Concebido en violencia, el bebé
es un regalo de Dios, dice.
ennifer Christie
(no es su nombre real), esposa y madre de cinco hijos, residente en Carolina
del Norte (EEUU), fue violada en un
viaje de negocios. Descubrió por sorpresa que estaba embarazada.
Muchas personas en su entorno, y médicos, le proponían abortar, e incluso daban por supuesto que era lo único que podía hacer. Pero ella enfrentó todo de otra manera más esperanzada. Este es su testimonio en primera persona.
***
El pasado mes de enero yo estaba de viaje por negocios y me hospedé en el pequeño hotel de una ciudad universitaria [la protagonista decidió reserva de ciertos nombres por decisión de su familia; ndr].
Por lo general suelo estar atenta a lo que sucede en mi derredor, pero el lugar estaba tan cubierto de nieve y con viento que no habría escuchado sus pasos incluso si él hubiera pisado fuerte. ¡Sucedió tan rápido! Abrí la puerta, me giré para cerrarla, y allí estaba él, un hombre enorme. Mi primer instinto no fue de miedo, sino sólo confusión. De inmediato él me dio un puñetazo en la cara. Yo no recuerdo que me haya sacado de la habitación, pero al recuperar la conciencia me encontré en la escalera… no sé cómo, tal vez yo intentaba ir en busca de ayuda…
Los exámenes del protocolo de violación arrojaron resultados negativos para el VIH, la gonorrea, la clamidia, sífilis, herpes, y docenas de otras cosas de las que nunca había oído hablar. «Dios es misericordioso», pensé.
Para el mes siguiente, tenía programado trabajar en un crucero. El segundo día después de embarcarme fui golpeada por una repentina disentería que no superé con los antibióticos. En cuanto atracamos en Cartagena (Colombia) me llevaron al hospital para ver qué sucedía conmigo. Preocupados por mis problemas intestinales, me llevaron a realizar un ultrasonido… y entonces vimos el pequeño ‘guisante’, mi hijo.
De regreso en el barco, les compartí a los médicos una versión abreviada de mi historia. ¡Ellos me pusieron en cuarentena! ¿Evitar suicidio? ¿Temían que por algún brote psicótico yo saliera corriendo desnuda por el barco? Quién sabe.
Lo real es que la semana siguiente la pasé escuchando al equipo de médicos y enfermeras que con sus buenas intenciones buscaban consolarme y para ello me decían lo “fácil” que sería “hacerse cargo de eso” -matar al niño- para que yo pudiera volver a empezar…
¿¡Fácil!?
Hubo un montón de incómodas cuestiones que discutí llorando en cada llamada telefónica que hice a casa esa semana, pero nunca consideré ni salió de mis labios el "hacerse cargo de eso" (abortar-matar al bebé).
Tampoco mi marido.
Cuando le dije que estaba embarazada, me dijo con voz tranquila y firme:
- Está bien. Está bien... Bien... Todo está bien.
Yo le pregunté:
- ¿Qué quieres decir con que todo está bien?.
-Quiero decir que podemos hacer esto. Vamos a salir adelante. Todo irá bien. Y que... ¡me encantan los bebés! Esto es un regalo. Esto es algo hermoso que viene tras algo terrible. Podemos hacer esto.
Y en ese mismo momento empecé a sentir los alegres movimientos de la nueva vida en mi vientre, floreciendo en mi corazón. Este nuevo amor que crecería con tal fuerza que doblegaría cualquier inquietud o angustia. Y mi marido estaba en lo cierto. Podríamos hacerlo.
En mi última mañana a bordo de la nave, le dije al equipo que me cuidaba:
-Si alguna vez se acuerdan de esto, si alguna vez se preguntan lo que me pasó, sólo piensen en que habré tenido un hermoso bebé en octubre de 2014.
Recuerdo bien su reacción, la expresión de sus rostros y las lágrimas en los ojos del médico que había insistido con más vehemencia en el aborto.
Por primera vez, pensé en ese momento cómo Dios puede usar esto, esta pesadilla que había tenido que soportar. ¡Úsame, Señor Jesús!
Durante mi embarazo estuve ingresando y saliendo del hospital por un par de meses, más dentro que fuera. Tenía preeclampsia, hipertensión arterial, y convulsiones no controladas.
Fue aterrador cuando me ingresaron en la semana 26 y dijeron que podría tener a mi bebé esa noche… Estaba desesperada. ¡Yo quería que mi hijo viviera! Superamos ese momento, pasaron las semanas hasta que él llegó aquí, a salvo, a mis brazos.
Nuestro hijo pequeño fue concebido en la violencia, pero él es un regalo de Dios que hizo completa a nuestra familia. ¡Estoy tan agradecida de haber podido establecer vínculos con otras madres que también quedaron embarazadas por violación! Somos sobrevivientes, no las víctimas. Mi hijo me ha sanado.
Muchas personas en su entorno, y médicos, le proponían abortar, e incluso daban por supuesto que era lo único que podía hacer. Pero ella enfrentó todo de otra manera más esperanzada. Este es su testimonio en primera persona.
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El pasado mes de enero yo estaba de viaje por negocios y me hospedé en el pequeño hotel de una ciudad universitaria [la protagonista decidió reserva de ciertos nombres por decisión de su familia; ndr].
Por lo general suelo estar atenta a lo que sucede en mi derredor, pero el lugar estaba tan cubierto de nieve y con viento que no habría escuchado sus pasos incluso si él hubiera pisado fuerte. ¡Sucedió tan rápido! Abrí la puerta, me giré para cerrarla, y allí estaba él, un hombre enorme. Mi primer instinto no fue de miedo, sino sólo confusión. De inmediato él me dio un puñetazo en la cara. Yo no recuerdo que me haya sacado de la habitación, pero al recuperar la conciencia me encontré en la escalera… no sé cómo, tal vez yo intentaba ir en busca de ayuda…
Los exámenes del protocolo de violación arrojaron resultados negativos para el VIH, la gonorrea, la clamidia, sífilis, herpes, y docenas de otras cosas de las que nunca había oído hablar. «Dios es misericordioso», pensé.
Para el mes siguiente, tenía programado trabajar en un crucero. El segundo día después de embarcarme fui golpeada por una repentina disentería que no superé con los antibióticos. En cuanto atracamos en Cartagena (Colombia) me llevaron al hospital para ver qué sucedía conmigo. Preocupados por mis problemas intestinales, me llevaron a realizar un ultrasonido… y entonces vimos el pequeño ‘guisante’, mi hijo.
De regreso en el barco, les compartí a los médicos una versión abreviada de mi historia. ¡Ellos me pusieron en cuarentena! ¿Evitar suicidio? ¿Temían que por algún brote psicótico yo saliera corriendo desnuda por el barco? Quién sabe.
Lo real es que la semana siguiente la pasé escuchando al equipo de médicos y enfermeras que con sus buenas intenciones buscaban consolarme y para ello me decían lo “fácil” que sería “hacerse cargo de eso” -matar al niño- para que yo pudiera volver a empezar…
¿¡Fácil!?
Hubo un montón de incómodas cuestiones que discutí llorando en cada llamada telefónica que hice a casa esa semana, pero nunca consideré ni salió de mis labios el "hacerse cargo de eso" (abortar-matar al bebé).
Tampoco mi marido.
Cuando le dije que estaba embarazada, me dijo con voz tranquila y firme:
- Está bien. Está bien... Bien... Todo está bien.
Yo le pregunté:
- ¿Qué quieres decir con que todo está bien?.
-Quiero decir que podemos hacer esto. Vamos a salir adelante. Todo irá bien. Y que... ¡me encantan los bebés! Esto es un regalo. Esto es algo hermoso que viene tras algo terrible. Podemos hacer esto.
Y en ese mismo momento empecé a sentir los alegres movimientos de la nueva vida en mi vientre, floreciendo en mi corazón. Este nuevo amor que crecería con tal fuerza que doblegaría cualquier inquietud o angustia. Y mi marido estaba en lo cierto. Podríamos hacerlo.
En mi última mañana a bordo de la nave, le dije al equipo que me cuidaba:
-Si alguna vez se acuerdan de esto, si alguna vez se preguntan lo que me pasó, sólo piensen en que habré tenido un hermoso bebé en octubre de 2014.
Recuerdo bien su reacción, la expresión de sus rostros y las lágrimas en los ojos del médico que había insistido con más vehemencia en el aborto.
Por primera vez, pensé en ese momento cómo Dios puede usar esto, esta pesadilla que había tenido que soportar. ¡Úsame, Señor Jesús!
Durante mi embarazo estuve ingresando y saliendo del hospital por un par de meses, más dentro que fuera. Tenía preeclampsia, hipertensión arterial, y convulsiones no controladas.
Fue aterrador cuando me ingresaron en la semana 26 y dijeron que podría tener a mi bebé esa noche… Estaba desesperada. ¡Yo quería que mi hijo viviera! Superamos ese momento, pasaron las semanas hasta que él llegó aquí, a salvo, a mis brazos.
Nuestro hijo pequeño fue concebido en la violencia, pero él es un regalo de Dios que hizo completa a nuestra familia. ¡Estoy tan agradecida de haber podido establecer vínculos con otras madres que también quedaron embarazadas por violación! Somos sobrevivientes, no las víctimas. Mi hijo me ha sanado.
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