Sí,
amigos, porque tal día como hoy celebra la Iglesia Católica a la que según el
relato del Génesis, es la primera mujer sobre la tierra y la madre de toda la
Humanidad
El nombre de Eva sólo aparece citado cinco veces en toda la Biblia, tres de
ellas en el Antiguo Testamento,
y dos de éstas en el Génesis, y ello aun cuando su aparición en el libro de los
libros es muy temprana. Tan temprana, que Eva ya ha sido mencionada dos veces antes de que Adán lo sea por su nombre por primera
vez. Adán no es citado por su
nombre ni siquiera cuando es creado:
“Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn. 2, 7)
Y la primera vez que Eva es citada, como va Vd. a comprobar, Adán continúa sin tener nombre:
“El hombre llamó a su mujer ‘Eva’, por ser ella la madre de todos los vivientes” (Gn. 3, 20).
La segunda vez en que Eva aparece por su nombre es cuando Adán se acerca a ella por primera vez:
“Conoció el hombre a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín” (Gn. 4, 1)
Y sólo cuando va a procrear a su tercer hijo, es citado Adán, por primera vez, por su nombre:
“Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo, al que puso por nombre Set” (Gn. 4, 25)
Como hemos visto, el propio Génesis explica su nombre: “El hombre llamó a su mujer “Eva” [hawwah en hebreo], por ser ella la madre de todos los vivientes” (Gn. 3, 20), relacionándolo así con el verbo hebreo “jâyah” que significa “vivir”.
No era sin embargo el primer nombre que recibía nuestra protagonista de hoy. Antes un Adán que todavía no ha sido llamado por su nombre, exclama:
“Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer [“ishshah” en hebreo, es decir tomada del ish=varón], porque del varón ha sido tomada”. (Gn. 2, 23).
Por cierto que en la Biblia de los Setenta -escrita en griego en la ciudad de Alejandría-, Eva se traduce por Zoé, “vida” en griego, por lo que ahora sabe Vd. el significado de este nombre infrecuente en nuestro país, un sinónimo más de Eva.
El primer relato de la creación (Gén. 1,1-2,4) expone la creación de la humanidad en general, y por lo que hace a la creación del ser humano, afirma simplemente que fueron creados hombre y mujer, sin dar nombre a ninguno de los dos. La segunda narración (Gén. 2, 4 y ss.), más detallada, presenta a Dios formando al hombre del barro, e insuflándole en las narices el aliento de la vida. Y luego, cómo se produce la de la mujer:
“Dijo luego Yahvé Dios: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada’. Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre” (Gn. 2, 18-22).
“Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Gn. 2, 7)
Y la primera vez que Eva es citada, como va Vd. a comprobar, Adán continúa sin tener nombre:
“El hombre llamó a su mujer ‘Eva’, por ser ella la madre de todos los vivientes” (Gn. 3, 20).
La segunda vez en que Eva aparece por su nombre es cuando Adán se acerca a ella por primera vez:
“Conoció el hombre a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín” (Gn. 4, 1)
Y sólo cuando va a procrear a su tercer hijo, es citado Adán, por primera vez, por su nombre:
“Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo, al que puso por nombre Set” (Gn. 4, 25)
Como hemos visto, el propio Génesis explica su nombre: “El hombre llamó a su mujer “Eva” [hawwah en hebreo], por ser ella la madre de todos los vivientes” (Gn. 3, 20), relacionándolo así con el verbo hebreo “jâyah” que significa “vivir”.
No era sin embargo el primer nombre que recibía nuestra protagonista de hoy. Antes un Adán que todavía no ha sido llamado por su nombre, exclama:
“Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer [“ishshah” en hebreo, es decir tomada del ish=varón], porque del varón ha sido tomada”. (Gn. 2, 23).
Por cierto que en la Biblia de los Setenta -escrita en griego en la ciudad de Alejandría-, Eva se traduce por Zoé, “vida” en griego, por lo que ahora sabe Vd. el significado de este nombre infrecuente en nuestro país, un sinónimo más de Eva.
El primer relato de la creación (Gén. 1,1-2,4) expone la creación de la humanidad en general, y por lo que hace a la creación del ser humano, afirma simplemente que fueron creados hombre y mujer, sin dar nombre a ninguno de los dos. La segunda narración (Gén. 2, 4 y ss.), más detallada, presenta a Dios formando al hombre del barro, e insuflándole en las narices el aliento de la vida. Y luego, cómo se produce la de la mujer:
“Dijo luego Yahvé Dios: ‘No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada’. Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada. Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre” (Gn. 2, 18-22).
Aunque no
citada por su nombre, Eva
adquiere un protagonismo indiscutible en la historia del primer pecado, que el Génesis relata así:
“La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ‘¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?’. Respondió la mujer a la serpiente: ‘Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Más del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte’. Replicó la serpiente a la mujer: ‘De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal’. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y, cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores” (Gn. 3, 1-7).
Y luego, en el castigo de Dios:
“Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín. Yahvé Dios llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’. Éste contestó: ‘Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido’. Él replicó: ‘¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?’ Dijo el hombre: ‘La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí’. Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: ‘¿Por qué lo has hecho?’. Contestó la mujer: ‘La serpiente me sedujo, y comí’.
Entonces Yahvé Dios dijo a la serpiente: ‘Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar’.
A la mujer le dijo: ‘Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará’” (Gn. 3, 8-16).
Se explica luego que da a luz tres hijos. Primero, Caín y Abel:
“Conoció el hombre a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín, y dijo: ‘He adquirido un varón con el favor de Yahvé’. Volvió a dar a luz y tuvo a Abel, su hermano” (Gn. 4, 1-2).
Y luego, un tercero:
“Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo, al que puso por nombre Set, diciendo: ‘Dios me ha otorgado otro descendiente en lugar de Abel, porque le mató Caín’” (Gn. 4, 25-26)
En medio, se dice que Caín, que ya ha matado a Abel, “conoció a su mujer, que concibió y dio a luz a Henoc”, aunque nada se dice de esa hipotética mujer. También algo más adelante de Set se dice que “le nació un hijo, al que puso por nombre Enós; éste fue el primero en invocar el nombre de Yahvé”, aunque tampoco se explica de qué mujer. El Génesis explica que Adán “engendró hijos e hijas”, y aunque nada dice el texto, de Eva hubieron de ser (en el peor de los casos, al menos una). Alguna literatura rabínica resuelve el problema diciendo que cada uno de los hijos de Eva venía acompañado de una niña melliza, que desde luego no es mencionada en la Biblia, lo que sin embargo, no tiene tanto de particular, pues en la Biblia, incluso en los tiempos del Nuevo Testamento, la filiación siempre la trasmite el varón, y no son pocos los casos en que se omite hasta la figura de la madre, de lo que son buen ejemplo las dos genealogías que de José, padre de Jesús, recogen tanto Lucas como Mateo.
Se explicita después cómo es la descendencia de Adán, toda ella a través de Caín y de Set –asesinado por su hermano, Abel muere sin descendencia-, sin citar ni más hijos de Eva y Adán ni, desde luego, hijas. Las primeras mujeres citadas en el Antiguo Testamento, no siendo Eva, son las dos esposas de Lámec (que vendría a ser un tátara-tátara-tátaranieto, o nieto en sexta generación, de Adán y de Eva), a saber, Adá y Silá (Gn. 4, 19).
“La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: ‘¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?’. Respondió la mujer a la serpiente: ‘Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Más del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte’. Replicó la serpiente a la mujer: ‘De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal’. Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y, cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores” (Gn. 3, 1-7).
Y luego, en el castigo de Dios:
“Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín. Yahvé Dios llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’. Éste contestó: ‘Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido’. Él replicó: ‘¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?’ Dijo el hombre: ‘La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí’. Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: ‘¿Por qué lo has hecho?’. Contestó la mujer: ‘La serpiente me sedujo, y comí’.
Entonces Yahvé Dios dijo a la serpiente: ‘Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar’.
A la mujer le dijo: ‘Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará’” (Gn. 3, 8-16).
Se explica luego que da a luz tres hijos. Primero, Caín y Abel:
“Conoció el hombre a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín, y dijo: ‘He adquirido un varón con el favor de Yahvé’. Volvió a dar a luz y tuvo a Abel, su hermano” (Gn. 4, 1-2).
Y luego, un tercero:
“Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo, al que puso por nombre Set, diciendo: ‘Dios me ha otorgado otro descendiente en lugar de Abel, porque le mató Caín’” (Gn. 4, 25-26)
En medio, se dice que Caín, que ya ha matado a Abel, “conoció a su mujer, que concibió y dio a luz a Henoc”, aunque nada se dice de esa hipotética mujer. También algo más adelante de Set se dice que “le nació un hijo, al que puso por nombre Enós; éste fue el primero en invocar el nombre de Yahvé”, aunque tampoco se explica de qué mujer. El Génesis explica que Adán “engendró hijos e hijas”, y aunque nada dice el texto, de Eva hubieron de ser (en el peor de los casos, al menos una). Alguna literatura rabínica resuelve el problema diciendo que cada uno de los hijos de Eva venía acompañado de una niña melliza, que desde luego no es mencionada en la Biblia, lo que sin embargo, no tiene tanto de particular, pues en la Biblia, incluso en los tiempos del Nuevo Testamento, la filiación siempre la trasmite el varón, y no son pocos los casos en que se omite hasta la figura de la madre, de lo que son buen ejemplo las dos genealogías que de José, padre de Jesús, recogen tanto Lucas como Mateo.
Se explicita después cómo es la descendencia de Adán, toda ella a través de Caín y de Set –asesinado por su hermano, Abel muere sin descendencia-, sin citar ni más hijos de Eva y Adán ni, desde luego, hijas. Las primeras mujeres citadas en el Antiguo Testamento, no siendo Eva, son las dos esposas de Lámec (que vendría a ser un tátara-tátara-tátaranieto, o nieto en sexta generación, de Adán y de Eva), a saber, Adá y Silá (Gn. 4, 19).
Mientras
de Adán se explica que el total
de los días de su vida “fue de novecientos treinta años” (Gn. 5, 5),
nada se dice, en cambio, de Eva,
cuyo rastro desaparece así del Génesis.
Cierta literatura rabínica sostiene que Eva
habría muerto inmediatamente después de Adán, y existe tradición de que habría
sido enterrada en la Ma´arat
HaMachpelah, o Tumba de los
Patriarcas.
Hace Eva una última y furtiva aparición en el Antiguo Testamento en el Libro de Tobías, en el que vemos a Tobías así a Dios cuando se dispone a esposar y a yacer con su mujer Sarra:
“Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él” (Tb. 8, 6).
Y bien amigos, aunque un poco más largo de lo que tengo por costumbre, aquí va la entrega de hoy. Que la hayan disfrutado espero y desde luego, y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana seguimos con más Eva.
Hace Eva una última y furtiva aparición en el Antiguo Testamento en el Libro de Tobías, en el que vemos a Tobías así a Dios cuando se dispone a esposar y a yacer con su mujer Sarra:
“Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él” (Tb. 8, 6).
Y bien amigos, aunque un poco más largo de lo que tengo por costumbre, aquí va la entrega de hoy. Que la hayan disfrutado espero y desde luego, y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Mañana seguimos con más Eva.
Luis
Antequera
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