge Loring |
Voy a presentar algunas de las ideas que expone
el P. Miguel Nicolau, S.I. en su libro «Psicología
y Pedagogía de la fe».
Importancia de la fe.- La fe es necesaria para salvarse. Dice la Biblia que la
fe es la raíz de toda justificación1 . La fe es el comienzo, el
fundamento y la raíz de toda vida santa. Por eso hay que crecer y madurar en la
fe.
Vamos a dar ideas que nos ayuden a tener una fe madura: a madurar en la fe.
Empecemos por la naturaleza de la fe.
¿Qué es la fe?. La palabra fe tiene dos
acepciones.
a) Lo que se cree.
b) El acto de creer.
En el primer sentido podemos hablar de la fe católica, la fe protestante, la fe
musulmana, etc. Aquí la fe tiene un sentido objetivo. Se refiere al objeto que
se cree. Éste es el sentido que tiene en la «confesión
de fe» tridentina que dice: «ésta es la fe
católica». Pero también se usa la palabra fe en el otro sentido: el acto de creer. Es un sentido subjetivo. Es el
sentido que damos a la frase: «es un hombre de
mucha fe».
Prescindimos del sentido que tiene la palabra «creer»
cuando queremos expresar nuestro parecer: «creo
que...”». O que no estamos ciertos de lo que decimos: que expresamos un
juicio probable que no excluye un prudente temor de engañarnos. Sería como
decir: «me inclino a pensar así, aunque temo
equivocarme».
No es lo mismo asentir una verdad por su evidencia inmediata, como un teorema
matemático convenientemente demostrado, que asentir a una verdad, no por su
evidencia interna, sino por el testimonio de una persona. Ésta es una certeza
de orden moral. Ésta fe en la persona que me habla puede ser humana o divina: si
me fío de mi padre, es fe humana. Si me fío de Jesucristo, es fe divina.
La fe teológica es una virtud sobrenatural por la cual creemos ser verdadero lo
que Dios ha revelado, no por la verdad intrínseca de las cosas a la luz natural
de la razón, sino por la autoridad de Dios que las revela.
Es clásica la frase con la que la Biblia define la fe: “sperandarum
substantia rerum, argumentum non apparientium”2 . Que
traducido del latín quiere decir: «convicción de
las cosas que esperamos y argumento de las cosas que no vemos».
«Substancia» es lo que da base, una realidad
subsistente, lo que persuade y convence. Creencia que nos hace ver como cosas
reales las cosas sobrenaturales.
«Argumentum» es demostración. No lo vemos,
pero estamos seguros que es así, asegurados por la fe.
La fe abarca el entendimiento y la voluntad. Con el entendimiento hacemos un
acto de aceptación a Dios de la mente, y con la voluntad un acto de adhesión a
Dios. Por lo tanto la fe no es un sentimiento. Sino que es un aceptar a Dios
que ha revelado, y adherirnos a su voluntad.
La fe honra a Dios, pues es un acto de reconocimiento y estima hacia su
persona. Cuando yo digo a alguien «te creo», estoy indicando que lo valoro como
persona. Por eso me fío de él. Lo tengo por bien informado, honrado y veraz. Y
por eso lo aprecio. Es más fácil decir «te creo» a un amigo que a un enemigo.
Creer a uno implica simpatía, estima y afecto hacia su persona.
***
El acto de fe es libre.- Esto es evidente. Pero además lo enseña el Concilio de
Trento3 . La libertad de la fe es necesaria para que sea meritoria.
Si la fe fuera axiomática, no tendría mérito. Aceptar que «el todo es mayor que su parte» es tan evidente
que nadie puede opinar lo contrario. Aceptar el axioma no tiene mérito ninguno.
Para que la fe sea meritoria tiene que ser libre. Libre, pero obligatoria. Así
lo enseña la Sagrada Escritura. La Biblia obliga a la fe bajo pena de
condenación. «El que no crea será condenado»4
.
Si la fe se manda es porque el acto de fe es libre. No hay que mandar creer en
un axioma, porque es evidente. Es decir, la fe es necesaria como obligación
moral para salvarse, pero es libre porque el acto de fe hay que hacerlo sin
coacción alguna, ni externa, ni interna.
La voluntad del hombre permanece libre para aceptar o rechazar la fe. Por eso
la fe es libre. Y prueba de que la fe es libre la tenemos en el comportamiento
de los judíos. Ellos conocieron personalmente a Jesús, vieron sus milagros,
oyeron su doctrina, y a pesar de todo no creyeron en Él y lo llevaron a la cruz.
Es decir, los motivos de credibilidad no destruyen la libertad del hombre para
creer o no creer. Y, como decíamos, la fe
es meritoria; no sólo porque es un acto libre, sino porque creer en una persona
es tomar una actitud respecto a esa persona, lo cual supone estima y
reconocimiento de sus valores personales.
Pero el hecho de que la fe sea libre no significa que sea caprichosa. Hay
motivos para creer. Si la fe no fuera razonable los creyentes seríamos unos
estúpidos. El motivo para creer es doble:
a) Porque me fío de la persona que revela, que es
Dios que no puede engañarse ni quiere engañarnos.
b) Porque las verdades de la fe, aunque algunas sean superiores a nuestro
entendimiento, no son contradictorias, y podemos encontrar razones que las
hacen razonables.
Las leyes matemáticas que rigen el movimiento de las estrellas, formuladas por
Newton y Kepler, nos hablan de un Ser Inteligente, Dios, que las ha puesto.
Todo hombre tiene obligación de buscar la Verdad, dice el Concilio Vaticano II.
Y añade: y la verdad está en la Iglesia Católica.
Tenemos razones para estar ciertos que la Iglesia Católica es la que Cristo
fundó en S. Pedro.
También podemos estar ciertos por la historia que Cristo existió; y por la
historicidad de los Evangelios que Cristo afirmó que Él era Dios. Y por los
mismos Evangelios sabemos que Cristo fundó su Iglesia en S. Pedro; y lo hizo
infalible en lo necesario para salvarse, pues mandó obedecerle bajo pena de
condenación. Si no fuera infalible en lo necesario para salvarse nos obligaría
a equivocarnos obedeciendo al que puede equivocarse.
Hablando de que la fe es razonable, conviene refutar la frase que oímos
repetidamente de que «la ciencia contradice a la
fe». Esto es imposible pues Ciencia y Fe las dos vienen de Dios.
a) ¿Qué es Ciencia?. El estudio de las leyes de
la naturaleza que Dios ha hecho. El objeto de la Ciencia es estudiar la
naturaleza.
b) ¿Qué es Fe? El estudio de las verdades
reveladas por Dios. Pues si Dios es el autor de las leyes de la naturaleza,
objeto de la Ciencia, y de las verdades de la Revelación, objeto de la Fe, Dios
no puede contradecirse entre lo que nos dice por la naturaleza y lo que nos
dice por la revelación.
***
Modalidades de la fe. La fe debe ser firme, sin temor a ser engañado. Lo cual
no excluye la aparición de alguna duda. Pero que no hace vacilar la firmeza. Lo
mismo que una mosca que se cruza no perturba la contemplación de un panorama
espléndido que se divisa desde una montaña.
Es el caso de la fe de Abraham, que aceptó firmemente el mandato de inmolar a
su hijo, lo cual no evitaría alguna vacilación instintiva en su corazón.
La certeza de la fe no es un fanatismo obcecado, pues se apoya en razones y
motivos válidos. El acto de fe es certísimo, con la máxima de las certezas,
pues se basa en la autoridad de Dios que revela, lo cual excluye absolutamente
todo error.
La fe es luz y resplandor, pero también la luz va rodeada de penumbra. Esta
oscuridad no mengua el resplandor ardiente de la fe. Lo mismo que las manchas
solares no turban la luminosidad del Sol.
La oscuridad de la fe se da sobre todo en los misterios, porque los misterios
son superiores a nuestra inteligencia. Pero aunque no podamos entender bien el
misterio, sí podemos saber que no se trata de algo contradictorio, como sería un
círculo cuadrado: pues si es círculo no puede ser cuadrado, y viceversa. Como
el misterio es superior a la razón, con ella nunca hubiéramos llegado a conocer
su existencia. Conocemos los misterios únicamente porque Dios los ha revelado.
***
Por otra parte, la fe es un don. Así lo dice S. Pablo en su carta a los Efesios5
. Para que el acto de fe sea saludable, en el sentido teológico de la palabra,
es decir, para que sea un acto sobrenatural, útil para nuestra salvación, es
necesaria la gracia de Dios. Los demonios también creen en Dios, pero este
conocimiento, para ellos, no es saludable.
Con el entendimiento humano se puede llegar al conocimiento de Dios. Así lo
afirmó el Concilio Vaticano I6 . Y San Pablo7 dice que
los que conociendo la naturaleza ignoran a Dios no tienen excusa.
La causa es que las leyes que vemos en la naturaleza nos hablan del Ser
Inteligente, le llamamos Dios, que ha puesto leyes matemáticas que rigen el
movimiento de las estrellas, leyes fisicoquímicas en la función clorofílica de
las plantas, y leyes biológicas en la evolución de la vida.
Para este conocimiento, propio de la razón humana, no hace falta la gracia
divina. Se podría llamar una fe científica. Pero no sería una fe religiosa. La
fe religiosa incluye la voluntad motivada por valores religiosos. Como un hijo
recibe un conocimiento de su padre de modo distinto a como pueda recibir ese
mismo conocimiento de un extraño.
Yo creo porque lo ha dicho Dios, Verdad Infinita: es
el motivo de la fe en orden lógico. Y porque lo ha dicho Dios, Bondad
Infinita: es el motivo de la fe en orden afectivo.
La gracia nos prepara para el elemento afectivo de la fe. La firmeza de la fe
depende de la adhesión de la voluntad a Dios, y eso depende de la gracia. La
gracia nos prepara con el afecto de la voluntad, para determinarnos a creer.
Por eso debemos pedir a Dios como el padre del endemoniado del Evangelio: «Señor, aumenta mi fe».
La oración es madre de la fe. De ordinario obtenemos la fe sobrenatural
mediante la oración. Dios se deja encontrar del que le busca con sinceridad,
decimos en el Canon IV de la misa. Él crea en el hombre las disposiciones
subjetivas que requiere la fe.
La acción de la gracia se ve clarísimamente en las conversiones repentinas. Son
los casos de San Pablo y Andrés Frossard. San Pablo fue derribado al
aparecérsele Jesucristo cuando iba camino de Damasco para perseguir a los
cristianos. Y de perseguidor se convirtió en apóstol. Andrés Frossard entró
ateo en una iglesia, en busca de un amigo, y salió creyente por una gracia
tumbativa, a lo San Pablo.
Una palabra sobre los que pierden la fe.
a) Primero: nadie pierde la fe sin su culpa.
Dice el Concilio de Trento: «Dios no abandona a
nadie si no es Él abandonado primero».
b) Segundo: dice el Concilio Vaticano I: «nadie tiene causa justa para dejar la fe»8
. La culpa que lleva a la pérdida de la fe puede ser voluntaria directamente o
en causa, es decir, con pecados que llevan a la pérdida de la fe: soberbia, lujuria, curiosidad leyendo libros contrarios a
la fe, donde se ridiculiza la religión y se mezcla lo falso con lo irónico. Así
la fe se tambalea.
***
Obstáculos para la fe.- Como dije antes, la
soberbia es un gran obstáculo. Hay personas engreídas que se creen que sólo
puede ser verdad lo que ellos entienden. Esto es absurdo. Hay muchas cosas que
son verdad y nosotros no las entendemos. Por ejemplo, la naturaleza de la
gravedad, los agujeros negros del cosmos, la antimateria, la importancia del
ADN, de los genes y de los cromosomas, etc.
Otro obstáculo para creer es la lujuria. Esto lo confirma una larga
experiencia. Pero además, ya lo dijo Cristo: «sólo
los limpios de corazón verán a Dios».
Digamos algo sobre las dudas de fe: no es dudar el
interés por formarse bien y conocer las razones que hay para creer. Esto
es bueno. Todos deberíamos tener una cultura religiosa del mismo nivel que
nuestra cultura humana. Es frecuente ver personas de gran cultura humana y con
una cultura religiosa infantil. Sólo saben de religión lo que aprendieron de
niños. No han seguido estudiando religión. Para estas personas son los
Catecismos de Adultos. Por ejemplo, mi libro PARA
SALVARTE.
Tampoco es dudar darse cuenta de que el misterio es difícil de entender. Lo que
no se puede hacer es dudar de que sea verdad lo que Dios ha revelado.
Para creer es muy importante practicar. «Quien no
vive como piensa, termina pensando como vive». El hombre no puede vivir
contradiciendo sus ideas. Si no acomoda su vida a sus ideas, terminará
acomodando sus ideas a su vida. El hombre tiene que justificarse a sí mismo.
Tras la apostasía moral vendrá la apostasía ideológica. Acertadamente dice
Augusto Nicolás en su libro «El arte de creer» (3º,
VI): «practicar todo lo que se cree, para creer
todo lo que se debe practicar».
***
Resumiendo:
a) La fe es un acto de la inteligencia que
acepta lo que Dios ha dicho por considerarlo sabio y veraz.
b) La fe es un acto de la voluntad que acepta lo que Dios dice, no por la
evidencia de la verdad, sino por adhesión a su Persona.
c) Para que la fe sea religiosa, y no meramente científica, además del convencimiento
de la inteligencia, hace falta la adhesión de la voluntad. San Pablo, después
de ser derribado por la luz de Cristo, exclamó: «Señor, ¿qué quieres que
haga?». Para esto es necesario la gracia de Dios, que la eleva al plano
sobrenatural. Y la gracia de Dios se consigue por la oración. Por eso hemos
dicho que la oración es la madre de la fe.
***
Éstas son algunas de las ideas que el P. Miguel Nicolau, S.I. expone en su
libro «Psicología y Pedagogía de la fe», que
termina diciendo:
«Si los cruzados de hoy superan las luchas peleando
por Jesucristo, para volverle al reinado de la Sociedad: las superan por la fe.
Si los jóvenes y los seglares fervientes conciben alientos de santidad heroica,
que emule las proezas de sus mayores: las conciben por la fe.
Si los sacerdotes perseveran en su ministerio de reconciliación y en la caridad
sacrificada por sus prójimos: perseveran por la fe.
Si los misioneros acuden a los confines del Oriente y Occidente, para llevar la
doctrina de Jesucristo a los pueblos más remotos: les dirige la antorcha de la
fe.
Si en los conventos, y también en el fragor del mundo, hay almas que pugnan por
elevarse hasta las cimas, y alzarse sobre las bajezas de la vulgaridad moral:
las alienta la luz de la fe.
Y si otros mueren por Dios y por la Iglesia, y, como los mártires, han sido
semilla de cristianos: son héroes de la fe».
Digamos para terminar: «Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe»9
.
1
Carta de Santiago, 2:24
2 Carta a los Hebreos,11:1
3 DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 1789. Ed. Herder. Madrid
4 SAN MARCOS, 16:16
5 SAN PABLO: Carta a los Efesios, 2:8
6 DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 1806. Ed. Herder.
Barcelona
7 SAN PABLO: Carta a los Romanos, 2:14s
8 DENZINGER: Magisterio de la Iglesia, nº 1794. Ed. Herder.
Barcelona
9 Primera carta de San Juan: 5:4
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