Los obispos españoles analizan la grave crisis económica, social y moral
y ofrecen su propuesta desde la fe
Por: Resumen CEE | Fuente: www.conferenciaepiscopal.es
La reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española se clausuró el pasado viernes, 24 de abril, en Ávila con la aprobación de la Instrucción Pastoral "Iglesia, servidora de los pobres". En este documento, los obispos quieren compartir, con los fieles y con quienes deseen escuchar su voz, su preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española y su esperanza por el testimonio de tantos miembros de la Iglesia que han ofrecido lo mejor de sus vidas para atender a quienes más sufrían las consecuencias de la crisis.
Por: Resumen CEE | Fuente: www.conferenciaepiscopal.es
La reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española se clausuró el pasado viernes, 24 de abril, en Ávila con la aprobación de la Instrucción Pastoral "Iglesia, servidora de los pobres". En este documento, los obispos quieren compartir, con los fieles y con quienes deseen escuchar su voz, su preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española y su esperanza por el testimonio de tantos miembros de la Iglesia que han ofrecido lo mejor de sus vidas para atender a quienes más sufrían las consecuencias de la crisis.
Estructurada en cuatro partes, la Instrucción pastoral comienza analizando
la situación social actual y los factores que están en su origen y lo explican.
Seguidamente enumeran los principios de la Doctrina social de la Iglesia que
iluminan la realidad y ofrecen su propuesta desde la fe.
En la primera parte, dedicada
a describir la situación social, los obispos se fijan en los nuevos pobres y
las nuevas pobrezas, de manera especial la que sufren en primer lugar, las
familias golpeadas por la crisis.
En ellas no es difícil encontrar muchos jóvenes sin trabajo y con grave riesgo
de caer en situaciones desesperadas, ámbitos en que se da la pobreza infantil,
ancianos olvidados o mujeres afectadas por la penuria económica. Además de las
carencias económicas y sociales en las familias, los obispos señalan también la
pobreza en el mundo rural y en quienes se dedican al mar, y acentúan la pobreza
originada por la emigración que, haciendo visible el derecho a encontrar
mejores condiciones de vida, hoy significa la pobreza de los más pobres.
Los inmigrantes sufren más que nadie la crisis que ellos no han
provocado y los países que los reciben recortan sus derechos y limitan, también
para ellos, los servicios sociales básicos. Los obispos piden en este ámbito a
las autoridades nacionales y de la Unión Europea actitudes de generosa acogida
y cooperación con los países de origen que permitan su desarrollo.
Además de las nuevas pobrezas, la Instrucción Pastoral señala como rasgo
de la sociedad actual la corrupción, a la que define como un mal moral y cuyo
origen es, según los obispos, la codicia financiera y la avaricia personal.
Estas situaciones de corrupción provocan alarma social, alteran el
funcionamiento de la economía, impiden la competencia leal y encarecen los
servicios. La corrupción es una grave afrenta a nuestra sociedad, es una
conducta éticamente reprobable y es un grave pecado. La necesaria regeneración
personal y social vendrá por un mayor aprecio al bien común, que se origina en
las virtudes morales y sociales, se fortalece con la fe y se hace visible en el
amor al prójimo.
Tanto las nuevas pobrezas como la corrupción están facilitadas por el
empobrecimiento espiritual. El talante personal y el comportamiento moral de
las personas están dañados por la indiferencia religiosa, el olvido de Dios o
la despreocupación por la cuestión sobre el destino trascendente del ser
humano. No se puede olvidar, dicen los obispos, que la personalidad del hombre
se enriquece con el reconocimiento de Dios que sostiene nuestra dimensión
ética, nos impulsa al amor a todo hombre, haciendo de la caridad fraterna la
señal distintiva.
EN LA SEGUNDA PARTE, LA
INSTRUCCIÓN PASTORAL SEÑALA CUATRO FACTORES QUE EXPLICAN LA SITUACIÓN SOCIAL
ACTUAL.
El primero de ellos es la negación de la primacía del ser humano que se
apoya en la dignidad que Dios le otorga.
El segundo es el dominio de lo inmediato y lo técnico en la cultura
actual. En ésta, el primer lugar lo ocupa lo exterior, lo inmediato, lo
visible, lo rápido. La técnica parece ser la razón última de todo lo que nos
rodea y su desarrollo se presenta como la panacea para resolver todos los males
del hombre.
El modelo social centrado en la economía es el tercer factor que explica
esta situación de crisis: la burbuja inmobiliaria, el excesivo endeudamiento,
la falta de regulación y supervisión de los mercados han ocasionado una época
de recesión, para la que la única solución presentada es la lógica del
crecimiento, como si “más” fuera igual a “mejor”.
Por último, en cuarto lugar, encontramos, como consecuencia de la lógica
del crecimiento, una cierta idolatría de los mercados, cuando en realidad, la
actividad económica, por sí sola, no puede resolver todos los problemas
sociales; su recta ordenación al bien común es incumbencia, sobre todo, de la
comunidad política, la que cual no deb e eludir su responsabilidad en esta
materia.
LA TERCERA PARTE DE LA
INSTRUCCIÓN CONSISTE EN UNA EXPLICACIÓN DE LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL
DE LA IGLESIA QUE ILUMINAN LA REALIDAD Y PUEDEN AYUDAR A LA SOLUCIÓN DE LOS
GRAVES PROBLEMAS QUE LE AFECTAN.
El primero de ellos es la primacía de la dignidad de la persona : el ser
humano es la medida de todas las cosas, no un instrumento al servicio de la
producción y del lucro. Los obispos instan a un modelo de desarrollo que ponga
en el centro a la persona. Si la economía no está al servicio del hombre, se
convierte en un factor de injusticia y exclusión.
El segundo principio es que los bienes tienen una dimensión social y un
destino universal , como se vivía ya en el Antiguo Testamento y enseñaron los
Padres de la Iglesia. La acumulación de los bienes en pocas manos es una grave
injusticia, pues la propiedad privada está orientada al bien común. Por eso,
dice la Iglesia, Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de
todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a
todos de forma equitativa, según los principios de la justicia y de la caridad.
En la vida social, otro principio ineludible es el de la solidaridad y
el equilibrio entre los derechos y los deberes. La solidaridad es el empeño
firme y perseverante por el bien común, es decir por el bien de todos y cada
uno. La convivencia implica que los derechos de unos generan deberes en otros y
que la satisfacción de unos depende de la diligencia de los otros. Los derechos
económico-sociales no pueden realizarse si todos y cada uno de nosotros no
colaboramos y aceptamos las cargas que nos corresponden; de igual modo que el
derecho a los bienes materiales conlleva el deber del trabajo diligente del
hombre. El bien común es el bien de ese “todos nosotros”, formado por
individuos, familias y grupos intermedios que se unen en una comunidad o
sociedad. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y
caridad.
El principio de subsidiariedad señala las funciones y responsabilidades
que corresponden a las personas individuales en el desarrollo de la sociedad a
través de comunidades y asociaciones de orden familiar, educativo, cultural,
etc. Al mismo tiempo, regula las funciones que corresponden al Estado y a los
cuerpos sociales intermedios, para impedir la tendencia totalitaria de los
estados. El principio de subsidiariedad permite un justo equilibrio entre la
esfera pública y la privada; reclama del Estado el aprecio y apoyo a las
organizaciones intermedias y el fomento de su participación en la vida social.
Por último, entre los principios de la Doctrina Social se señala el
derecho a un trabajo digno y estable que permite la integración y la cohesión
social, por lo que cualquier política económica debe estar al servicio del
trabajo digno.
LA CUARTA PARTE DE LA IGLESIA,
SERVIDORA DE LOS POBRES, OFRECE OCHO PROPUESTAS ESPERANZADORAS DESDE LA FE PARA
VIVIR EL COMPROMISO CARITATIVO, SOCIAL Y POLÍTICO.
- Promover una actitud de renovación y conversión, que nos identifique
con Cristo y que salga al encuentro de los pobres, siendo instrumentos para su
liberación, promoción e integración en la sociedad.
- Cultivar una espiritualidad que impulse al compromiso social. Sólo el
encuentro con el Amor de Dios, puede transformar y purificar los corazones de
los discípulos, cambiándolos de egoístas y cobardes en generosos y valientes;
de estrechos y calculadores, en abiertos y desprendidos.
- Apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelización, porque el
anuncio del Evangelio, fermento de libertad y de fraternidad, ha ido acompañado
siempre de la promoción humana y social de aquellos a los que se anuncia.
- Como consecuencia de lo anterior, profundizar en la dimensión evangelizadora
de la caridad y de la acción social, desde el testimonio personal y sin olvidar
el anuncio explícito de Jesús. Tenemos, además, el reto de ejercer una caridad
más profética. No podemos callar cuando no se reconocen ni respetan los
derechos de las personas, cuando se permite que los seres humanos no vivan con
la dignidad que merecen.
- Promover el desarrollo integral de la persona y afrontar las raíces de
las pobrezas. Además de atender a las necesidades más urgentes, el
acompañamiento de las personas es la base de la acción caritativa: No se trata
sólo de asistir y dar desde fuera, sino de participar en sus problemas y tratar
de solucionarlos desde dentro.
- Defender la vida y la familia como bienes sociales fundamentales.
- Afrontar el reto de una economía inclusiva y de comunión. La reducción
de las desigualdades debe ser uno de los objetivos prioritarios de una sociedad
que quiera poner a las personas, y también a los pueblos, por delante de otros
intereses.
- Fortalecer la animación comunitaria. Es necesario que la comunidad
cristiana sea el verdadero sujeto eclesial de la caridad.
EN SU CONCLUSIÓN, los obispos alientan una vez
más la esperanza de los que sufren las consecuencias de la grave crisis actual
y se ponen junto a ellos: “Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la
esperanza; juntos en el esfuerzo comunitario por superar esta situación
difícil”. Al mismo tiempo, agradecen el esfuerzo de quienes viven la caridad
con el prójimo y animan a imitarlos, no sólo en las relaciones cotidianas sino
también en las relaciones sociales, económicas y políticas.
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