Miguel tocó ayer un
tema acerca del estilo de los diálogos en la obra de Valtorta que me parece de
una gran profundidad y seriedad. Así que mañana lo abordaré con la extensión
que merece.
Pero hoy, por fin, ¡gracias Karina!, una querida lectora me ha
enviado el texto que sabía que había leído, pero que no logré encontrar. Un
texto acerca de la suerte eterna de Judas.
Pongo el texto sin dar más
referencias, porque los que tengáis la versión online, con el buscador podréis
encontrar el lugar con rapidez en el tomo VII. (Corrección: Llevo un rato buscando esta
cita, pero no la encuentro. Pero es correcta la cita, la leí. En cuanto la
encuentre, pondré aquí la referencia.) El texto que buscaba yo para
mi reflexión sobre la eternidad del infierno es el que marco en granate.
Comienzo de la larga cita:
«Dice Jesús: “Horrible muerte, pero no inútil. Muchos creen que Judas
haya cometido una acción insignificante. Algunos han llegado a decir que fue un
benemérito porque sin él la Redención no se hubiera realizado, y que, por esto,
está justificado a los ojos de Dios.
En verdad os digo que si el
Infierno no hubiera existido antes, con una existencia perfecta en cuanto a los
tormentos, habría sido creado para Judas, incluso mucho más horrible y eterno.
Porque de todos los pecadores condenados él es el más réprobo y pecador; y para él no habrá,
para siempre jamás, mitigación en su condenación.
El remordimiento habría podido
incluso salvarle, si hubiera hecho del remordimiento un arrepentimiento. Pero
no quiso arrepentirse, sino que al primer delito de traición —del que todavía
la gran misericordia que es mi amorosa debilidad podía compadecerse—, unió
blasfemias, la resistencia a las voces de la Gracia, que le hablaban por mi
mirada, por medio de los restos de la Eucaristía instituida, de las palabras de
mi Madre. Él resistió a todo. Quiso resistir, de la misma manera que quiso
traicionar y quiso maldecir y quiso suicidarse. La voluntad es la que vale en
las cosas, ya sean buenas ya malas. Yo perdono cuando alguien cae sin
voluntad de caer.
Fíjate lo que pasó con Pedro. Me
negó. ¿Por qué? No lo sabía claramente ni
siquiera él mismo. ¿Fue Pedro culpable? No.
Mi Pedro nunca lo fue. Ante los soldados y guardias del Templo tuvo el valor de
atacar a Malco para defenderme y se puso en peligro de que le hubieran matado
por ello. Luego huyó, por falta de voluntad. Después me negó, sin tener la
voluntad de hacerlo. Bien supo después permanecer y seguir adelante por el
camino sangriento de la Cruz, por mi camino, hasta llegar a su muerte de cruz.
Bien supo después dar testimonio de Mí, hasta el punto de que le mataron por su
fe intrépida.
Su negación fue el último
extravío de su flaqueza humana. Pero la voluntad espiritual no estaba presente
en esos momentos. Oprimida bajo el peso de la debilidad humana, dormía. Cuando
despertó, no quiso permanecer en el pecado y quiso ser perfecto. Le perdoné enseguida.
Judas no quiso”».
P. FORTEA
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