Cuando a un hogar llega un niño, este niño convierte a la mujer en madre y al hombre en padre.
La madre va a ser la primera que va a transmitir su ser a este nuevo ser que les ha cambiado la vida. Ella será el primer sostén y será la primera en la boca del bebé, tanto en alimentarlo como expresarlo. La primer palabra que acostumbra a salir de la boca de un bebé es la de mamá. El primer sostén que los niños reciben en el hogar es desde su madre.
Además, la madre es la persona que primero se convierte en creadora de cosas para todo bebé, la madre es el primer vínculo de amor de todo ser humano. A partir de allí ese vínculo de dependencia de alguna manera queda como una marca para toda la vida, tanto para el niño como para la madre. Toda la vida será un ir de la madre al hijo y del hijo a la madre.
A lo anterior hay que añadir – afortunadamente - una tercera persona: el padre. Pues no hay hijo sin padre. El hijo es quien convierte al hombre en padre y se es padre cuando hay un hijo.
Un hogar formado por un padre y una madre es el mejor ámbito para crecer un hijo. Un hogar debe ser un lugar suficientemente bueno para crecer.
Los remedios contra el miedo y la violencia son la confianza, el cariño y el sostén que sepamos crear dentro del hogar: que sepamos vivir entre padres e hijos. Confianza, cariño y sostén es lo que harán de nuestros hijos, personas maduras. Y la madurez se alcanza cuando los actos de amor son actos concretos de confianza mutua. La confianza lleva a la formación como persona, a la educación como persona. Formación y educación que llevan al ser a llegar a ser.
Ese llegar a ser yo se expresa con características propias, diferentes de mis padres, buenas, malas, regulares, pero mías.
Todos los hombres tienen una patria. Pero la verdadera patria está en lo vivido en la infancia, que es lo que a uno lo marca para siempre. Allí a donde vaya, allí va con la marca de lo que ha sido en la infancia. La infancia es la verdadera patria. En la infancia está la base de lo que uno es.
Se logró que el hijo sea. Ahí está la siembra de los padres; los hijos son lo que en ellos se siembra y desde el ser de cada uno, de lo que es, se pasa al hacer y después se puede tener.
Del yo soy viene el yo hago y el yo tengo, tal vez por eso sería muy importante que la familia pregunte a sus hijos, ¿quién quieres ser? Y no tanto ¿qué quieres tener?
El tener es algo que viene después del ser y el hacer. El que centra y prioriza en su vida el tener nunca le alcanzará lo que tenga. Siempre estará insatisfecho. El tener absolutamente todo lo que uno desea lo único que causa es un taponamiento del verdadero ser humano, es un muro que impide ser feliz, es una valla que se interpone a la solidaridad entre los hombres. Impide entender el afecto entre los hombres.
El amor humano no tiene cabida, cuando hay en nosotros sólo el afán de tener, de juntar cosas, de tener más y más. En el hogar es donde se aprende todo esto.
Por último no quisiera dejar de remarcar los momentos de miedo que pasan en la actualidad las familias. Miedos de todos los colores. No vamos a mencionar a ninguno, porque no quiero dejar a ninguno sin mencionar, pero cada familia sabe muy bien cuales son sus miedos de hoy.
Una vez más recordemos que los remedios a los miedos y a la violencia necesitan de la confianza, el amor y el sostén, que hacen de la familia, del hogar, ese lugar suficientemente bueno para crecer.
§ Nada se puede hacer si no crezco.
§ Nada puedo cambiar si no crezco.
§ Nada puedo ser si no crezco.
El hogar es el mejor ámbito para crecer.
Salvador Casadevall
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