Aprendiendo a defenderse de
las agresiones sobrenaturales.
La tentación es esa situación
en que la voluntad tiene que elegir entre dos opciones, y sabe que una opción
es buena y otra mala, pero se siente atraído a escoger la mala. Sabe que es la
mala, pero por alguna razón se siente atraído a escogerla.
En la tentación hay tres
actores, nosotros mismos que somos tentados incluso desde nuestro interior, el
demonio que nos puede tentar y Dios que permite las tentaciones.
Pero con tentación o sin ella
el enemigo siempre nos ataca en la misión que Dios nos da.
Es común que quienes han
recibido una misión de Dios para su vida, una promesa del Señor, una palabra
profética para su vida, cuando tratan de seguir ese camino que se les
profetizó, se encuentran con infinidad de trabas y problemas.
Y
esto sucede porque la misión que Dios les encomendó, la profecía sobre sus
vidas, siempre conlleva a una guerra espiritual con el maligno, que trata de
entorpecer su camino y el de Dios. La misión y la profecía que hay detrás,
llevan entonces a una guerra espiritual.
Comencemos viendo las tentaciones de acuerdo a la Summa Demoníaca del padre Jose
Antonio Fortea.
¿CUÁNTAS TENTACIONES PROCEDEN
DEL DEMONIO?
No
hay nadie que pueda decir cuántas tentaciones proceden del demonio y cuántas de
nuestro interior. Pero parece razonable pensar que la mayor parte de las
tentaciones proceden de nosotros mismos.
No
necesitamos a nadie para ser tentados. Basta la libertad para poder usarla mal. Basta tener que tomar una
decisión en una elección para optar conscientemente por la decisión errónea. Conscientemente,
sin paliativos, sin poderle echar la culpa a nadie, más que a nosotros mismos.
Es
cierto que el demonio tentó a la primera mujer. Pero sin demonio hubiéramos podido pecar igualmente. La tentación no
necesita del demonio, se basta a sí misma. Si no, ¿quién tentó al demonio?
La tentación que nos proviene
del demonio no se distingue en nada de nuestros propios pensamientos, ya que el demonio tienta infundiendo en nosotros especies
inteligibles. Es decir que el demonio introduce en nuestra inteligencia,
memoria e imaginación objetos apropiados a nuestro entendimiento que en nada se
distinguen de nuestros pensamientos.
Una especie inteligible es justamente eso, lo que hay en nuestro
pensamiento cuando ejercitamos la acción de pensar. Desde imaginar la imagen de
un árbol, resolver una acción matemática, desarrollar un razonamiento lógico,
componer una frase, todo eso son especies inteligibles. Las producimos nosotros en el interior de
nuestro espíritu racional, pero un ángel también puede producirlas y
comunicárnoslas silenciosamente.
Entre los hombres comunicamos nuestras especies inteligibles sobre todo
con el lenguaje. Aunque también podemos hacerlo por ejemplo con la pintura o la
música. Pero siempre a través de un medio externo. Mientras que el ángel puede
transmitirnos esa especie sin necesidad de medio alguno. Por eso no hay manera de distinguir lo
que viene de dentro de nosotros, o de un ángel, de un demonio o de Dios
directamente.
Ahora bien, las
personas que llevan muchos años esforzándose en la vida espiritual con una vida
de oración muy intensa, pueden advertir que hay tentaciones que aparecen con
una intensidad bastante sorprendente, sin
que, además, tengan ninguna causa razonable, y que pueden llegar a ser de una
persistencia extrañísima.
Por poner un ejemplo, es lógico
que la lectura de un libro contra la fe produzca tentaciones contra le fe,
pero si esa tentación aparece de
pronto, muy intensa e insistiendo durante semanas y semanas, todo eso puede ser
señal de que es una tentación del demonio. Pero ni aún así podemos estar
seguros.
Como
norma general se podría decir que las tentaciones sin causa razonable, muy intensas y persistentes, se
puede sospechar que son del demonio. Pero con unas características tan vagas
nunca podremos estar seguros al cien por cien.
A los sacerdotes nos llegan personas de intensa vida de oración y
que sin haber tenido nunca ningún problema psicológico,
de pronto un buen
día les vienen pensamientos de blasfemar contra Dios, de pisar un crucifijo y cosas parecidas. Si esas
perturbaciones son crónicas, es razonable pensar que provienen de enfermedad.
Pero si su aparición es
repentina y la persona parece sana de mente, entonces hay razón para sospechar
que sean tentaciones provenientes del demonio.
El psiquiatra que haya leído esta explicación seguro que pensará que lo
descrito se debe a un proceso de acción-reacción. A tales psiquiatras queremos
decirles que conocemos perfectamente esos mecanismos del subconsciente, pero
también les recordamos que el demonio también existe. Y esto queda más claro
cuando esa tentación obsesiva desaparece de pronto un buen día sin volver a
aparecer nunca. Las
tentaciones del demonio nunca son crónicas. Y
por vehementes que sean cuando desaparecen no dejan la más leve secuela en la
psique que las padeció.
¿PUEDE TENER EL DEMONIO ALGUNA
TÁCTICA AL TENTARNOS?
El demonio es un ser inteligente, no es una fuerza o una energía. Por
tanto hay que entender que la tentación intenta ser un diálogo. Un diálogo
entre la persona que resiste y el tentador. Solo si la persona se resiste a considerar la
tentación, entonces la tentación es simplemente insistencia por parte del demonio, pero sin respuesta
nuestra.
Pero el demonio puede estar a nuestro lado durante mucho tiempo,
analizarnos, conocernos y tentarnos justo por nuestro punto más débil. El demonio puede ser
extraordinariamente pragmático. Es decir, sabe las posibilidades de éxito que
tiene y puede tentar justo solo en aquello que sabe que tiene alguna
posibilidad.
Si
percibe que una persona no va a caer en un pecado grande puede tentar a que
cometa algo menor. Si sabe que ni siquiera eso va a conseguir, puede tentar solo a que
cometa algo que es imperfección, ni siquiera pecado. Y dentro del campo de la
imperfección tentará a aquello que sepa que es posible.
Por ejemplo, sabe que tentar a
la gula a un asceta puede ser perder el tiempo. Pero a lo mejor sabe que tiene
posibilidades de éxito si le tienta a excederse en el ayuno. Y si ve que
por ahí tiene éxito intentará tentarle a que se exceda en el ayuno justo en el
modo que más favorezca su soberbia o en el modo que peor sea para su salud,
etc.
Otro ejemplo, si
sabe que no tiene sentido tentar a una monja a que deje la oración, a lo mejor
ve que lo mejor es tentarle a prolongar el tiempo de oración a costa del
trabajo que tiene obligación de hacer. En
otras ocasiones el demonio puede ver que más que tentar a pecar, puede ser más
realista tratar de conseguir que el alma crea que ya no tiene que obedecer a su
confesor puesto que es un hombre menos espiritual que ella misma.
El demonio no tienta a la buena de Dios, sino que analiza y ataca donde
ve que tiene alguna posibilidad. Y normalmente él tiene alguna
posibilidad donde justamente el hombre virtuoso cree que tiene menos
posibilidades.
He puesto ejemplos de tentaciones dirigidas a hombres de oración y
ascéticos, porque el
hombre entregado al vicio es un hombre sin protección, sin la protección de las
virtudes.
Sin esas corazas, todo su espíritu presenta múltiples flancos
desguarnecidos, expuestos a la acción de las tentaciones. Sin Dios que
protegiese a esas almas, cualquiera de ellas sería pasto del fuego de sus
propias pasiones azuzado por la acción de los demonios. Por eso pedimos en el
Padre Nuestro y líbranos del Mal. Esto demuestra que aunque dispongamos de la libertad para resistir,
conviene que le pidamos al Creador que nos proteja.
Por esto el Señor nos ha
puesto un ángel custodio o ángel de la guarda, para que las inspiraciones
malignas sean compensadas por las inspiraciones al bien.
Además,
si uno es tentado y ora, la tentación desaparece. Es incompatible la tentación
con la oración.
La oración
crea primero una barrera contra la tentación, pues nuestra voluntad y nuestra
inteligencia se centran en Dios. Y si insistimos un poco más, el demonio no
puede resistirla y huye.
¿PUEDE DIOS TENTAR?
Que
nadie al ser tentado diga: “de Dios me viene la
tentación”, pues Dios
no puede ser tentado para el mal, ni Él tienta a nadie. Santiago 1, 16
Este versículo nos enseña dos cosas: la primera, que Dios no puede ser tentado. Porque ¿qué puede ofrecer la tentación a Dios
que no tenga? ¿Qué disfrute, qué placer, qué gozo que no posea ya? En Dios la
tentación es metafísicamente imposible pues esta no tiene nada qué ofrecerle.
La segunda cosa que nos enseña este versículo es que Dios no tienta a nadie. Dios es bueno, por eso no puede tentar nunca al
mal. Dios solo puede conducir hacia el bien, nunca presentarnos el mal como
bien, nunca inducirnos a error.
Si Dios no puede ser tentado,
¿por qué el Diablo tentó a Jesús? Pues porque Dios hecho hombre sí que podía
ser tentado. Así también es imposible que Dios sufriera, pero
Dios encarnado sí que podía sufrir.
¿POR QUÉ DIOS PERMITE LA
TENTACIÓN?
Si
Dios no tienta, ¿por qué la permite? La respuesta la tenemos en versículo que dice:
Considerad como perfecta alegría, hermanos míos, cuando os veáis
cercados por diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce
constancia. Santiago 1, 2.
Sin tentación no existiría esa
constancia de la virtud que resiste una y otra vez contra toda seducción
tentadora. Dicho de otro modo, hay determinados tipos de
virtudes que jamás podrían existir sin haber resistido la tentación. Es más,
cuanto más dura sea la prueba mayor será la luz de esa virtud al sobreponerse a
esa tentación.
Esto nos lleva a pensar lo siguiente: Dios podría haber contenido a los demonios de manera que nunca hubieran podido interferir en
la historia de los hombres. Pero Dios sabía que los demonios, aunque por un
lado fueran causa de males, también serían ocasión de mayores bienes, pues serían ocasión de que la virtud fuera más
valiosa.
En cierto modo, podríamos decir que aceptó la posibilidad de que hubiera más oscuridad
en este mundo si con ello se lograba que la luz fuera más pura y luminosa. De lo contrario hubiera bastado una simple orden
de Dios para ni un solo demonio hubiera podido entrar nunca en contacto con
ningún ser humano. Luego, si permitió ese contacto es que sabía que de ello
vendrían bienes.
¿QUÉ HACER ANTE LA TENTACIÓN?
Rechazarla
al momento. La tentación nada puede hacernos si la rechazamos, si no dialogamos
con ella es inocua. Porque desde el momento que dialogamos con ella, desde el momento en que
ponderamos los pros y los contras de lo que nos dice, desde el momento en que
tomamos en consideración lo que nos propone, desde ese mismo instante nuestra
fortaleza se resquebraja, nuestra oposición se debilita. Una vez iniciado el
diálogo necesitaremos mucha más fuerza de voluntad para rechazarla.
Otra cosa que observamos los confesores es que algunos penitentes muy
devotos se agobian mucho a veces ante ciertos pensamientos que les vienen
acerca de tentaciones a cometer grandes pecados. Este tipo de personas muy
devotas y religiosas no se explican cómo les vienen esos pensamientos, y se
sienten muy culpables; culpables e impotentes. Habiendo entendido lo que es una
especie inteligible infundida por un demonio, se comprende que el mejor modo de obrar contra
ella es ignorarla, hacer justo lo contrario de lo que nos propone o ponerse a
rezar.
Desesperarse no sirve de nada. Pero si uno no se desespera, el que se desespera es el demonio. El
demonio nos puede introducir pensamientos, imágenes o recuerdos, pero no puede
introducirse en nuestra voluntad. Podemos ser tentados, pero al final hacemos
lo que queremos. Ni todos los poderes
del Infierno pueden forzar a alguien a cometer ni el más pequeño pecado.
¿POR QUÉ EL DIABLO TENTÓ A
JESÚS?
El Diablo sabía que Jesús era Dios, sabía por tanto que era imposible
que pecara. ¿Por qué le tentó, entonces? Es más, sabía que cualquier tentación al resistirla le
santificaría más como hombre. Y que
por tanto el demonio al tentarle en realidad a la postre y sin quererlo se
convertiría en instrumento de santificación de Jesús.
¿Por qué entonces hacer algo inútil y que además serviría para bien? La
respuesta es sencilla: el
Diablo no se pudo resistir. La
tentación fue demasiado grande para el mismo Diablo. ¡Tentar al mismo Dios! No
podía dejar escapar aquella ocasión. Sabía que era imposible hacerle pecar,
pero no pudo resistir la tentación de intentarlo.
La
situación era como la del fumador que sabe que fumar le hace daño pero no puede
dejar de hacerlo. Así, el Diablo sabía que tentarle era un error, pero cayó en la
tentación de tentarle. ¡La criatura tentando al mismo Dios! Era lógico que
cayera en el error de intentarlo, pues para resistir tal tentación el demonio
hubiera necesitado de la virtud de la fortaleza. Y cualquier cosa le podemos
pedir al demonio, menos virtud.
De la misma manera los demonios
a veces hacen cosas que a largo plazo les perjudican, pero no se resisten a
lograr un mal ahora, aunque conteniéndose pudieran lograr un mal mayor
después. Por todo lo cual se ve que hasta los demonios sufren la tentación.
Tentación que procede de su mismo interior.
Ahora vayamos a ataques del demonio de otro tipo, los que derivan de
tratar de quitarle a la persona del camino de la misión que Dios le pidió.
LA MISIÓN DE DIOS PONE AL
ENEMIGO EN LUCHA
La asignación de una misión, una palabra
profética de Dios, está anunciando su voluntad específica para ti. Las
palabras de edificación, de exhortación y consuelo no tienden a suscitar muchos
demonios, pero las profecías que lo
direccionan o palabras reveladoras acerca de sus tareas, o llamamientos o
destinos, dan al enemigo una nueva agenda.
En otras palabras, una vez que el enemigo tiene conocimiento sobre donde
Dios quiere llevarte, él estará tratando de ponerte trampas a lo largo de su
camino para llegar allí, como un Judas para traicionarlo, una enfermedad para reducir su velocidad,
dificultades financieras para asustarle, problemas de relación, o situaciones
estresantes que te hacen olvidar la
profecía y apagar los fuegos personales.
Dos
ejemplos
que
enseguida vienen a la mente son el de David y el de José.
David
fue el rey profetizado, ungido por Samuel en medio de sus hermanos (cf. 1 Sam. 16:13). Pero David
pasó por el infierno y de regreso antes que el acto profético se convirtiera en
una realidad. Fue casi inmediatamente sacado de su casa y se le asigna a
convertirse en el escudero del rey Saúl. Renglón seguido, se enfrentaba a la
batalla de todas las batallas con el gigante Goliat.
Cuando
David derrotó a Goliat, Saúl se puso celoso y trató de matarlo. David terminó huyendo al
desierto y se encontró con todo tipo de peligros en el camino, como el ejército
de Saúl que lo perseguía. Sus esposas fueron capturadas. Sus hombres se
volvieron contra él. Los salmos de David revelan las emociones de un hombre
frente a la guerra viendo su destino profético haciéndose realidad.
Luego
está José. Él tuvo dos sueños proféticos como adolescente. Los dos sueños esencialmente
indicaban que gobernaría sobre sus hermanos mayores. Cuando se enteraron la
guerra comenzó.
Los hermanos de José lo tiraron a un pozo y lo vendieron como esclavo.
Fue acusado falsamente de intentar tratar de violar a la esposa de Putifar. Y
fue echado en la cárcel.
LAS MISMAS GUERRAS BÍBLICAS EN
NUESTROS DÍAS
Entonces, cuando recibes una verdadera palabra profética de Dios, una misión y un camino, ella trae la
guerra espiritual. Probablemente no vas
a ser perseguido por el desierto por un rey celoso, pero puedes tener problemas
en tu parroquia.
No
puedes ser vendido como esclavo, pero puedes ser traicionado por las personas
más cercanas a ti. Tal vez no puedas ser falsamente acusado de violación, pero
puedes ser falsamente acusado de algo. Quizás no puedas ser puesto en la
cárcel, pero puedes ser arrojado fuera de tu zona de confort.
La guerra espiritual viene en todas las formas y tamaños. A veces son niños desobedientes
que se meten en problemas por haber perdido su camino. A veces es la enfermedad
de las presiones financieras mencionadas antes. A veces es una batalla furiosa
en tu mente que le hace morder el cebo del enemigo, generándote agotamiento,
depresión, confusión o algo más.
¿CÓMO ME MANEJO EN LA GUERRA?
Con
la gracia de Dios, por supuesto, pero también tomando el consejo del apóstol Pablo a
Timoteo
“Al darte estas recomendaciones, Timoteo, hijo mío, pienso en las
profecías que fueron pronunciadas sobre ti; que ellas te guíen en el buen
combate que debes realizar”. (1Tim. 1:18).
¿Qué es lo que prácticamente significa? Significa que sigas la palabra profética sobre tu
vida. Aunque
una palabra profética no está a la par con las Escrituras, una profecía que se ha juzgado verdadera
puede ser utilizada como una espada en el reino espiritual para
luchar contra el enemigo. Después de todo, el enemigo no quiere que la palabra
profética suceda porque cuando lo hace la voluntad de Dios viene a la tierra.
Si
estás en su camino y en guerra, espera. Recuerda, que pasaron por lo menos 15 años entre la unción profética de
David y el reinado de David. Y alrededor de 13 años entre el sueño de José y su
promoción a primer ministro de Egipto.
Es probable que no tome tanto
tiempo para que puedas ver los primeros frutos de esas palabras proféticas
pronunciadas sobre tu vida. Pero incluso si sucede, no cedas a las estrategias del enemigo. Recuerda que esta es la batalla del Señor. Sigue la
palabra profética sobre tu vida y continúa peleando la buena batalla de la fe.
FUENTES:
- http://www.charismanews.com/opinion/39495-prophetic-courage-where-are-the-paul-reveres-of-this-generation
- https://bible.org/seriespage/18-david-becomes-israel-s-king-1-samuel-16-2-samuel-10
- https://es.wikipedia.org/wiki/Summa_d%C3%A6moniaca
- https://www.aciprensa.com/fortea/download.php?book=3&token=198.41.230.20561bcbb4c05dc8.64879699
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