¡En una noche negra y desgraciada! El jugador y ludópata, míster Blacky, perdió su fortuna… Y optó por jugar su hacienda, "Vilcahuaura". ¡La que también perdió! –
Viéndose derrotado, le propuso a su rival jugar a su mujer. Luego de esa partida ¡también la perdió! Desde aquella noche míster Blacky desapareció. Nunca se supo de él pero su espíritu no dejó de manifestarse. Pues en noches de luna nueva, los regadores nocturnos de esta hacienda, lo veían montado en su caballo negro, él vestido de blanco, con su sombrero de palma recorriendo sus campos, tan igual como lo hacía vivo.
¡Pero
con su rostro oculto! Esta aparición se ha visto por
muchos lustros. Muchas personas aseguran que hasta hoy en día sucede, hasta
saben su recorrido: Desde la casa hacienda culmina en el antiguo cementerio, el
verle el rostro es morir por espanto.
A esta
aparición la comenzaron a llamar: "El Patrón
de la hacienda”. A principio del siglo pasado mi abuela tenía dolores de
parto cerca de la medianoche, pues nacería mi último tío paterno. Era mi abuelo
el mayordomo de dicha hacienda, él mandó a mi tío mayor a llamar al doctor "Palao" que vivía en la hacienda Humaya,
para que atienda el parto de mi abuela. Mi tío escogió el mejor caballo y
emprendió un rápido galope, por el filo de la línea del tren que casi toda su
ruta estaba bordeada por paredones de barro. Y a medio camino, por un lugar
llamado “Pampa de la Cruz”, sintió que el
caballo corcoveaba, se cruzaba y erizaba la piel. No quería avanzar. Más grande
fue su sorpresa al ver delante del angosto camino, un jinete de blanco montado
en un negro caballo cuyos ojos tenían un rojo resplandor. Su pensamiento
treceañero le hizo pensar que era un borracho, forzando al caballo logró pasar
junto a este jinete que ocultaba su rostro cabizbajo con su inmenso sombrero,
pero percibiendo un olor a margarita de velorio y azufre a la vez.
Cuando
pasó el caballo corrió como si estuviese desbocado y en menos de lo que pensó
estaba en Humaya, donde el doctor le comunicó que atendería a otra parturienta
y que luego iría a Vilcahuaura. Mi tío, dándose la media vuelta regresó a todo
galope… Y grande fue su sorpresa al sentir nuevamente, asustado su caballo pues
el mismo jinete obstruía el camino. Esta vez el caballo relinchó parándose en
sus patas traseras, para luego saltar el muro y surcar un sembrío como si
estuviese el mismo diablo.
Era tal
la pericia el tío que no cayó de la montura, logrando dominar a la bestia.
Llegó a Vilcahuaura donde se dio con la sorpresa de que su hermano ya había
nacido. Mi abuelo le dijo que tendría que volver a decirle al doctor que ya no
venga, pues de lo contrario tendrían que pagarle su falsa venida.
Cuando ya
partía, mi tío contó al abuelo lo que había visto y este exclamó: !carajo, el Patrón de la hacienda! -Para luego decir: sabes hijo, ya no vuelvas por la línea del tren, vete por
el cementerio, es un poco más lejos, pero igual llegas a Humaya.
Temeroso
por todas las historias que los viejos contaban del cementerio de Vilcahuaura,
se atemorizó y decidió regresar por el mismo lugar. Esta vez no encontró al
jinete, luego de hablar con el doctor en Humaya regresó por el mismo sitio,
donde a pesar de no ver nada, sintió al caballo inquietarse y erizar su piel,
para luego sentir un trote a sus espaldas más el olor a margarita y a velorio,
más el olor a azufre ¡el trote se volvió galope! e
hizo que el caballo emprendiese veloz carrera hasta llegar a Vilcahuaura, bajo
un coro de aullidos de perros asustados.
El
abuelo le dijo que gracias a que nunca volteó el rostro hacia atrás, estaba
vivo, de lo contrario, el espectro se lo hubiese llevado en cuerpo y alma… Pero, esa es otra historia.
De: Darío Pimentel Delgado
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