EL PAPA RECORDÓ A LOS OBISPOS AUSTRIACOS, ENTRE OTRAS COSAS, LA IMPOSIBILIDAD DE QUE UN SACERDOTE CONVIVA CON UNA MUJER
Las cabezas de las diócesis austriacas han sido llamadas a reportarse con el Papa, descontento por la manera como dejan pasar rebeliones y abusos. Mientras, en China hay obispos que obedecen más al gobierno comunista que a Roma. El obispo emérito de Hong Kong, el cardenal Zen, opina que la diplomacia vaticana tiene parte de culpa.
(Sandro Magíster/L'espresso) A fin de mes los obispos de la Fraternidad de San Pío X ordenarán nuevos sacerdotes y la Santa Sede ha confirmado que también estas ordenaciones serán consideradas ilegítimas. Pero los lefebvrianos cismáticos no son los únicos obispos que le preocupan a la Iglesia romana. En los días pasados los reflectores han estado sobre dos episcopados que por diferentes motivos también causan serias dificultades: el austriaco y el chino. El 15 y 16 de junio bajaron a Roma todos los obispos de Austria, llamados a reportarse con Benedicto XVI.
Se reunieron a puerta cerrada con el Papa y cinco jefes de la curia. Entre los cardenales presentes estuvieron: Giovanni Battista Re, de la Congregación para los obispos; William J. Levada, de la Congregación para la Doctrina de la Fe; Claudio Hummes, de la Congregación para el Clero; Zenon Grocholewski, de la Congregación para la Educación católica y Stanislaw Rylko, del Pontificio consejo para los laicos. Además participó en esta reunión el nuncio apostólico en Viena, Peter Stephan Zurbriggen.
El comunicado emitido al término del encuentro no lo dijo, pero durante dos días seguidos los obispos austriacos sufrieron severas llamadas de atención.
El Papa Joseph Ratzinger conoce Austria muy de cerca. Al inicio de su pontificado los obispos austriacos fueron de los primeros en ir donde él en audiencia. Y el 15 de noviembre del 2005, en la conclusión de la visita «ad limina» los reprendió bien. Los acusó de callar puntos importantes de la doctrina y de la moral cristiana por miedo a las protestas y a las burlas. Finalmente los exhortó a tomar el catecismo en mano y enseñarlo completo. Los conminó, literalmente, a «cambiar de ruta».
Después de tres años, evidentemente, la impresión de Benedicto XVI es que los obispos austriacos se han revisado poco o nada.
El paradigmático caso del párroco Wagner
También es una prueba lo que ocurrió en los meses pasados en la diócesis de Linz. Como obispo auxiliar de esta diócesis, el Papa había nombrado el 31 de enero a un párroco del lugar, Gerhard Maria Wagner, 54 años, con fama de conservador. Inmediatamente explotó la protesta de la opinión católica progresista, que le echó en cara al designado el triple delito de haber denominado años atrás al tsunami de Asia y el ciclón de Nueva Orleans como «castigos divinos», y a la saga de Harry Potter «maquinaciones diabólicas». De estas acusaciones irrisorias se pasó rápidamente a exigir que su nombramiento fuera revocado.
Lo feo, a los ojos de Roma, era que los obispos austriacos se cuidaron bien de no defender el nombramiento de Wagner, y así también una amplia parte del clero. También el arzobispo de Viena, el cardenal Christoph Schönborn, se alineó con la postura. La presión fue tal que Roma cedió. El 2 de marzo un lacónico comunicado vaticano hizo saber que el Papa había «dispensado» a Wagner «de aceptar el cargo de obispo auxiliar de Linz». Sorpresa final: uno de los jefes de la revuelta anti-romana, Josef Friedl, sacerdote de la diócesis de Linz, al declarar victoria también reveló que convivía con una compañera y que no tenía en cuenta para nada la obligación del celibato, con la aprobación de sus parroquianos y de otros sacerdotes austriacos, que como él también conviven, y con la tolerancia de los obispos.
Pero el caso Wagner era sólo la punta de un malestar más general. El comunicado final del encuentro del 15 al 16 de junio enlistó una serie nutrida de puntos críticos, referentes a la doctrina, la acción pastoral, la enseñanza del catecismo, el clero, los seminarios, las facultades teológicas.
Sobre este trasfondo, parece todavía más vistoso el contraste entre la timidez con la que los obispos austriacos gobiernan sus respectivas diócesis y, al mismo tiempo, su práctico acceso a la orgullosa pretensión de que sea la opinión pública la que designe a los nuevos obispos o la que ponga el veto sobre los que Roma nombra.
Otro contraste notorio se refiere al número uno de los obispos austriacos, el cardenal Schönborn (en la foto, junto al Papa). Pasa por amigo confiado del Papa Benedicto XVI, pero en su patria deja campo libre a las corrientes anti-romanas. Entre febrero y marzo, en la cima de la polémica contra la revocatoria de la excomunión a los obispos lefebvrianos, los obispos austriacos estuvieron entre los que menos se esforzaron en defender al Papa. El obispo de Salzburgo, Alois Kothgasser, sentenció que con Benedicto XVI la Iglesia «se está reduciendo a una secta».
En el encuentro del 15 al 16 de junio el Papa ha buscado traer de vuelta al orden a los obispos austriacos, como se intuye de este pasaje del comunicado final: «El Santo Padre ha resaltado la urgencia de profundizar en la fe y de la fidelidad integral al Concilio Vaticano II y al magisterio post-conciliar de la Iglesia, y de la renovación de la catequesis a la luz del Catecismo de la Iglesia Católica».
En cuanto al clero que convive con una mujer, valen para Austria las normas generales, de mayor severidad, establecidas por el Papa el pasado 30 de enero. Cuando un sacerdote convive con una mujer y continúa ejerciendo su ministerio, la Congregación Vaticana para el Clero tiene la autoridad de dimitirlo del estado clerical.
La situación de los obispos chinos
El caso del episcopado chino es más complicado. Aquí la jerarquía está dividida en una rama oficial, reconocida por el gobierno de Pekín, y una rama clandestina, privada de dicho reconocimiento. Esta segunda rama es muy fiel al Papa. Mientras que la oficial, con obispos designados por vía política, ha sido creada por las autoridades comunistas precisamente con la finalidad de separarla de la obediencia a Roma.
En los años pasados, muchos obispos oficialistas se amistaron con el Papa, con el tácito consentimiento del gobierno. En el 2007 Benedicto XVI, con una carta abierta a los católicos chinos, dijo a todos cómo proceder para sanar del todo la ruptura y traer a la entera Iglesia china a la comunión plena con Roma.
Pero últimamente las autoridades chinas han relanzado la política de separación. Y diferentes obispos oficiales han cedido a las presiones. El cardenal Joseph Zen Zekiun, obispo emérito de Hong Kong, hace una radiografía de la actual fase en una amplia entrevista del 16 de junio a «Asia News»: «El giro hacia la claridad no se ha dado. Más aún, a mí me parece que se está cayendo de modo preocupante en la pendiente de la concesión. El episodio más inquietante de esta continua concesión, que va contra las indicaciones del Papa, es la celebración del cincuenta aniversario de las primeras consagraciones episcopales ilegítimas. Si, como temo, esa celebración, prevista dentro del 2009, lograse obtener gran participación de obispos y de sacerdotes, sería el fin. Sería el completo desperdicio de todos los esfuerzos hechos en los años anteriores y un insulto al Santo Padre. Sí, sería justamente como darle una bofetada, porque sería como ignorar completamente su carta a los católicos chinos».
El cardenal Zen pide más atención vaticana
Pero el cardenal Zen dice más en la misma entrevista: «Ciertamente en China han hecho de todo para oscurecer la carta del Papa. Pero yo pienso que también de parte de la Santa Sede se debería haber dado más apoyo a la carta. La Santa Sede debería haber seguido más al Papa en la línea de la claridad. A mí me parece que ello no ha ocurrido».
El pasado 30 de marzo se reunió durante dos días, en el Vaticano, la comisión que Benedicto XVI instituyó en el 2007 para estudiar las cuestiones relativas a la vida de la Iglesia Católica en China. Hacen parte de esa comisión los jefes de los dicasterios de la curia romana competentes en materia y algunos representantes del episcopado chino y de las congregaciones religiosas.
El cardenal Zen, que participó en esta reunión y también en una anterior del 10 al 12 de marzo del 2008, considera que la secretaría de Estado vaticana cede a concesiones con las autoridades chinas, porque apunta a reanudar las relaciones diplomáticas: «Las relaciones diplomáticas por sí solas no arreglan todo. Más aún, pueden engañar, porque pueden dar la falsa impresión de que exista la libertad religiosa. La cosa más importante es la libertad religiosa, y ciertamente ella puede ser facilitada por las relaciones diplomáticas. Pero no es siempre verdad que cuando exista una exista necesariamente la otra. Más allá de todo, en este momento la posibilidad de que China instaure relaciones diplomáticas con el Vaticano parece menos probable porque las relaciones entre Pekín y Taiwán han mejorado notablemente».
Como hay división entre los obispos chinos en su relación con Roma, así también la política vaticana se presenta dividida. Por una parte está la línea del cardenal Zen y por otra la de la secretaría de Estado.
Esta segunda división se refleja también en las revistas católicas especializadas. La agencia «Asia News» del Pontificio Instituto para las Misiones Exteriores está con el cardenal Zen. La publicación mensual «30 días», dirigida por el ex jefe del gobierno italiano y ministro del exterior, Giulio Andreotti, está con la secretaría de Estado.
Publicado el 19 Junio 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario