Marquette University abraza la
normativa Obama de chivatazos.
La controvertida
orden ejecutiva elaborada por la Comisión de Igualdad de Obama para contrastar
las discriminaciones basadas en la orientación sexual en el lugar de trabajo ya
ha obtenido efectos que probablemente superan incluso las previsiones del
gobierno federal.
Efectivamente, justo mientras la Conferencia Episcopal de Estados Unidos tomaba una posición muy crítica, con una nota publicada el 5 de diciembre, sobre las medidas que «parecen prohibir a los empleadores expresar su oposición religiosa y moral a los comportamientos homosexuales, algo que representa una grave amenaza a la libertad de conciencia», la Catholic News Agency ha descubierto que entre las primeras instituciones que se han adecuado a las nuevas normas está nada más ni nada menos que la católica Marquette University, célebre universidad jesuita de Milwaukee, Wisconsin.
Pero vayamos con orden. El 3 de diciembre pasado el Departamento de Trabajo de los EEUU publicó el último de los decretos necesarios para hacer efectiva la orden presidencial, anunciada este verano pasado, en la que se prohibe a los sujetos a contratación laboral federal discriminar a los empleados o a los candidatos como tales sobre la base «de la orientación sexual» y «de la identidad de género».
Los nuevos estándares “anti-homofobia” se aplican a las escuelas superiores y a las universidades, a los medios de comunicación y a los partidos políticos con más de 15 empleados.
El padre jesuita Jacques Marquette, explorador del s.XVII en el Misisipi y misionero entre los indios hurones aparece en el escudo de la universidad jesuita; no aprobaría la deriva de ideología gay y de género de la universidad que lleva su nombre.
El problema es que la reglamentación de un tema tan resbaladizo como la oposición a la discriminación en el puesto de trabajo inevitablemente acaba por ir más allá.
Lo dice alto y claro a la cronista de la CNA Christine Nazer, miembro de la misma Comisión de Igualdad del gobierno: «Comportamientos o comentarios negativos sobre las relaciones entre personas del mismo sexo pueden ser interpretadas por los jueces como molestias o como pruebas de un móvil discriminatorio en los casos de despido».
Se entiende, por lo tanto, la preocupación de los obispos estadounidenses que, además de describir la iniciativa de Obama como una amenaza a la libertad de expresión, han recordado también que la Iglesia católica es la primera a enseñar el respeto por cualquier persona y que el catecismo prohibe la discriminación de cualquier persona que tenga atracción hacia el mismo sexo sólo por el hecho de sentir dicha atracción.
Pero de aquí a verse obligados por decreto a «aprobar la conducta homosexual» hay un buen trecho.
Lástima que mientras tanto la Universidad de Marquette haya hecho todo lo posible para actualizar a sus empleados a los nuevos estándares con un curso organizado para ello.
Según cuenta la CNA, el curso de la universidad católica incluía la presentación de una historia tipo cómic en el que se relata el caso de Hans, un minusválido en silla de ruedas que al final de la historia decide - justamente según la tesis de los autores, especializados en iniciativas similares - denunciar ante los responsables del personal de la universidad a las dos compañeras Becky y Maria porque «han seguido hablando de su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo durante toda la semana».
En un determinado momento Becky exclama no poder «creer que [Hans] esté intentando pisotear mi libertad de palabra». Pero, ¿quién tiene razón?
Según el manual, «si bien Becky y Maria sólo estaban expresando sus propias opiniones y no pretendían ofender a nadie, estaban de todas formas poniendose en condición de causar molestias. El querellante no debe necesariamente estar implicado en la conversación para sentirse ofendido. Y también la orientación sexual de Hans es irrelevante: no debe ser gay para sentirse ofendido por la discusión de las compañeras sobre el matrimonio sobre el mismo sexo».
El responsable de comunicación de la Universidad, Brian Dorrington, confirma que «el curso se atiene a los últimos cambios en la ley».
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
Lea también esta noticia de 2011 cuando la universidad ya apuntaba maneras: Marquette University presume de católica y jesuita mientras apoya las uniones gay
A modo de contraste conozca también la Universidad Franciscana de Steubenville, quizá la universidad más católica del mundo
Efectivamente, justo mientras la Conferencia Episcopal de Estados Unidos tomaba una posición muy crítica, con una nota publicada el 5 de diciembre, sobre las medidas que «parecen prohibir a los empleadores expresar su oposición religiosa y moral a los comportamientos homosexuales, algo que representa una grave amenaza a la libertad de conciencia», la Catholic News Agency ha descubierto que entre las primeras instituciones que se han adecuado a las nuevas normas está nada más ni nada menos que la católica Marquette University, célebre universidad jesuita de Milwaukee, Wisconsin.
Pero vayamos con orden. El 3 de diciembre pasado el Departamento de Trabajo de los EEUU publicó el último de los decretos necesarios para hacer efectiva la orden presidencial, anunciada este verano pasado, en la que se prohibe a los sujetos a contratación laboral federal discriminar a los empleados o a los candidatos como tales sobre la base «de la orientación sexual» y «de la identidad de género».
Los nuevos estándares “anti-homofobia” se aplican a las escuelas superiores y a las universidades, a los medios de comunicación y a los partidos políticos con más de 15 empleados.
El padre jesuita Jacques Marquette, explorador del s.XVII en el Misisipi y misionero entre los indios hurones aparece en el escudo de la universidad jesuita; no aprobaría la deriva de ideología gay y de género de la universidad que lleva su nombre.
El problema es que la reglamentación de un tema tan resbaladizo como la oposición a la discriminación en el puesto de trabajo inevitablemente acaba por ir más allá.
Lo dice alto y claro a la cronista de la CNA Christine Nazer, miembro de la misma Comisión de Igualdad del gobierno: «Comportamientos o comentarios negativos sobre las relaciones entre personas del mismo sexo pueden ser interpretadas por los jueces como molestias o como pruebas de un móvil discriminatorio en los casos de despido».
Se entiende, por lo tanto, la preocupación de los obispos estadounidenses que, además de describir la iniciativa de Obama como una amenaza a la libertad de expresión, han recordado también que la Iglesia católica es la primera a enseñar el respeto por cualquier persona y que el catecismo prohibe la discriminación de cualquier persona que tenga atracción hacia el mismo sexo sólo por el hecho de sentir dicha atracción.
Pero de aquí a verse obligados por decreto a «aprobar la conducta homosexual» hay un buen trecho.
Lástima que mientras tanto la Universidad de Marquette haya hecho todo lo posible para actualizar a sus empleados a los nuevos estándares con un curso organizado para ello.
Según cuenta la CNA, el curso de la universidad católica incluía la presentación de una historia tipo cómic en el que se relata el caso de Hans, un minusválido en silla de ruedas que al final de la historia decide - justamente según la tesis de los autores, especializados en iniciativas similares - denunciar ante los responsables del personal de la universidad a las dos compañeras Becky y Maria porque «han seguido hablando de su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo durante toda la semana».
En un determinado momento Becky exclama no poder «creer que [Hans] esté intentando pisotear mi libertad de palabra». Pero, ¿quién tiene razón?
Según el manual, «si bien Becky y Maria sólo estaban expresando sus propias opiniones y no pretendían ofender a nadie, estaban de todas formas poniendose en condición de causar molestias. El querellante no debe necesariamente estar implicado en la conversación para sentirse ofendido. Y también la orientación sexual de Hans es irrelevante: no debe ser gay para sentirse ofendido por la discusión de las compañeras sobre el matrimonio sobre el mismo sexo».
El responsable de comunicación de la Universidad, Brian Dorrington, confirma que «el curso se atiene a los últimos cambios en la ley».
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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A modo de contraste conozca también la Universidad Franciscana de Steubenville, quizá la universidad más católica del mundo
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