viernes, 28 de octubre de 2011

¿ES NECESARIA UNA NUEVA AUTORIDAD FINANCIERA MUNDIAL?



El documento del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz propone adoptar «políticas y decisiones vinculantes que se orienten a la realización del bien común a nivel local, regional y mundial».

Para salir de la crisis, el mundo no debe encerrarse en los viejos egoísmos nacionales o de clase, sino que necesita un impulso solidario global: es la receta que ofreció esta semana el Vaticano, con un documento titulado Para una reforma del sistema financiero y monetario internacional en la prospectiva de una autoridad pública de competencia universal".

Una propuesta que llega en el momento justo: después de meses de polémicas y de indecisiones, los países europeos tendrán que dar respuestas concretas ante la crisis de la deuda soberana. En el documento que presentaron el cardenal Peter K.A. Turkson y moseñor Mario Toso.

En los Estados Unidos ha comenzado una campaña electoral que se concentra sobre todo en temas económicos, al interior de un sistema político en el que se ha convertido en un anatema incluso el simple hecho de proponer que los ricos paguen más impuestos. Mientras tanto, en Asia, crece el miedo ante un brusco freno de la economía china, que llevaría al planeta a una nueva fase de estancamiento.

En medio de este escenario, mientras es evidente la cada vez mayor interdependencia de las economías y las sociedades de todo el mundo, es «surreal» y «anacrónico» refugiarse en formas nacionalistas, en estados que creen lograr «conseguir autárquicamente» el bien de sus ciudadanos.

En el mundo de hoy, para el Vaticano, nadie se salva si no estamos juntos. Es más, la Santa Sede llega a sugerir la creación de una Autoridad política mundial capaz de gobernar - mediante el consenso y la subsidiariedad - los problemas y los retos que tienen dimensiones planetarias.

Para la Santa Sede, la crisis (que ha durado 4 años) es hija de un «liberismo económico sin reglas ni control», que se ha transformado en una «ideología» cuyo objetivo es ella misma.

Los beneficios de la globalización del siglo pasado fueron enormes. Pero «si no se remedian las diferentes formas de la injusticia» y la desigualdad que han explotado en las últimas décadas, la consecuencia será «un clima de creciente hostilidad e incluso violencia», que llegará a «minar las bases de las instituciones democráticas, incluso de aquellas que son consideradas las más sólidas».

Hoy, trazando con mucho mayor detalle la propuesta del vaticano, Justicia y Paz explica que esta Autoridad tendría estar al servicio del «bien común», mediante «estructuras y mecanismos adecuados, eficaces». Sobre todo, tendría que ser capaz de adoptar «políticas y decisiones vinculantes por que se orientarían a la realización del bien común a nivel local, regional y mundial».

La propuesta multilateral que se ha seguido hasta hoy para gobernar al mundo (los clubes más o menos grandes del G7 o el G20, que tratan de decidir entre iguales y sin ninguna autoridad super partes") no solo no ha funcionado, sino que siempre ha puesto al margen las exigencias de los países más pobres.

El Vaticano considera que, así como en el pasado se superó la «lucha anárquica entre los clanes rivales» con la construcción de los estados nacionales, hoy «la humanidad debe empeñarse en la transición de una situación de luchas arcaicas entre entidades nacionales a un nuevo modelo de sociedades internacionales con mayor cohesión, poliárquica, que respete las identidades de cada pueblo, dentro de la múltiple riqueza de una única humanidad».

Lo que propone el Vaticano, en suma, no es más que otro organismo en el que se hagan declaraciones de principios pero sin poderes concretos. Claro, el Vaticano no esconde que se trata de un «proceso complejo y delicado», que podría partir de la reforma de las organizaciones internacionales existentes, empezando por la ONU.

El nacimiento de esta Autoridad «no puede imponerse con la fuerza, sino que debería ser la expresión de un acuerdo libre y compartido», y tendría que surgir «de un proceso de maduración progresiva de las consciencias y de las libertades, además de la conciencia de las crecientes responsabilidades».

Tendría que actuar mediante el «consenso», sin ser la expresión de grupos de estados más o menos desarrollados, y tendría que trabajar según el principio de la subsidiariedad, es decir interviniendo solo en donde los estados individuales o los organismos interregionales no son capaces de responder eficazmente.

El Vaticano también traza algunas de las características concretas que tendría que tener esta Autoridad, además de las decisiones que podría tomar.

Por ejemplo, se lee en el documento, ante la pérdida de legitimidad y de autoridad del Fondo Monetario Internacional (FMI), se propone un Banco central mundial, que regule el flujo y el sistema de los intercambios monetarios, tal y como los Bancos centrales nacionales.

Después, la comunidad internacional tendría que reflexionar sobre la introducción de «medidas para gravar las transacciones financieras» globales - como la Tobin Tax que propuso la Comisión Europea - para crear una «reserva mundial», que pueda «sostener las economías de los países afectados por la crisis, además del saneamiento de sus sistemas monetarios y financieros».

Autor: Alessandro Speciale

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