Para los que creen que no se puede generar un cambio, mientras se obedezca al magisterio de la Iglesia, aparece la figura histórica de San Francisco de Asís.
Un reformador obediente. El tuvo que enfrentarse a la corrupción interna de la curia romana, pues en aquel momento, era un órgano manipulado por las monarquías europeas, sin embargo, la manera en la que San Francisco, el fraile de los pobres, llevó a cabo la reforma de la Iglesia, es decir, el retorno al evangelio, no fue a través del odio y de la ruptura, desobedeciendo, hasta desgarrar la comunión de los creyentes, sino por medio de una vida congruente, capaz de haber cimbrado, incluso a los que se sentían amos y señores del mundo y, con ello, de la Iglesia.
En todo momento, San Francisco de Asís, buscó la aprobación del Papa, pues él sabía que se trataba del Vicario de Cristo, aún cuando tuviera que sufrir los efectos de la incomprensión. El santo de Asís, al darse cuenta de la realidad tan precaria en la que se desarrollaba la misión de la Iglesia, lejos de haberse quedado en las quejas de siempre, como hacen algunos progresistas, emprendió un verdadero proyecto, centrado en la nueva evangelización, predicando en las plazas, mientras atraía a muchos jóvenes y no tan jóvenes, despertando, en varios de ellos, el deseo de abrazar el espíritu franciscano. Fue un reformador en todo el sentido de la palabra, pues renovó la fe de los creyentes, a través de una vida que incomodó a los cómodos, es decir, a todos los que creían en una Iglesia estática y, a su vez, aferrada a una forma de ver y hacer las cosas, sin tomar en cuenta las palabras del evangelio.
La vida de San Francisco de Asís, nos enseña, que para poder mejorar las cosas, es decir, impulsar a la Iglesia en el desarrollo de su labor, no hay que desobedecer, buscando nuevos cismas, sino reconocer la voz del Papa y de los Obispos, pues ellos han recibido la autoridad, por parte de Jesús, para guiar a la Iglesia (Cfr. Mt. 16, 18-19). No se trata de ser irracionales o injustos, negando los problemas que existen en la actualidad, como los casos de abusos sexuales, cometidos por miembros del clero, sino de hacer una crítica constructiva, a partir de la propia vida, es decir, del testimonio personal, sin gastar nuestras energías en insultos o manifiestos, como el “Llamado a la desobediencia”, propuesto por algunos sacerdotes austriacos, que sólo generan desunión y falta de atención a lo que realmente vale la pena.
¿Quieres una Iglesia más humana?, entonces, a ejemplo de Francisco de Asís, empieza a conquistar la santidad. Más obras y menos quejas. Dios no quiere que te vuelvas un cismático para poder cambiar las cosas, sino que vivas el sentido del evangelio.
Carlos J. Díaz Rodríguez
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