Qué pena tan grande me
ha dado conocer la noticia de un sacerdote que en Ecuador se ha dedicado a
cosas mundanas abandonando su santa profesión que le consagraba a las cosas del
Reino de Dios:
No le juzgo porque para ello
debería conocer su historia y su alma como las conoce Dios. Pero,
objetivamente, el sacerdote de Dios no desea otra cosa que vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida.
Os aseguro que yo, con el salmo
(27, 4) solo le pido una cosa al Señor.
Puedo tener y tengo muchos defectos, pero solo busco, ansío y ambiciono una
cosa: poder servir al altar hasta que me muera,
poder administrar los misterios de Dios, poder predicar su Palabra. El
resto de cosas son el campo de los laicos.
Por supuesto que mi trabajo
incluye la caridad como consecuencia de lo primero, pero nunca metiéndome en
política. A pesar de todo, no critiquemos a este servidor del Altísimo, recemos
por él. Ojalá que recapacite y, ante todos, sea un ejemplo de conversión. Y que
diga: "Ante todos me equivoqué, delante de
todos lo reconozco y hago penitencia". Ojalá que este sea el final
de esta historia.
¡Con lo grande que es
el sacerdocio!, ¿dejarlo por un cargo político? Qué error.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario