martes, 26 de mayo de 2015

¿ES MALO MORIR?


Para la mayoría de las personas…, morir no es bueno pocos son aquellos que entienden que morir es bueno. Y es que después del desastre del pecado original, en los descendientes de Adán y Eva se trastocó el orden normal de la persona, pasando a ser dominante nuestra materia corporal, sobre nuestra alma espiritual. Esto ya se lo advirtió Dios a Eva y Adán cuando les dijo: “16 Y le dio esta orden: «Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, 17 exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte”. (Gn 2,16-17)

            Más tarde Dios creó a la mujer y entonces la serpiente le dijo a la mujer: “4 La serpiente dijo a la mujer: No, no morirán. 5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal”. (Gn 3,4-5). Y ambos comieron del fruto del árbol del bien y del mal. A partir de ese momento sus naturalezas y las de sus descendientes, porque nadie puede dar lo que no tiene, quedaron corrompidas y sus cuerpos pertenecientes al inferior orden de la materia, pasaron a sojuzgar a nuestras almas pertenecientes al superior orden del espíritu, porque Dios es espíritu puro y no materia.

            El tiempo es un factor importante en la vida de nuestro cuerpo, porque él no es eterno como lo es nuestra alma, así como el alma siempre es joven si vive en gracia y amor a Dios, el cuerpo día a día va envejeciendo camino de su final destino que es la muerte, porque la materia siempre se descompone, mientras que nuestra alma vive en este mundo en su eternidad y ella será plena cuando abandone este mundo. Dentro de nosotros está el alma, nuestra alma que carece de prisa, ella sabe que no está sometida al dogal del tiempo, como si lo está nuestro cuerpo, ella ha sido creada por Dios en su eternidad y para una vida que se desarrolla en la eternidad, la cual no encuentra lo que desea y busca, en este mundo caduco, pero comprende, no todas las almas que circulan por este mundo lo comprenden, que para llegar a alcanzar, el género de vida que ella anhela, ha de ganarse el premio de esa vida que aún no conoce pero que se intuye su existencia y es entonces cuando aprende a distinguir entre el amor sobrenatural que le espera y el amor natural que ahora tiene si hace un debido uso de él, alma, amando a Dios y a sus semejantes alcanzará la vida eterna, pero se dedica su capacidad de amar, en aplicarla a sí mismos, es decir, ser egoísta, no alcanzará la vida eterna que le espera.

            Y que piensa el cuerpo material que todos tenemos de todo esto. Él es plenamente consciente de su falta de eternidad, sabe que su tiempo está tasado. Ni ha conocido ni conocerá jamás la eternidad. Cuando indirectamente lo creo Dios, utilizando el amor de dos seres humanos, su padre y su madre, en ese cuerpo Dios insuflo un alma inmortal a la cual el cuerpo material debe de servir y para servir correctamente ha de sacrificar sus deseos de carácter natural que se oponen a los deseos de carácter sobrenatural del alma a la que ha de servir. Ella, el alma sueña con su futuro después de la muerte del cuerpo con el que se encuentra relacionada.

            El tiempo del cuerpo al estar este tasado, la idea de que un día desaparecerá para siempre le horroriza y ese horror y temor le hace condicionar al alma que tiene, para que ella llega, a compartir ese rechazo a la muerte que tiene su cuerpo, olvidándose de que ella, jamás va a perecer porque es eterna y la muerte para ella solo representa, un momento gozoso, en el que se le abren las puertas de su ansiado sueño. Desde luego que pocas son las personas, que están firmemente atadas a este indudable principio. Y entonces, si esto es así, porque tanta gente le tiene ese miedo a la muerte. El problema radica en un tema a considerar; que es el de la debilidad de fe que se tiene.

            El problema radica en la tibieza de fe, que todos tenemos, Muchos son los que no tendrían que tener miedo a la muerte, porque llevan una vida piadosa de misa y rosario diario, de manteniéndose en gracia de Dios, lo que quiere decir que son templos vivos de Dios, en cuanto Dios trinitario inhabita constantemente en sus alma. Y si tienen la desgracia de caer en pecado mortal, van corriendo a buscar el perdón de la misericordia divina en el sacramento de la penitencia. Son personas de las que claramente se puede decir de ellas que: Como se vive se muere”, y por supuesto se salvarán, salvo que en último momento renieguen de su amor a Dios, cosa muy difícil de que suceda, pero no imposible. Entonces, ¿de qué ese miedo? De encontrarse definitivamente con el Señor, de quien dicen que tanto le aman. En este caso, ellos se justifican diciendo: No si a la muerte no le tengo miedo, a quien se los tengo es al trance que hay que soportar.

            Pues bien; hay dos clases de muerte, una dulce que se suele llamar la muerte del justo y otra dolorosa, Sea la que sea, es la que Dios quiere para cada uno de nosotros y no olvidemos que Él solo quiere lo mejor para nosotros y así hemos de aceptarlo y darle gracias a Él. Porque: “Sea bueno o malo / lo que nosotros recibamos / de sus divinas manos viene / y es lo que más nos conviene, / aunque no los comprendamos.”

            Hemos de considerar que si somos creyentes, es muchísimo mejor lo que esperamos que lo que aquí tenemos, pero el apego a este mundo es muy fuerte y el demonio se encarga de hacer todo lo posible para que no nos desapeguemos de la materia que nos rodea, porque ella sean casa fincas, muebles joyas, objetos de recuerdos… etc. No son más que materia que trata de atarnos y que muchas veces lo consigue. Pidámosle continuamente al Señor que nos fortalezca la fuerza de nuestra fe porque es ahí donde está la raíz de nuestros miedos a la muerte.

            Pero dicho lo anterior, al hablar de los apegos y los desapegos, se podrá pensar: Y qué pasa con los seres queridos que dejamos aquí abajo, ¿también es bueno desapegarse de ellos como si fuesen unos muebles? Desde luego que no, la contestación, a esta cuestión es muy sencilla de responder, porque al morir nosotros no los perdemos sino que los recuperaremos. Si pensamos con mentalidad de cuerpo es decir teniendo una mentalidad propia del dogal del tiempo que tiene nuestro cuerpo, en el alma se puede asegurar y decir que la recuperación sería más tarde. Pero para el que vive en la eternidad el tiempo no existe, todo es presente el alma en el cielo, de inmediato se reunirá con sus seres queridos, porque estará en el que se encuentra en el cielo la plenitud de su eternidad, donde todo es siempre presente El alma que llega al cielo no tendrá dolor de la separación de sus seres queridos porque ya no vivirá con el dogal del tiempo estará en la eternidad donde todo es siempre presente y sus seres queridos, le serán siempre presentes en su ayer en el presente y posiblemente en su futuro, lo más seguro es que así sea. Amén de que el cielo ninguna alma siente dolor, su identificación con la gloria divina es perfecta.

            En cuanto a los seres queridos que se quedan en este mundo el tema es distinto. Es indudable que tienen un sufrimiento grande, pero si este es encausado dentro del amor a la voluntad de Dios, ese sufrimiento tiene un infinito valor redhibitorio, para el alma que sepa aprovecharse de él. El problema de la debida aceptación de la divina voluntad, nos vuele a traer de nuevo los pareados arriba reseñados que nos dicen: “Sea bueno o malo / lo que nosotros recibamos / de sus divinas manos viene / y es lo que más nos conviene, / aunque no los comprendamos”.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

1 comentario:

  1. Excelente artículo, es cierto la persona que está en gracia de Dios y tiene desapego a las cosas de este mundo no teme a la muerte, mas bien será la puerta de entrada a la patria celestial. Saludos Hermano José.

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