Durante mi segundo semestre en la escuela
de enfermería, nuestro profesor nos dio un examen sorpresa.
Leí rápidamente todas las preguntas, hasta
que llegué a la última: “¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la
escuela?”.
Pensé que seguramente era una broma. Había
visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, cabello
oscuro, como de cincuenta años, pero ¿como iba yo a saber su nombre?.
Entregué mi examen, dejando la última
pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al
profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen.
“Absolutamente”, dijo el profesor.
En sus carreras ustedes conocerán muchas
personas. Todas son significantes y merecen ser vuestra atención, aun sólo si
ustedes les sonríen y dicen “Hola”.
Yo nunca olvidé esa lección. También
aprendí que su nombre era Dora.
….Y usted, ¿sabe el nombre de las personas
que le sirven?
Guardaos de menospreciar a uno de estos
pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente
el rostro de mi Padre que está en los cielos. -Mateo 18,10
Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que
cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis.” -Mateo 25,40
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