“Es el alimento diario que se me presenta en
una forma humana completa por Divino Misterio y luego perdura en forma de
Gracia en mi corazón a la vez que se convierte en el inquilino más apacible, poderoso
y el único perfecto, que se queda en las habitaciones de mi alma convirtiéndola
en un Sagrario con categoría de fortaleza impenetrable para el enemigo – se
llama Jesús… y lo amo con todo mi corazón”
Él es el verdadero alimento milagroso que nadie se puede perder. A mí
me enseño un gran sacerdote, que primero había que ir donde Dios al Sagrario,
porque Él nos está esperando muchas veces solo. Puedo garantizarte que si lo
haces a través de María nuestra amorosa Madre del Cielo, esto funciona y que Dios
nos escucha. Recuerda también que todas las Gracias de Dios que recibes, vienen
a través de ese canal de pureza entre Dios y nosotros que es María.
DIOS ESPÍRITU SANTO ES EL QUE SE ENCARGA QUE
NUESTRO PEDIDO LLEGUE CORRECTAMENTE.
Siento que Jesús me dice:
-Amigo mío ¿estás cansado?... Yo soy tu
fortaleza en la debilidad.
-¿Eres pobre y necesitado?... Yo soy tu
tesoro.
-¿Estas solo y triste?... Yo soy tu
compañía y tu consuelo.
-¿Tienes hambre?... Yo seré el alimento
para tu alma y te daré también el alimento para tu cuerpo.
-Confía en Mí que nunca dejo a lo que amo.
-Ven a Mí y no temas, Yo te acompaño en tu
caminar.
-Y si estás conmigo… ¿a quién puedes temer?
Esto me sucedió en la época en que mi país estaba en crisis. Ya no
tenía como solucionar mis problemas económicos. Se me juntaban las deudas,
pagos de colegios, etc. Me fui al Santísimo y
le pedí que me ayudara. En esa época yo ayudaba con mi filmadora en la
comunidad en la que servía. Le conté a Dios mis problemas y que no me quedaba
otra que retirarme porque ya no me alcanzaba ni para pasajes. Le dije que de Él
dependía el que siguiera o me iba de mi servicio.
¿Qué pasó? Antes de salir Santísimo se me acercó una persona que
acercándome un sobre me dijo: Creo que esto es para Ud. Tome el sobre y sin
abrirlo lo guardé. Llegando a mi casa abrí el sobre y en él había 500 dólares.
Lo más interesante es que ya Dios me había escuchado, pero mis deudas eran de
solamente 400 dólares, así que fui al día siguiente a agradecerle y decirle que
me estaban sobrando 100 dólares. No me contestó y asumí que esos 100 dólares
era para alguien y que Él me diría para quien. Y así fue… fui a visitar a un
amigo que hace tiempo no visitaba que vivía cerca a la comunidad y me encontré
con la sorpresa de que había abandonado su hogar y su familia no tenía ni para
comer… los vecinos los ayudaban en lo que podían. Lo único que hice fue darle a
su esposa los 100 dólares diciéndole que Dios se los enviaba. Me preguntó si
estaba loco y que no podría devolverme
ese dinero… le recalqué que Dios se lo enviaba y que no tenía que devolverme
nada… y me fui feliz de haber cumplido con el mandato del Señor… ¡Qué grande es
el Señor!
¡GRACIA SEÑOR POR SER TAN BUENO… TE ESTABA
ESPERANDO Y LLEGASTE!
José Miguel Pajares Clausen
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