Una clasificación sencilla agrupa las sectas en cuatro:
de origen cristiano, de origen oriental, neopaganas y satánicas.
El Card.
Ratzinger ha señalado el peligro de que el despertar religioso, si se carece de
la necesaria orientación y la necesaria formación, pueda cristalizar en formas
patológicas de religión. Esa patología no está monopolizada por las denominadas
«sectas»; pero, cuando cristaliza en un
grupo autónomo fundado por una especie de visionario, da lugar a lo que hoy en
día se conoce como secta: un subproducto religioso, un sucedáneo,
especialmente cuando se trata de un grupo compacto, y más aún cuando se le ve
como fanatizado.
No hay
una definición de secta comúnmente aceptada. Cada autor propone la suya, y
ninguna de ellas acaba siendo plenamente satisfactoria, ya que siempre hay
alguna, dentro del elenco, que no cumple todos los rasgos requeridos, mientras
que pueden quedar fuera otros grupos que sí los cumplen.
Sin
pretender incluir a todas, hay una clasificación sencilla, que agrupa las
sectas en cuatro grupos: de origen cristiano, de
origen oriental, neopaganas y satánicas. No se trata de compartimentos
estancos, ya que hay sectas que incluyen elementos de distintas procedencias.
En el breve panorama que sigue se dedica mayor espacio a las de origen
cristiano, tanto por su mayor cercanía con el catolicismo, como por el hecho de
que en Occidente son con diferencia las más numerosas.
SECTAS DE ORIGEN
CRISTIANO
En su
última definición de secta, Manuel Guerra incluye entre los elementos
definitorios el de no ser cristiana 2. A la vez, incluye a grupos como «Restauración de los Diez Mandamientos», reciente
protagonista de la masacre acontecida en 2000, en Uganda; o, en el ámbito
español, al grupo conocido como «El Palmar de
Troya». ¿No son o eran cristianos? ¿Qué hay que entender como «cristiano»?
Como señala
el mismo Prof. Guerra, pueden aceptarse, como requisitos mínimos para que un
grupo sea considerado cristiano, los que señaló en 1961 el Consejo Mundial de
las Iglesias: creer en la Santísima Trinidad y en la divinidad de Jesucristo, y
tener un bautismo válido. Aplicando este criterio, las principales sectas de
origen cristiano testigos de Jehová, mormones y la «Iglesia
de la Unificación», más conocida como «secta
Moon», no son cristianas. Pero algunas sí cumplen los requisitos, por lo
que conviene replantear el criterio.
Cabe
proponer una noción para las sectas de este apartado. Se trataría de un grupo
autónomo nacido de las doctrinas de un visionario que, a partir de elementos
cristianos, se centran en uno o varios de los siguientes rasgos:
– apocalíptico: el anuncio de un inminente fin del mundo, con cataclismo
universal;
– gnóstico: se descubre o recupera una sabiduría reservada para una
élite de iniciados o iluminados (el Evangelio queda para el vulgo);
– profético de una nueva era: el fundador trae la revelación de una
nueva etapa que «supera» a la que trajo Jesucristo consigo.
TESTIGOS DE JEHOVÁ
Con unos
cinco millones de integrantes, son la segunda secta más numerosa del mundo y la
primera en España. La creó Charles Taze Russell cuando, en 1913, anunció el fin
del mundo para el año siguiente, fecha que después se retrasó a 1918, 1925,
1941 y 1975. Ahora, escarmentados por el cataclismo interno que produjo el
fracaso de la última predicción, aseguran que será «en un futuro cercano» sin
precisar. Su doctrina se centra en el Apocalipsis. De los pasajes de los
«ciento cuarenta y cuatro mil sellados» (7, 4-17; 14, 1-6), y «el cielo nuevo y
la tierra nueva» (21, 1), deducen que hay una lista cerrada de 144.000 que van
al cielo (la tienen casi completa). Los demás que se salvan sólo ellos irán a
una tierra nueva (o a ésta renovada), para reinar con Cristo mil años. Esto es
el núcleo de lo que predican.
El resto
es, sobre todo, un código de conducta con base en la Biblia, forjado sobre todo
por el sucesor de Russell, Joseph Franklin Rutherford, y vigilado rígidamente
por la cúpula de la organización, con sede en Brooklyn (Nueva York). La parte «dogmática» es muy simple: no hay una Trinidad en Dios, no hay gracia, ni sacramentos (hay un
bautismo ritual, pero no sacramental). Fuera de algunos ritos simples
bautismo, matrimonio, funeral sólo tienen sesiones de explicación de la Biblia.
Rutherford
organizó la secta con estructura piramidal y una gran burocracia. En la sede
central trabajan más de dos mil personas, con un Presidente asistido por un «Consejo de Ancianos». Ellos interpretan la Biblia
se les considera inspirados, y transmiten sus directrices por medio de varios
escritos, entre los que destaca la revista Atalaya. Se les debe seguir
ciegamente, aunque cambien doctrinas o preceptos; aunque den una explicación
tan peregrina al fracaso de la última fecha del fin del mundo, como que no se
había calculado bien el tiempo que medió entre la creación de Adán y la de Eva;
aunque estén retirados de circulación incluso los escritos de Russell, su
fundador. Por lo demás, viven en un ambiente de autosegregación, a la vez que
dedican todo el tiempo posible a propagar la secta, sobre todo con visitas
domiciliarias.
MORMONES
La secta
más numerosa, con más de seis millones de adeptos, la constituyen los mormones.
Aunque el nombre oficial, «Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Últimos Días», hace referencia a un origen de signo
apocalíptico, desde hace tiempo el énfasis está puesto en el «profetismo» de una nueva era. El mormonismo está
centrado en un supuesto «tercer testamento» bíblico
que traslada el centro de gravedad de la redención obrada por Jesucristo a
Norteamérica: el «Libro de Mormón». Joseph
Smith (1805-1844) aseguró haberlo recibido en planchas de oro de un ángel, que
se lo llevó tras haberlo traducido. Subdividido en varios libros, narra los
avatares de un nuevo pueblo los «nefitas» que
Dios quiso hacerse a partir de un judío emigrado a la nueva tierra prometida
Norteamérica poco antes de la cautividad babilónica. Ellos eran las «otras ovejas que no son de este redil» a que hace
referencia el Evangelio de San Juan (cfr. 10, 16); y fueron visitados por
Jesucristo resucitado. Al final, en el siglo V acabó desapareciendo a manos de
sus enemigos sempiternos, los «lamanitas». Con
la Iglesia que iniciaron los Doce desfigurada y corrompida siempre según la
visión de Smith, y el final de los nefitas, se llegó a un punto muerto, del
cual les sacaría él. Smith aseguraba que todos sus movimientos y palabras
estaban inspirados por Dios: incluso las esposas
que tomaba estaban señaladas por las alturas. Tomó más de treinta, hasta
que fue linchado por una multitud en Carthage (Illinois).
A pesar
de que Smith profetizó que la «nueva Sión» estaría
en Missouri, su sucesor, el inglés Brigham Young, emigró en 1844 hacia el Oeste
con todos sus seguidores. Al llegar a un valle con un lago salado, decidió que
allí se quedarían. Así nació el embrión del Territorio luego Estado de Utah. El
desarrollo de los mormones fue posible por disponer de un territorio amplio
donde poder consolidarse sin ser molestados.
Young
organizó el mormonismo y, a la vez despejó cualquier ambigüedad sobre el
carácter cristiano del grupo. Para él, Jesucristo es un profeta, pero no el
Hijo de Dios. El mor monismo sostiene la existencia de un doble sacerdocio: el de Aarón y el de Melquisedec, que se adquieren
gradualmente; y un bautismo, no considerado sacramental. En el terreno
moral, han abandonado con la excepción de algunos disidentes la poligamia, y
son fervientes defensores de la institución familiar. Su moral es austera, e
incluye un servicio misionero de dos años para todos los jóvenes varones. Se
financian con los diezmos de los miembros y las inversiones que hacen con
ellos; así pueden costearse magníficos edificios como el reciente de Moratalaz
(Madrid), una especie de catedral para la Península Ibérica que incluye
estudios genealógicos que permitan «rescatar» difuntos.
GNÓSTICOS
Se trata
de grupos con carácter esotérico, dirigidos sobre todo a la élite capaz de
conectar con la «gnosis», la sabiduría
oculta al vulgo.
En los
países de habla hispana, la secta de este tipo más extendida, aunque con
escisiones internas, es el llamado Movimiento Gnóstico Cristiano Universal (se
presenta también con otros nombres). Pretende continuar los gnosticismos del
siglo II (Marción o Basílides), cuyo supuesto cristianismo no era más que un
aglutinante de elementos tomados de casi todas las religiones conocidas,
integradas en una cosmovisión fantástica, pre sentada como la sabiduría
superior. Sus pretendidos continuadores no van a la zaga en cuanto a la
fantasía: cuentan hoy con más elementos de los que
echar mano. Así, en un manifiesto suyo se lee: «Recordad,
hermanos Gnósticos, que en la Gnosis del Cristo Cósmico está la Síntesis
práctica de todas las Yogas, Logias, Órdenes, Religiones, Escuelas, Sistemas,
etc., etc., etc.» Los Evangelios serían así la síntesis de toda la
sabiduría superior… siempre que se lean en clave gnóstica. El Movimiento lo
creó en 1954 el colombiano Víctor Manuel Gómez Rodríguez, que, asegurando ser
la última reencarnación de sabios que se remontan al «arcángel
Samael», se hizo llamar «Venerable Maestro
Samael Aun Weor». A punto de morir, en 1977, declaró que su alma pasaba
a su seguidor Joaquín Enrique Amórtegui Valbuena, el «Venerable
Maestro Rabolú».
Donde
realmente reside su doctrina es en los escritos de Gómez. Según él, Cristo era
un esenio, estudió en la pirámide de Kefrén y viajó al Tibet. En cuanto a sus
esoterismos, cabe destacar que la gnosis pretende cambiar el «cuerpo molecular» que corresponde al «Cuerpo Lunar» el nuestro- por un «cuerpo astral» o «Cuerpo
Solar». Para conseguirlo cuenta con la «Liturgia
Solar», uno de cuyos componentes centrales es el llamado «Maithuna», definida como una «magia sexual». No se trata de algo accidental: «Los Cuatro Evangelios se lee en el citado manifiesto-
son Gnósticos y no se podrían entender sin el Maithuna». Huelga decir el
cariz en el que desemboca semejante «liturgia».
SECTAS DE ORIGEN
ORIENTAL
Cuando en
las religiones orientales surgen grupos alrededor de un líder «iluminado» y se «exportan»
al mundo occidental, suelen ser catalogados como secta. A menudo
incorporan algún elemento cristiano, pues son religiones muy sincretistas.
Aunque
últimamente estén cobrando mayor importancia los grupos budistas, son los de
raíz hinduista los que más se han introducido en Occidente. En los años 50, con
la independencia de la India, el fervor nacionalista se tradujo en un revival
religioso. A finales de los 60, algunos gurús se trasladaron a Occidente en
particular, a Estados Unidos. Coincidió con la contracultura de la «generación del 68», con el mundo hippy y el gusto
por lo exótico, y tuvieron por ello bastante aceptación. Actualmente este
fervor hinduista se ha apagado mucho: apenas vienen nuevos gurús y las
organizaciones ya creadas sufren un fuerte eclipse. Cuando desaparece el
fundador, no hay nadie capaz de sucederle con éxito. Muchas han desaparecido;
aquí mencionaremos las dos principales que permanecen.
HARE KRISHNA
A pesar
de la imagen popular que los asocia a una charanga callejera, se trata de uno
de los grupos más evolucionados dentro del hinduismo, tanto por rechazar las
castas por nacimiento como, sobre todo, por defender un claro monoteísmo que
cree en un Dios único y personal, cuya denominación más apropiada es la de
Krishna. Por lo demás, presenta los ingredientes habituales de esta tradición
religiosa: karma, reencarnación, dieta vegetariana,
monaquismo hinduista (en comunidades llamadas ashram), etc.
El grupo
lo creó el gurú Srila Bhaktivedanta Prabhupada, que a los sesenta y nueve años
se presentó en Nueva York y empezó a cantar su mantra su letanía, que empezaba
con las palabras Hare Krishna3: era el año 1965.
Cobró fuerza, pero entre sus miembros abundaban drogadictos y gente con otras
lacras, en muchos casos con el sincero deseo de redimirse con la meditación del
gurú. Esta circunstancia ha sido fuente de problemas casi desde el
principio. Llegó a haber casos de verdadero gangsterismo y tráfico de drogas,
sin que Prabhupada, un asceta con pocas dotes de gobierno, pudiera evitarlo. A
su muerte, en 1977, le sucedió un órgano colegiado, que a duras penas pudo
conseguir que la organización sobreviviera. Pero no ha vuelto a ser lo que era,
y han tenido que sufrir disgustos continuamente.
MEDITACIÓN
TRASCENDENTAL
Su
creador, Maharishi Mahesh Yogui, aún vive. Antiguo monje en el Himalaya, en
1957 funda un grupo llamado Movimiento de Regeneración Espiritual, y aparece en
Estados Unidos. Tiene poco éxito; pero Maharishi empieza a demostrar sus dotes
de personaje hábil y relanza la organización con un ropaje secular,
pseudocientífico. Nacía así Meditación Trascendental, como una técnica
(supuestamente compatible con cualquier religión) dirigida, sobre todo, a
conseguir un «burbujeante bienestar» y
liberar del stress. En realidad se trata de una serie interminable de cursos
que introducen progresivamente en la religión hindú, sin que en los primeros
pasos el iniciado sea consciente de ello (repite, por ejemplo, unas palabras en
sánscrito sin saber que son invocaciones a deidades hindúes), Maharishi
justifica este modo de proceder diciendo que «Occidente
no está todavía preparado para la verdad».
A pesar
del complejo entramado (incluso con «universidades védicas») que ha montado
Maharishi con el centro religioso en la India; el administrativo, en Estados
Unidos; y el financiero, en Suiza; sin que aparezca oficialmente Maharishi en
ninguna parte, su credo, panteísta, es bastante sencillo: el mundo se rige por una
fuerza cósmica impersonal, con la que se trata de fundirse. De momento la
organización sigue en activo; pero, para asegurar la continuidad, necesita un
hábil sucesor que no aparece por ninguna parte.
SECTAS NEOPAGANAS
Este
apartado incluye un mosaico de grupos, casi todos de tamaño reducido, y la
mayoría con pretensiones de restaurar cultos de antiguas civilizaciones
paganas. En otros casos, se trata de resucitar antiguos gnosticismos paganos.
Bastantes son sectas «de fin de semana»: grupos que se reúnen para sus
celebraciones, sin que tenga mayor trascendencia su pertenencia a la secta.
Suelen
catalogarse como «sectas del New Age», lo
cual sólo parcialmente es verdad. En varios casos existe esa coincidencia, de
modo particular en las llamadas «sectas druídicas»,
con unos ritos que vienen a manifestar, en su versión moderna, un culto a la «diosa naturaleza», y un folklore celta. Son
grupos pequeños, que a veces se juntan en una especie de federación. Los grupos
mayores tienen muy poco que ver con la «New Age».
MOVIMIENTO HUMANISTA
El
argentino Mario Rodríguez Cobos (n. 1938), conocido como «Silo», había sido Presidente de las juventudes de
Acción Católica en Argentina. Apostató en los años 60, adhiriéndose a la
ideología del comunitarismo autogestionario, con una sociedad fraternal utópica
mezcla de socialismo y anarquía como horizonte. Este naturalismo ateo no crea
una secta. Pero Silo añadió elementos ocultistas y teosóficos, proponiendo unas
«técnicas», individuales y de grupo, para
conseguir una especie de superhombre. Se pretende que el «movimiento» sea compatible con cualquier
religión. En realidad, la única «religión» que
cabe es el pensamiento de Silo, elaborado en buena parte por el chileno Bruno
von Ehremberg (alias H. van Doren). Su moral es muy laxa, con un hedonismo mal
disfrazado de principios altruistas.
Silo
lanzó el grupo en 1969, con un discurso que sus partidarios califican de «nuevo
sermón de la montaña» del «mesías de los Andes». Buen organizador, ha creado
una estructura piramidal en cuya base están células poco numerosas. Ha cambiado
el nombre del grupo varias veces. Cuenta con unos veinte o veinticinco mil
adeptos en el mundo.
IGLESIA DE LA
CIENCIOLOGÍA
Este
singular grupo nació a raíz de un libro, Dianética, que su fundador, el
estadounidense Lafayette Ronald Hubbard (1911-1986), escritor de novelas de
ciencia-ficción, publicó en 1950. Se trataba de un curanderismo revestido de
modernidad: anunciaba la curación de todos los males físicos o psíquicos por
medio de un revolucionario método de control mental sobre el cuerpo. El libro
tuvo éxito, y Hubbard empezó a practicar su método. No tardó en ser acusado de
intrusismo por los profesionales de la psiquiatría. Para evitar una condena,
convirtió (1954) esa práctica en religión: la
«Iglesia de la Cienciología».
Es una «iglesia» sin Dios. El grupo se dedica a vender el
método de Hubbard: una serie de masajes, vitaminas
en cantidad, y una larga serie de entrevistas con un «auditor» equipado con una
especie de detector de mentiras. En el fondo, laten algunos conceptos
adquiridos por Hubbard en sus viajes a oriente: se
trataría de liberar los «espíritus puros» (thetanes) que hay en el hombre, de
los principios de corrupción o engramas.
La
cosmovisión de Hubbard refleja su anterior profesión. Es una fantasía de
imperios galácticos, donde este mundo, en franca decadencia, está abocado a la
destrucción, si no fuera por la cienciología. Con estas ideas, Hubbard creó una
compleja organización, donde se intercalan entidades de supuesta finalidad
religiosa con otras civiles 5, bajo la vigilancia de una élite de tono
paramilitar, con uniformes al estilo de la marina.
SECTAS SATÁNICAS
El
satanismo moderno comenzó en la corte de Luis XIV. Entre sus ritos destaca la
llamada «misa negra». Es una antirreligión,
y de modo particular un anticatolicismo, que rinde veneración al demonio. El
segundo componente básico del satanismo, los conjuros de magia negra, tiene hoy
como principal referencia las obras del brujo inglés Aleister Crowley
(1875-1947).
Una
pléyade de grupos, la mayoría pequeños y cerrados, siguen unos patrones
comunes, pero sin uniformidad. Los más conocidos y numerosos son los menos
radicales, con ambigüedad en sus creencias: se trataría de actuar como si el
demonio existiera en los ritos y conjuros, y como si no existiera en el resto.
Aparte de su atractivo para mentes psicópatas, lo que atrae a sus miembros es
el gusto por lo aberrante, el afán de poder y el resentimiento. Su figura más
representativa es Anton Szandor LaVey (1930-1977), un antiguo organista y
domador de circo que fundó en 1966 la llamada «Iglesia
de Satán» y escribió la Biblia satánica. Se trataba de una especie de «secta por correspondencia» que, a cambio de una
suscripción pagada, proporcionaba el material y el asesoramiento necesarios para
que el afiliado pudiera organizar ritos satánicos. Llegó a contar con más de
diez mil miembros, aunque no salió de Estados Unidos.
Más
discretos y radicales son otros grupos, como los satánicos «paládicos», que tienen clara conciencia de adorar
al demonio y son los responsables de lo peor del satanismo (incluido, en
ocasiones, algún sacrificio humano).
LAS SECTAS EN ESPAÑA
Como no
hay estadísticas al día y teniendo en cuenta el cambio continuo, los datos son
sólo aproximados.
Hay en
España actividad de algo más de doscientas sectas, que suman unos ciento cincuenta
mil adeptos. Es una cifra que apenas ha sufrido alteraciones en bastantes años;
pero eso no significa que sean las mismas personas que hace, por ejemplo,
quince años; en muy buena proporción, son distintos.
Las de
origen cristiano son las más numerosas. Una de ellas agrupa a casi dos tercios
de los integrantes de sectas: los testigos de
Jehová. Llegaron a superar los 100.000; pero desde hace menos de un
lustro su número experimenta un lento pero continuo declive, a razón de un 3%
anual aproximadamente. Actualmente su número debe estar entre 90.000 y 95.000
miembros.
Siguen en
importancia los mormones, con una cifra de unos 20.000 prácticamente estancada,
no obstante los esfuerzos del grupo por implantarse, como muestra el gran
edificio que inauguraron hace un año en Moratalaz (Madrid). El resto de los
grupos son mucho más reducidos. Sólo el Movimiento Humanista de «Silo» supera los mil integrantes.
La
Iglesia de la Unificación del «reverendo Moon» y
la Iglesia de la Cienciología, a pesar de haber protagonizado fuertes
inversiones en España, no llegan al millar de adeptos, salvo que se considere
tales a quienes reciben algún cursillo. Recientemente, el primero de estos
grupos ha conseguido figurar en el Registro de entidades religiosas del
Ministerio de Justicia; el segundo lleva varios años intentándolo.
Las
sectas de origen oriental están actualmente muy apagadas en España. Los Hare
Kris-hna mantienen todavía su ashram comunidad monástica en Brihuega
(Guadalajara), llamado Nueva Vrajamandala, sin el vigor de hace veinte años.
Meditación Trascendental, el grupo más activo dentro de este tipo, mantiene
algunos establecimientos, pero sin un crecimiento significativo.
En cuanto
a sectas neopaganas y gnósticas, sólo el Movimiento Gnóstico Cristiano se
acerca al millar de adeptos.
Las
sectas satánicas son bastantes, todas ellas poco numerosas. Hay unas cincuenta
identificadas, pero posiblemente funcionen el doble, sin que superen los tres
mil integrantes en total.
Estas
cifras suponen que el número de integrantes de sectas en España no llega al
0,5% de la población. Es una cifra alejada del 1,5% que constituye la media
europea. Y, en la actualidad, su dinamismo es menor que hace veinticinco años.
El dilema en España en el terreno religioso se da entre la fe y la increencia,
sin que influya mucho el atractivo de grupos religiosos exóticos o novedosos.
J.V.-H.
SECTAS Y MANIPULACIÓN
Está bastante
difundida la teoría según la cual la eficacia de las sectas estriba en el
empleo de «técnicas de manipulación mental», con
las que controlan la voluntad y la conducta del adepto.
El
argumento es viejo. Ante fenómenos incomprensibles, siempre se ha recurrido a
poderes ocultos como explicación. En el siglo XIX, ante las evidentes dotes de
seducción de Joseph Smith, creador de los mormones, ya se hablaba de «brujería». Ya en la segunda mitad del siglo XX,
se empezó a utilizar una expresión acuñada por el periodista británico Edward
Hunter para referirse al tratamiento recibido por los prisioneros
norteamericanos de la guerra de Corea: «lavado de
cerebro». En los 80 emerge la era de los ordenadores, y se empieza a
hablar de «programación». Tras algunos reveses
sufridos cuando se intentaba contrastar científicamente esas teorías, ahora se
tiende a utilizar una terminología algo menos comprometida: «técnicas de control mental».
El
principal de esos reveses tuvo como escenario los Estados Unidos. Cuando el organismo
profesional de psiquiatras y psicólogos, la American Psychological Association
(APA), se interesó por el tema y estudió el informe de un equipo dirigido por
la principal defensora del empleo de esas técnicas, Margaret Singer. El
dictamen, que vio la luz en 1987, es contundente: el
APA «no puede aceptar el informe del equipo. En
general, el informe carece del rigor científico y del aparato crítico
contrastado necesarios para el imprimatur del APA». Por si fuera poco,
el dictamen «solicita que los miembros del equipo
de estudio no distribuyan ni publiquen el informe sin indicar que éste es
inaceptable para el Consejo».
¿POR QUÉ ENTONCES SIGUE
HABIENDO QUIEN SE AFERRA A ESTAS TEORÍAS? HAY DOS FACTORES PRINCIPALES QUE
CONFLUYEN.
Algunos
padres y familiares de jóvenes que se han ido tras un grupo sectario, están
predispuestos a aceptar cualquier teoría que les exonere de culpa, y no les
lleve al «descubrimiento» de que quizás han
dado una educación en la que los valores religiosos y el sentido trascendente de
la vida estaba ausente, y el joven ha ido a buscarlos a otra parte.
Junto a
ellos está un grupo de psicólogos conductistas, para quienes cualquier verdad
no empíricamente comprobable carece de sentido, y tienden a ver una
manipulación en cualquier educación seria en valores. (Para quienes no existe
una verdad religiosa, tratar de difundirla supone una imposición que califican
de sectarismo). Suelen autopresentarse como los únicos expertos en la materia,
y a menudo parece que su enemigo es la religión entendida como una fe; las
sectas son sólo su eslabón más débil.
Pero, ¿cómo consiguen abrirse paso ideas tan poco razonables
como las que suelen predicar las sectas? Dejando aparte algunos grupos
esotéricos -una constante minoritaria en todas las épocas-, lo que sucede es
que vienen a rellenar un vacío: el que se crea cuando falta fe o falta
convicción en lo que se cree. El sucedáneo aparece cuando el producto auténtico
está ausente; cuando vuelve, el sucedáneo desaparece con la misma rapidez con
la que entró en escena.
Revista Palabra
Por Julio de la Vega-Hazas Ramírez, maestro de Antropología de la
Universidad Complutense de Madrid.
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