LA CUARESMA NOS AYUDA A SALIR DE
LAS COSTUMBRES CANSADAS
Acción de
gracias a Dios por el misterio de su amor crucificado; fe auténtica, conversión
y apertura del corazón a los hermanos.
Queridos hermanos y hermanas,
Estamos en el camino cuaresmal que nos llevará al Triduo Pascual, recuerdo de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón, centro, del misterio de nuestra salvación. La Cuaresma nos prepara a este momento tan importante, y por eso la Cuaresma es un tiempo "fuerte", un punto de inflexión que puede favorecer en cada uno de nosotros el cambio, la conversión. Todos nosotros necesitamos mejorar, cambiar a mejor, y la Cuaresma nos ayuda a salir de las costumbres cansadas y de la perezosa adicción al mal que nos insidia. En el tiempo cuaresmal, la Iglesia nos dirige dos importantes invitaciones: tomar conciencia más viva de la obra redentora de Cristo; vivir con mayor compromiso el propio Bautismo.
Estamos en el camino cuaresmal que nos llevará al Triduo Pascual, recuerdo de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón, centro, del misterio de nuestra salvación. La Cuaresma nos prepara a este momento tan importante, y por eso la Cuaresma es un tiempo "fuerte", un punto de inflexión que puede favorecer en cada uno de nosotros el cambio, la conversión. Todos nosotros necesitamos mejorar, cambiar a mejor, y la Cuaresma nos ayuda a salir de las costumbres cansadas y de la perezosa adicción al mal que nos insidia. En el tiempo cuaresmal, la Iglesia nos dirige dos importantes invitaciones: tomar conciencia más viva de la obra redentora de Cristo; vivir con mayor compromiso el propio Bautismo.
La
conciencia de las maravillas que el Señor ha obrado por nuestra salvación
dispone nuestra mente y nuestro corazón a una actitud de gratitud a Dios por lo
que Él nos ha dado, por todo lo que realiza a favor de su Pueblo y de la entera
el humanidad. Desde aquí comienza nuestra conversión: ésta es la respuesta
agradecida al misterio estupendo del amor de Dios. Cuando nosotros vemos este
amor que Dios tiene por nosotros, sentimos el deseo de acercarnos a Él y ésta
es la conversión.
Vivir a fondo el Bautismo – aquí está la
segunda invitación – significa no acostumbrarnos a las situaciones de
degradación y miseria que nos encontramos caminando por las calles de nuestras
ciudades y nuestros países. Existe el riesgo de aceptar pasivamente ciertos
comportamientos y de no asombrarnos ante las tristes realidades que nos rodean.
Nos acostumbramos a la violencia, como si se tratara de una noticia diaria
asumida; nos acostumbramos a los hermanos y hermanas que duermen en la calle,
que no tienen un techo donde refugiarse. Nos acostumbramos a los prófugos en
busca de libertad y dignidad, que no son acogidos como se debería. Nos
acostumbramos a vivir en una sociedad que pretende prescindir de Dios, en la
que los padres ya no enseñan a sus hijos a orar ni a hacerse la señal de la
cruz. Y yo os pregunto: vuestros hijos, vuestros niños, ¿saben hacerse el signo
de la cruz? Pensad: ¿vuestros nietos saben hacerse el signo de la cruz? ¿Les
habéis enseñado a hacerlo? Pensadlo y contestad en vuestro corazón. ¿Saben
rezar el Padrenuestro? ¿Saben rezar a la Virgen con el Avemaría? Pensadlo y
respondeos a vosotros mismos. ¡Este acostumbrarnos a comportamientos no
cristianos y cómodos nos narcotiza el corazón!
La Cuaresma llega a nosotros como un tiempo providencial para cambiar de rumbo, para recuperar la capacidad de reaccionar frente a la realidad del mal que siempre nos desafía.
La Cuaresma se vive como un tiempo de conversión, de renovación personal y comunitaria mediante el acercamiento a Dios y la adhesión confiada al Evangelio. De este modo nos permite mirar con ojos nuevos a los hermanos y a sus necesidades.
Por esto la Cuaresma es un momento favorable para convertirse al amor a Dios y al prójimo; un amor que sepa hacer propio la actitud de gratuidad y de misericordia del Señor, el cual "se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (cfr. 2 Cor 8, 9). Meditando los misterios centrales de la fe, la pasión, la cruz y la resurrección de Cristo, nos daremos cuenta de que el don sin medida de la Redención se nos ha dado por la iniciativa gratuita de Dios.
Acción de gracias a Dios por el misterio de su amor crucificado; fe auténtica, conversión y apertura del corazón a los hermanos: estos son los elementos esenciales para vivir el tiempo de Cuaresma.
En este camino, queremos invocar con particular confianza la protección y la ayuda de la Virgen María: que sea Ella, la primera creyente en Cristo, la que nos acompañe en los días de oración intensa y penitencia, para llegar a celebrar purificados y renovados en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.
La Cuaresma llega a nosotros como un tiempo providencial para cambiar de rumbo, para recuperar la capacidad de reaccionar frente a la realidad del mal que siempre nos desafía.
La Cuaresma se vive como un tiempo de conversión, de renovación personal y comunitaria mediante el acercamiento a Dios y la adhesión confiada al Evangelio. De este modo nos permite mirar con ojos nuevos a los hermanos y a sus necesidades.
Por esto la Cuaresma es un momento favorable para convertirse al amor a Dios y al prójimo; un amor que sepa hacer propio la actitud de gratuidad y de misericordia del Señor, el cual "se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza" (cfr. 2 Cor 8, 9). Meditando los misterios centrales de la fe, la pasión, la cruz y la resurrección de Cristo, nos daremos cuenta de que el don sin medida de la Redención se nos ha dado por la iniciativa gratuita de Dios.
Acción de gracias a Dios por el misterio de su amor crucificado; fe auténtica, conversión y apertura del corazón a los hermanos: estos son los elementos esenciales para vivir el tiempo de Cuaresma.
En este camino, queremos invocar con particular confianza la protección y la ayuda de la Virgen María: que sea Ella, la primera creyente en Cristo, la que nos acompañe en los días de oración intensa y penitencia, para llegar a celebrar purificados y renovados en el espíritu, el gran misterio de la Pascua de su Hijo.
Autor: SS
Francisco
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