Quiero compartirles
algo del corazón, y cuando digo «del corazón», espero que no suene como un
cliché. Me pregunto si algunos de ustedes en estos tiempos complicados de
pandemia, se han puesto a pensar sobre el sentido de sus vidas. Sobre qué es lo
que quiere Dios de cada uno a raíz de tantos cambios en la vida personal,
muertes, sufrimientos, etc.
Para mí, estos casi noventa
días de cuarentena —vivo en Lima— me han proporcionado, de alguna manera, el «espacio mental» para pensar sobre opciones
fundamentales que tengo acerca de mi vida. Podría sonar un poco raro, porque la
verdad —como pasa con muchos— estoy trabajando ahora más de lo que lo hacía
antes de todo este lío del COVID – 19.
Sin embargo, por esas cosas de
Dios, he podido sacarle más tiempo al tiempo y rezar más, acercarme más al
Señor, rezarle más a la Virgen y lo más importante y novedoso para mí: hacer un
verdadero examen de conciencia.
Tal como lo enseña san Ignacio de Loyola, que no se trata de una lista de
pecados para la confesión, sino de una toma de conciencia de la acción
providente de Dios a lo largo de tu día a día.
Les confieso, que nunca lo
había hecho de la manera tan hermosa como lo vengo haciendo ya hace más de tres
meses. Además, he buscado la ayuda de amigos prudentes para poder conversar
asuntos espirituales —que los vivimos todos en algunos momentos de nuestra
vida— con el fin de poder discernir esa voz de Dios que sopla como una brisa
suave en nuestro corazón.
PREGÚNTALE A DIOS QUÉ QUIERE DE TI
Háblale con confianza y verás
cómo se manifiesta el Espíritu Santo en tu vida. Este buscar ayuda espiritual
es algo fundamental, y suele ser más común de lo que uno se imagina.
A veces en esta búsqueda casi
desesperada de encontrar nuestro propósito, la fidelidad y de entender la
voluntad amorosa del Padre, tomamos malas decisiones. Les confieso que no es
nada fácil. Es más, creo que lo más adecuado sería decir que es muy difícil.
Escuchar
la voluntad de Dios exige mucho «músculo espiritual». Estoy rezando mucho, acercándome más a la Virgen, y pidiéndole todos los días a
Jesús, que sea bondadoso conmigo. Que tenga la generosidad para enseñarme con
su amor, qué es lo que quiere de mí. ¡Pregúntale tú
también sin miedo en la oración!
Este «ejercicio»
me viene desinstalando muchísimo. Es decir, me está haciendo cuestionar
las bases más profundas de mi vida, y me está permitiendo ver el amor de Dios
con los ojos más abiertos. Me está abriendo de par en par el corazón al amor de
Dios, me está enseñando a vivir cada día más y mejor esa libertad de los hijos
de Dios.
LA IMPORTANCIA DE DEJARSE AMAR POR ÉL
Junto con todo ello, les
confieso también, que voy entendiendo con más profundidad y riqueza, la tan
conocida parábola del hijo pródigo. Puedo entender ahora, como el hijo menor,
aunque termine siendo el que malgasta toda la fortuna o herencia del Padre, que
hay que aprender a vivir esa libertad amorosa que experimentaba como hijo.
Mientras que el hijo mayor
—entre comillas— no era un pecador, nunca se había abierto al amor del Padre.
Lo vemos claramente cuando reclama, de modo irrespetuoso a su Padre, diciéndole
que nunca le había demostrado ese amor.
¿Por qué les
cuento esto? Porque
descubro cómo en nuestra respuesta a Dios, muchas veces se mezcla el amor que
experimentamos, junto con una suerte de sentimiento de deber moral. Algo así
como una obligación que de no ser cumplida nos excluiría de merecer el amor de
Dios.
¡Por fin puedo
entender con mucha claridad, que eso es totalmente ajeno a nuestro buen Dios! Si
ustedes experimentan que Dios los ama, que es bueno y generoso… simplemente
déjense amar por Él. No pensemos que estamos obligados a hacer algo porque Dios nos ama sin
medida.
EL AMOR DE DIOS ES GRATUITO
Dejémonos amar y punto. Es
Dios mismo quién nos quiere amar así, de modo gratuito. En el momento que Él
quiera pedirnos algo concreto… lo hará, y sabrá muy bien cómo pedírnoslo.
Espero que este artículo les
haya dado algunas luces de cómo actúa Dios en nuestras vidas. Y aunque parezca
muy sencilla mi reflexión la he querido compartir con todos porque creo que
juntos debemos ayudarnos a ser cada día más fieles a nuestro Dios, que es tan
rico en misericordia.
Yo mismo no entiendo por qué
me ama tanto y me muestra siempre cuánto cariño tiene por mí. Les mando a todos
un abrazo muy cariñoso y fraterno. Que la Virgen nos proteja y nos
ayude a ser cada vez más fieles al amor del Padre.
Déjanos saber en los
comentarios de qué manera experimentas el amor de Dios en tu vida, ¿le has preguntado qué quiere de ti?, ¿le abres el
corazón para que lo llene de su amor?
Escrito por Pablo Perazzo
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