Los casos de violencia en las escuelas se vuelven cada vez más frecuentes. Estamos ante una tragedia social que es preciso detener.
Los casos
de violencia escolar se vuelven cada vez más frecuentes, jóvenes que disparan
contra sus compañeros para después suicidarse, son sin duda un fenómeno social
terrible que debe hacernos reflexionar para detener esta desastrosa realidad.
ESTA ES LA HISTORIA
Uno de los
casos de violencia escolar es el ocurrido en el liceo Gutemberg, en Erfurt
(Alemania) en el que un joven de 19 años que había sido expulsado de secundaria
abrió fuego contra la comunidad estudiantil y asesinó a 14 maestros, a dos
estudiantes y a un policía; luego… se suicidó. ¿Puedes imaginar éstas escenas?
¿Puedes creer que esto haya pasado? Tan solo un joven… tan solo 19 años…
“Un acto
semejante no le corresponde” exclamó una ex alumna de la escuela que conocía al
agresor. “No entiendo. En clase no prestaba atención, a menudo molestaba y
tenía relaciones difíciles con los profesores, pero era alegre, muy inteligente
y sus amigos lo apreciaban”.
EL MÁS PROFUNDO PÉSAME
No solo a
los familiares de los que han fallecido, sino al mundo entero por tan terribles
escenas de dolor, el sufrimiento se ha encarnado después de vivir tal
pesadilla.
Los
hechos ahí están, ojalá que hubiera sido un filme, pero no, y en la vida real
estas cosas no pueden simplemente suceder. No bastan los hechos, es preciso
obtener alguna explicación, ¿Qué fue lo que motivó a este chico a actuar de tal
manera?, ¿Qué le hizo olvidar su condición humana para proceder de semejante
forma?,¿Qué tipo de pensamientos y sentimientos cruzaban por la mente y el
corazón de este joven?
Es
terrible, lo sabemos, pero… no es un acto aislado, alrededor del mundo hay
muchos casos como este. Será importante pensar ¿Dónde está la sociedad? ¿Qué
hace ésta para favorecer estos actos en los jóvenes, la esperanza del mundo?
¿Qué hacen los medios de comunicación? ¿Qué dicen los maestros? ¿Dónde están
sus padres? ¿Dónde estamos nosotros?… para responder a tal acto, debido a que
el chico no lo puede hacer.
Una
sociedad se conoce por sus manifestaciones, por los fenómenos que en ella
suceden. Lamentablemente, no podemos afirmar que la sociedad de este siglo se
caracterice por la fraternidad, por el perdón, por la misericordia, por la
solidaridad, por la paz y estos casos de violencia en las escuelas no son más
que un reflejo de lo que los jóvenes desde niños aprenden, de modo especial, en
la primera sociedad en la cual son recibidos: la familia.
Los
valores que se viven en la familia enmarcan la personalidad de un niño desde
antes que pueda hablar, cada niño es como una esponja que absorbe todo lo que
hay a su alrededor, casi sin darse cuenta los padres transmiten todo lo que
son, sus gustos, sus motivaciones, sus ideales, su carácter, sus valores; y
cuando lo que viven los niños son pleitos, gritos, golpes, traiciones, egoísmo,
envidias, rencores… ellos aprenden, simplemente aprenden.
Por otra
parte, la sociedad como hemos referido en párrafos anteriores, no es un ejemplo
de bondad, de justicia, de caridad; por doquier encontramos agresión, dolor,
venganza, intereses egoístas, guerras… y mientras tanto, los niños aprenden,
simplemente aprenden.
Los
medios de comunicación podrían hacer maravillas enseñando los valores
universales que llevan a una convivencia sana, al respeto de la persona humana;
sin embargo lo que encontramos no es eso, hasta en las caricaturas lo que vemos
son pleitos, venganzas, muertes, coraje, egoísmo… y los niños, siguen
aprendiendo.
En el
liceo de Gutemberg algunos afirmaban “Se volvió loco”… pero esa no es una
explicación suficiente. O acaso ¿Es eso lo que puede dejar tranquilo nuestro
corazón después de tanto dolor? No lo creo. La sociedad, los medios de
comunicación, la familia juegan un papel primordial. Habría que adentrar en la
historia de este chico y de muchos que como él, cometen tales horrores y causan
tan grande dolor.
“La
infancia hace destino” afirman los médicos psicoanalistas. Nuestros primeros
años nos dejan una marca de fuego que no desaparece nunca. Lo que entonces
experimentamos tiende a repetirse a lo largo de la vida; lo bueno y lo malo –el
egoísmo, la religiosidad, la envidia, el ánimo cariñoso, los fracasos, la
impureza, la alegría- sellan la personalidad. La niñez requiere cuidado sumo,
pues lo que entonces pueda ocurrir tiene gran trascendencia. En el libro “Que
mis palabras te acompañen”, Emma Godoy afirma, citando a San Ignacio “Amad a
los niños como ángeles y cuidadlos como a demonios” . Los padres de familia no
han de cerrar los ojos y deben vigilarlos y encauzarlos por el camino del bien,
siendo ellos los primeros promotores de este a través de su ejemplo y exigiendo
a la sociedad y a los medios de comunicación un ambiente sano y justo que
enseñe a los niños y jóvenes a ser verdaderos portadores de paz.
Ahora
bien, hemos hablado ya del punto de vista social, familiar, humano; sin
embargo, esto no lo es todo, el sufrimiento que se ha vivido ha de llevarnos a
reflexionar más a fondo para comprender estos trágicos episodios y su sentido
de modo que tomen una dimensión distinta y profundamente sanadora,
convirtiéndose en una oportunidad de crecimiento espiritual inigualable.
TODO SUFRIMIENTO TIENE SENTIDO
No
podemos cegarnos ante estos hechos tan espeluznantes, es preciso encontrar el
amor en medio de tanto dolor, el amor que se hace presente cuando entra en
escena el perdón, el sentido cristiano del sufrimiento.
“El
sufrimiento es la obra trágica del hombre”, según menciona Michel Quoist, en su
libro titulado “Triunfo”. El sufrimiento ha sido protagonista en esta historia
de homicidio brutal, pero no debe cegarnos; si quieres que tu sufrimiento y el
sufrimiento del mundo queden “compensados” y sirvan de algo, has de mirar y
encontrar la única respuesta: el Amor, así con mayúsculas, no hay más, solo el
Amor convierte, transforma, para que un sufrimiento no sea inútil, para que
incluso después del dolor puedas perdonar y Amar, ofrecer y salvar.
La
palabra clave: perdonar, no guardar rencor, que éste es agresión. Perdonar es
olvidar, hasta Víctor Hugo reconocía: “la venganza sólo se alberga en las almas
plebeyas”. Nunca en las nobles y hoy más que nunca es preciso mostrar que hay
almas nobles capaces de devolver al mundo bien por mal; con tantos ejemplos de
dolor, de mal, como los homicidios, los suicidios, las violaciones, la
violencia, etc. es preciso ser diferentes, ser modelos de Amor para los niños y
jóvenes para que lejos de ser incivilizados y poco humanos, aprendan y realicen
lo que llamamos “La Civilización del Amor”.
Ma. del
Rosario G. Prieto Eibl
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