El pluralismo de las situaciones no es un obstáculo a la común dignidad
de ser mujer y de ser hombre
Por: Bosco Aguirre | Fuente: www.fluvium.org
¿En qué radica la dignidad de la mujer? ¿En su ser mujer o en algo anterior? Quizá habría que preguntarnos antes: ¿qué es “dignidad”?
Por: Bosco Aguirre | Fuente: www.fluvium.org
¿En qué radica la dignidad de la mujer? ¿En su ser mujer o en algo anterior? Quizá habría que preguntarnos antes: ¿qué es “dignidad”?
Dignidad es una palabra que indica una apreciación, una valoración de
algo o de alguien. La dignidad depende de “algo” intrínseco, profundo, propio
de uno, independientemente de si los otros ven o no ven ese “algo”. La dignidad
radica en el poseer (mejor, en el ser) algo que merece, por sí mismo, amor,
respeto, justicia. Algo que radica en el sujeto digno, y que no puede ser
despreciado sin faltar a la verdad (cuando no descubrimos o incluso negamos el
valor de la persona digna) y a la justicia (cuando no la tratamos del modo que
merece ser tratada).
LA FUENTE MISMA
Cuando se habla de “dignidad”, por lo tanto, no se habla de
funcionalidad, o de la contribución que alguien ofrece en un sector de la vida
social. La dignidad no radica en la productividad, ni en la riqueza, ni en las
cualidades físicas que otros puedan individuar en la persona digna. Ser digno
no depende, por lo tanto, de motivos externos. De lo contrario, serían otros
los que atribuyen dignidad a la mujer (o al hombre, o al niño, o al anciano).
Formulemos nuevamente la pregunta: ¿en qué radica la dignidad de la
mujer? Una posible respuesta nos dirá que en su condición femenina, en su
identidad sexual, en su apertura a la maternidad, en las posibilidades
laborales que el mundo moderno ofrece a su libre opción. Esto, sin embargo, no
es propio o exclusivo de la mujer, pues también se dan estas características en
otros seres vivientes, sin que por ello sean dignos.
Entonces, ¿cuál es la respuesta? Quizá tendríamos que reconocer que la
dignidad de la mujer radica en su ser persona humana. Es decir, su dignidad no
viene por su femineidad, sino que precede su misma femineidad, y funda y
explica su valor en cuanto mujer.
ANTERIOR Y PERMANENTE
Antes que mujer, antes que hombre, cada uno de nosotros es miembro de la
especie humana. Desde esa condición básica, común, podemos caminar, durante los
pocos o muchos años de vida, con la certeza de valer mucho. Aunque a veces
otros no lo reconozcan o no quieran aceptarlo. Aunque a veces nosotros mismos
olvidemos la propia dignidad. Aunque se nos excluya de un trabajo, de un cine,
o de la libertad de decir nuestras ideas en una asamblea pública.
Por lo mismo, la dignidad humana está a la base de cualquier ley o forma
social, de cualquier costumbre o modo de vivir y de actuar en la sociedad.
Siempre hay que respetar y defender la vida, la integridad física y
psicológica, y los demás derechos, de todos los hombres y mujeres del planeta,
precisamente porque son dignos, porque lo merecen.
Desde esa común dignidad humana es claro que el respeto se extiende a
todas las posibles formas de vivir como hombres o como mujeres.
FUNDAMENTO DE TODO RESPETO
El pluralismo de las situaciones no es, por lo tanto, un obstáculo a la
común dignidad. Existen, es cierto, muchos modos de ser mujer (y de ser
hombre). La mujer puede ser soltera, casada, con hijos, embarazada, con
trabajo, en paro; puede ser policía, presidente, tener estudios sólo de
primaria o enseñar en una universidad; puede encontrarse en la cárcel o dictar
sentencias en un tribunal; puede ser aún no nacida o pasar los días de su vejez
en una casa de ancianos. En cada situación, la dignidad es la misma.
Modos diversos de ser que no ocultan ni eliminan la dignidad y el valor
común a todas esas mujeres y lo mismo podemos decir de los hombres. Modos que
muestran que la dignidad no es una propiedad del ser mujer en cuanto mujer (o
en cuanto ejecutiva, o en cuanto trabajadora, o en cuanto ama de casa). La
dignidad pertenece a cada mujer simplemente por ser miembro de la especie
humana, se encuentre donde se encuentre, haga lo que haga, viva de una manera o
de otra.
Tener presentes estas verdades ayudará mucho para que nunca una mujer
pueda despreciar o dañar la dignidad de otras mujeres o de otros hombres, para
que nunca un hombre pueda discriminar o usar violencia sobre hombres o sobre
mujeres. A la vez, permitirá el desarrollo de una cultura del respeto y de la
solidaridad, en la que cada mujer y cada hombre sean valorados por lo que son,
simplemente, sin adjetivos discriminatorios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario