Para la mayoría de las personas…,
morir no es bueno pocos son aquellos que entienden que morir es bueno. Y es que
después del desastre del pecado original, en los descendientes de Adán y Eva se
trastocó el orden normal de la persona, pasando a ser dominante nuestra materia
corporal, sobre nuestra alma espiritual. Esto ya se lo advirtió Dios a Eva y
Adán cuando les dijo: “16 Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los
árboles que hay en el jardín, 17 exceptuando únicamente el árbol del
conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo
hagas quedarás sujeto a la muerte”. (Gn 2,16-17)
Más tarde
Dios creó a la mujer y entonces la serpiente le dijo a la mujer: “4 La serpiente
dijo a la mujer: No, no morirán. 5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman
de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien
y del mal”. (Gn 3,4-5). Y ambos
comieron del fruto del árbol del bien y del mal. A partir de ese momento sus
naturalezas y las de sus descendientes, porque nadie puede dar lo que no tiene,
quedaron corrompidas y sus cuerpos pertenecientes al inferior orden de la
materia, pasaron a sojuzgar a nuestras almas pertenecientes al superior orden
del espíritu, porque Dios es espíritu puro y no materia.
El
tiempo es un factor importante en la vida de nuestro cuerpo, porque él no es
eterno como lo es nuestra alma, así como el alma siempre es joven si vive en
gracia y amor a Dios, el cuerpo día a día va envejeciendo camino de su final
destino que es la muerte, porque la materia siempre se descompone, mientras que
nuestra alma vive en este mundo en su eternidad y ella será plena cuando
abandone este mundo. Dentro de nosotros está el alma, nuestra alma que carece
de prisa, ella sabe que no está sometida al dogal del tiempo, como si lo está
nuestro cuerpo, ella ha sido creada por Dios en su eternidad y para una vida
que se desarrolla en la eternidad, la cual no encuentra lo que desea y busca, en
este mundo caduco, pero comprende, no todas las almas que circulan por este
mundo lo comprenden, que para llegar a alcanzar, el género de vida que ella
anhela, ha de ganarse el premio de esa vida que aún no conoce pero que se
intuye su existencia y es entonces cuando aprende a distinguir entre el amor
sobrenatural que le espera y el amor natural que ahora tiene si hace un debido
uso de él, alma, amando a Dios y a sus semejantes alcanzará la vida eterna,
pero se dedica su capacidad de amar, en aplicarla a sí mismos, es decir, ser
egoísta, no alcanzará la vida eterna que le espera.
Y
que piensa el cuerpo material que todos tenemos de todo esto. Él es plenamente
consciente de su falta de eternidad, sabe que su tiempo está tasado. Ni ha
conocido ni conocerá jamás la eternidad. Cuando indirectamente lo creo Dios,
utilizando el amor de dos seres humanos, su padre y su madre, en ese cuerpo
Dios insuflo un alma inmortal a la cual el cuerpo material debe de servir y
para servir correctamente ha de sacrificar sus deseos de carácter natural que
se oponen a los deseos de carácter sobrenatural del alma a la que ha de servir.
Ella, el alma sueña con su futuro después de la muerte del cuerpo con el que se
encuentra relacionada.
El
tiempo del cuerpo al estar este tasado, la idea de que un día desaparecerá para
siempre le horroriza y ese horror y temor le hace condicionar al alma que
tiene, para que ella llega, a compartir ese rechazo a la muerte que tiene su
cuerpo, olvidándose de que ella, jamás va a perecer porque es eterna y la
muerte para ella solo representa, un momento gozoso, en el que se le abren las
puertas de su ansiado sueño. Desde luego que pocas son las personas, que están
firmemente atadas a este indudable principio. Y entonces, si esto es así, porque
tanta gente le tiene ese miedo a la muerte. El problema radica en un tema a
considerar; que es el de la debilidad de fe que se tiene.
El problema radica en
la tibieza de fe, que todos tenemos, Muchos son los que no tendrían que tener
miedo a la muerte, porque llevan una vida piadosa de misa y rosario diario, de
manteniéndose en gracia de Dios, lo que quiere decir que son templos vivos de
Dios, en cuanto Dios trinitario inhabita constantemente en sus alma. Y si
tienen la desgracia de caer en pecado mortal, van corriendo a buscar el perdón
de la misericordia divina en el sacramento de la penitencia. Son personas de
las que claramente se puede decir de ellas que: Como se vive se muere”,
y por supuesto se salvarán, salvo que en último momento renieguen de su amor a
Dios, cosa muy difícil de que suceda, pero no imposible. Entonces, ¿de qué ese
miedo? De encontrarse definitivamente con el Señor, de quien dicen que tanto le
aman. En este caso, ellos se justifican diciendo: No si a la muerte no le tengo
miedo, a quien se los tengo es al trance que hay que soportar.
Pues
bien; hay dos clases de muerte, una dulce que se suele llamar la muerte del justo y otra dolorosa, Sea
la que sea, es la que Dios quiere para cada uno de nosotros y no olvidemos que
Él solo quiere lo mejor para nosotros y así hemos de aceptarlo y darle gracias
a Él. Porque: “Sea bueno o malo
/ lo que nosotros recibamos / de sus divinas manos viene / y es lo que más nos
conviene, / aunque no los comprendamos.”
Hemos de
considerar que si somos creyentes, es muchísimo mejor lo que esperamos que lo
que aquí tenemos, pero el apego a este mundo es muy fuerte y el demonio se
encarga de hacer todo lo posible para que no nos desapeguemos de la materia que
nos rodea, porque ella sean casa fincas, muebles joyas, objetos de recuerdos…
etc. No son más que materia que trata de atarnos y que muchas veces lo
consigue. Pidámosle continuamente al Señor que nos fortalezca la fuerza de
nuestra fe porque es ahí donde está la raíz de nuestros miedos a la muerte.
Pero
dicho lo anterior, al hablar de los apegos y los desapegos, se podrá pensar: Y
qué pasa con los seres queridos que dejamos aquí abajo, ¿también es bueno
desapegarse de ellos como si fuesen unos muebles? Desde luego que no, la
contestación, a esta cuestión es muy sencilla de responder, porque al morir
nosotros no los perdemos sino que los recuperaremos. Si pensamos con mentalidad
de cuerpo es decir teniendo una mentalidad propia del dogal del tiempo que
tiene nuestro cuerpo, en el alma se puede asegurar y decir que la recuperación
sería más tarde. Pero para el que vive en la eternidad el tiempo no existe,
todo es presente el alma en el cielo, de inmediato se reunirá con sus seres
queridos, porque estará en el que se encuentra en el cielo la plenitud de su
eternidad, donde todo es siempre presente El alma que llega al cielo no tendrá
dolor de la separación de sus seres queridos porque ya no vivirá con el dogal
del tiempo estará en la eternidad donde todo es siempre presente y sus seres
queridos, le serán siempre presentes en su ayer en el presente y posiblemente
en su futuro, lo más seguro es que así sea. Amén de que el cielo ninguna alma
siente dolor, su identificación con la gloria divina es perfecta.
En
cuanto a los seres queridos que se quedan en este mundo el tema es distinto. Es
indudable que tienen un sufrimiento grande, pero si este es encausado dentro
del amor a la voluntad de Dios, ese sufrimiento tiene un infinito valor
redhibitorio, para el alma que sepa aprovecharse de él. El problema de la
debida aceptación de la divina voluntad, nos vuele a traer de nuevo los
pareados arriba reseñados que nos dicen: “Sea bueno o malo / lo que nosotros recibamos / de sus
divinas manos viene / y es lo que más nos conviene, / aunque no los
comprendamos”.
Mi más
cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
1 comentario:
Excelente artículo, es cierto la persona que está en gracia de Dios y tiene desapego a las cosas de este mundo no teme a la muerte, mas bien será la puerta de entrada a la patria celestial. Saludos Hermano José.
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