martes, 4 de octubre de 2011

CAMINO DE AUSCHWITZ



En el tercer día del Congreso de la Divina Misericordia en Cracovia hemos tenido dos platos fuertes.

En primer lugar el testimonio de varios asistentes que han vivido en su propia persona la presencia de la Misericordia de Dios. Quisiera destacar lo que nos ha contado un antiguo musulmán de la antigua Yugoslavia. Conducía un vehículo con un acompañante. En una curva del camino el vehículo se salió de la calzada. El acompañante que no llevaba cinturón de seguridad salió despedido, pero él se precipitó con el coche en cortado de trescientos metros. Antes de llegar al fondo del precipicio notó que alguien lo cogía en sus brazos, y no se hizo nada. Y no solo eso, sino que terminó la sorprendente aventura hablando un idioma que él nunca había conocido, el polaco.

Supo después que quien le había cogido en sus brazos era Jesucristo, al que él no conocía porque era musulmán. Esto le llevó a interesarte por el cristianismo, y comenzar la preparación de su conversión. Como ya sabía polaco por la gracia de Dios se vino a Polonia, y aquí llevó cabo su ingreso en la Iglesia católica. Su familia, toda ella musulmana, le hizo la guerra, pero el siguió en el nuevo camino que había emprendido. Su esposa no quería que los hijos se bautizaran, pero él llegó a convencerla y se llevó a cabo su deseo. Comprendió entonces que Dios es misericordioso, y que lo había tratado como no se merecía. Y hoy, en el Santuario de la Divina Misericordia daba gracias a Dios de todo corazón.

Otro testimonio fue el de un sacerdote anglicano. Compró en una librería de libros usados el Diario de Santa Faustina. Pensó que no lo leería nunca por tratarse de una monja católica. Empezó a leerlo y entró de lleno en la grandeza de la Misericordia de Dios. Está tan deseoso de dar a conocer esta Verdad evangélica entre los suyos, que no ha querido pasarse a la Iglesia Católica para poder seguir difundiendo la Divina Misericordia entre sus hermanos los anglicanos.

Otro testimonio lo ha dado una mujer africana, que durante muchos años odió a una prima suya porque era la amante de su marido y, casi seguro, la que provocó su muerte. Como no podía perdonarla cuando rezaba el padrenuestro cambiaba las palabras para no decir como nosotros perdonamos. Cuando descubrió la grandeza de la Misericordia de Dios, fue un día a casa de su prima, se puso de rodillas ante ella, y le pidió perdón por no haber querido perdonarla, y le perdonó todo el mal que había hecho.

Por la tarde hemos vivido la Oración por la Paz en una peregrinación al Campo de Concentración de Auschwitz. Ha sido impresionante. Varios kilómetros de camino orando en silencio. Al llegar al Campo, y con la impresión de los horrores que se vivieron entre aquellos barracones, seguimos los tres mil peregrinos rezando a Dios por el bien de la humanidad. Ya en el monumento a los muertos en aquel lugar, hemos celebrado una liturgia de la Palabra de Dios, en la que han intervenido representantes de varios países, algunos cardenales y un excelente coro y orquesta. El sol se escondía entre los sauces. El Campo estaba en un impresionante silencio. Uno parecía escuchar el lamento de tanta gente eliminada allí, y en cualquier parte del mundo, por la dictadura de ideologías inhumanas. Ya acaso oscureciendo hemos emprendido el camino de vuelta con la impresión de que Dios tendrá misericordia de la humanidad que sufre hoy día de mano de los enemigos del hombre. Los nuevos campos de exterminio son las clínicas abortivas, y las guerras que no cesan de matar a seres humanos por pura ambición de poder. Que Dios tenga misericordia de nosotros.

El martes lo dedicamos a la oración por la Paz, visitando Wadowice, la tierra natal del Beato Juan Pablo II, y pidiendo su intercesión por aquello que tanto luchó: la paz entre los hombres del mundo entero.

Juan García Inza

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