Esta entrada la escribí hace más de cinco años en
el anterior blog, cuando el Anacoreta todavía estaba en el desierto.
"El Anacoreta marchó a la ciudad para asistir
a la Misa del Gallo. Cuando vio tantas luces, cantos, frases bonitas...se quedó
perplejo. Y se preguntó:
- ¿Qué hago yo en el desierto si estos están más
cerca de Dios que yo?
Junto a unos grandes almacenes vio un viejo gordo
con una larga barba blanca y vestido de rojo, que haciendo sonar una campanilla
decía:
- ¡Jo, jo, jo! ¡Feliz Navidad!
El Anacoreta se acercó admirado y le preguntó:
- Oiga, buen hombre, ¿qué es la Navidad?
El viejo orondo le miró con desprecio y le espetó a
la cara:
- ¡Una mierda! Pasar un frío de los c..... haciendo
el payaso en esta puerta por un contrato basura.
Y volvió a su cantinela de jo, jo, jo....
El Anacoreta pensó que el lenguaje de los hombres
había variado un poco desde que él se fue al desierto, y siguió caminando.
Luces, música, escaparates multicolores, algún
borracho que otro (no muchos porque era demasiado pronto), pero empezó a notar
una ausencia....Dios.
Entró en la iglesia. Todas las luces estaban
encendidas. Por los altavoces sonaban villancicos, pero...¡qué raro! se dijo el
Anacoreta:
- ¿No es en la iglesia donde está Dios?
Por más que miraba no lograba verlo.
Empezó la ceremonia. Cantos. Un sermón del cura que
no se acababa nunca ....y Dios no aparecía por ningún lado.
El pobre Anacoreta, triste, aturdido, dejó la
iglesia. Emprendió tristemente el camino de vuelta a su desierto, pensando que
había tenido una mala idea al pensar que podría celebrar la Navidad en la
ciudad.
Se encontraba ya en los suburbios, cuando alguien
tiró de su raída manga. Era un pequeñajo desnutrido, vestido tan pobremente
como él, pero con la sonrisa más bella del mundo.
- Abuelo, abuelo, venga conmigo.
El Anacoreta se dejó arrastrar hasta una casucha de
lata y cartones. Allí, alrededor de un pequeño fuego, estaba una pobre familia.
- Venga, venga, abuelo. Que hoy es Nochebuena y
nadie puede quedarse solo.
Allí, el Anacoreta tomó la mejor sopa de huesos mil
veces hervido que nunca había probado
Allí, el Anacoreta comió el plato de arroz con
piedras mejor del mundo.
Allí, el Anacoreta bebió un café de marro recogido
de las basuras de un restaurante, que le supo a gloria.
Allí, el Anacoreta, mientras le resbalaban las
lágrimas por las mejillas, vio, sentado y riendo con los niños, meneando la
cabeza delante del abuelo que andaba un poco trompa, a Dios.
Y dicen
que aquella noche, una estrella acompañó al Anacoreta de regreso a su
cueva."
FELICES NAVIDADES A TODOS.
Enviat perJoan Josep Tamburini
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