A CORRER COMO LOCOS
Una vez escuché la historia de un ministro
que salió un día a caminar por una hilera de casas muy suntuosas de estilo
victoriano.
Mientras paseaba por allí divisó un
muchachito saltando en el portal de una de ellas, bella y antigua.
Estaba tratando de alcanzar el timbre que
se hallaba en un lugar alto al lado de la puerta, pero era muy pequeño para
llegar.
Sintiendo pena por el muchacho, el ministro
se llegó hasta allí, entró en el portal y tocó el timbre con fuerza por él.
Entonces sonrió y le dijo: «¿Y ahora qué,
jovencito?»
«Ahora», exclamó el muchacho, «¡a correr
como locos!»
El hombre juzgó mal los motivos del
muchacho en la historia, pero Dios no comete errores en cuanto a nuestros
motivos. Cuando estos no son buenos, nuestras oraciones carecen de poder.
Santiago 4.3 dice: «Pedís y no recibís,
porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites».
A veces incluso puede ser difícil conocer
nuestros motivos.
Maxwell, J. C. (1998; 2003). Compañeros De
Oración. Thomas Nelson, Inc.
No podemos leer las motivaciones de los
demás, pero Dios si ve nuestras motivaciones. Necesitamos continuamente
preguntarnos cuales son nuestras motivaciones en todo lo que hacemos.
Salmo 78:37.
Pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto.
Pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto.
Proverbios 17:3.
El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; Pero el Señor prueba los corazones.
El crisol para la plata, y la hornaza para el oro; Pero el Señor prueba los corazones.
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