EL TERCER DÍA DEL RETIRO DEL
PAPA: 'EL AMOR MISERICORDIOSO IMPIDE LA DISGREGACIÓN'
El hombre es como un fruto de
granada: dentro tiene muchas pequeñas semillas, como los muchos elementos de la
creación. Dios los ha puesto todos juntos en una pasta, sobre la cual después
ha dado el soplo de la vida. Esta es la imagen de la creación que monseñor
Angelo De Donatis ha dado esta mañana durante la predicación de apertura de la
tercera jornada de ejercicios espirituales para el papa Francisco y la Curia
romana en la casa Divin Maestro en Ariccia. Así, ha mostrado un bello fruto de
granada, maduro y compacto, para hacerse a la idea de la belleza de la criatura
humana.
Lo indicó hoy el diario del
Vaticano 'L'Osservatore Romano', y añadió que la belleza que esta destinada a
deshacerse si se impide artificialmente el soplo de Dios, es decir el amor
misericordioso que él nos da, para entrar en profundidad, ha explicado el predicador.
Y ha explicó qué sucede que cada
una de las pequeñas semillas, cuando tomadas por el deseo de autoafirmación
buscan expandirse en un enfrentamiento despótico con los otros, hasta provocar
la explosión y por tanto la desintegración del fruto. El predicador ha usado
esta metáfora para explicar el efecto del mal que se adueña del hombre.
Ha hecho referencia también al
pasaje del encuentro de Jesús con el endemoniado narrado por el evangelista
Marcos (5, 1-20), del que ha propuesto los momentos más destacados: el diálogo,
la súplica de demonio para no ser expulsado y obligado por tanto a vagar en el
aire; la pregunta de Jesús para conocer cuál era su nombre; el definirse
"legión" por parte del demonio, para indicar un número enorme de
aquellos que habían tomado posesión de aquel hombre y que lo gobernaban; la
petición de ser trasladados la piara de cerdos que estaba allí cerca y que, una
vez obtenido el consenso de Jesús, les han hechos enloquecer hasta provocar la
muerte de todo por ahogamiento en el mar.
Un episodio, ha explicado,
"que por la reacción de los propietarios de los cerdos se acerca a cuanto
sucede hoy en el mundo". De hecho ninguno, narra Marcos, se da cuenta de
aquel joven que, liberado de los demonios volvía a la vida, porque estaban más
preocupados del daño económico provocado por la muerte de dos mil cerdos, hasta
al punto de echar a Jesús, que se fue sin decir nada. Por tanto, ha subrayado
el predicador "una ideología económica ha impedido a aquellos hombres
encontrarse con Jesús".
Y ha proseguido observando que
frente a la ideología económica pagana se pone la religión. Jesús echa al
demonio. Y el hombre se encuentra libre, liberado por Cristo. Ya no tiene
miedo, está libre del miedo. Dios lo ha salvado. Lo ha salvado no porque
hiciera algo extraordinario, sino para que llegara el amor misericordioso de
Dios. Y para llegar a este amor, ha advertido De Donatis, "necesitamos la
ayuda del Espíritu Santo. Sin él sería una tarea imposible. No sirven de hecho
nuestras obras para llegar a Dios. Lo que es necesario, ha especificado, es la
esencialidad de amor en Cristo.
La relación entre obras del
hombre y gracia de Dios ha sido tema también afrontado en gran parte por la
meditación del lunes por la tarde. Al referirse al pasaje de la carta de san
Pablo a los Efésios (2, 1-10), recordó que nuestra tarea no es hacer ver al
mundo qué hace la Iglesia, qué hacen los sacerdotes, qué hacen los cristianos,
sino hacer ver qué hace Dios a través de nosotros. Por ello, advirtió que
cuando ponemos en primer lugar nuestro esfuerzo, nuestra obra, corremos el
riesgo de convertirnos en mundanos. Y por eso, debemos esforzarnos en
"reconocer que todos somos sencillamente 'pecadores perdonados'". Es
necesario, añadió, liberarnos de la tentación de deber hacer siempre algo
olvidando que, en realidad, hemos sido salvados gratuitamente. Hoy está muy
difundida este hambre de aparecer con nuestras obras. Pero la verdadera
"obra buena" es Cristo.
Y de aquí el examen de conciencia
que el predicador invitó a realizar ¿cómo la gente, viendo la cantidad de
trabajo y obras que la Iglesia realiza, no alaba al Padre? Evidentemente algo
no va bien, respondió. Por tanto, "no es necesario ir continuamente en
búsqueda de los aplausos, ni alimentar envidias clericales. La pastoral de hoy
es en gran parte un esfuerzo que hacer: en realidad todo debería traducirse
como fruto del Espíritu".
Finalmente observó que estamos
demasiado acostumbrado a hacer proyectos y después pedirle al Señor que no
permita que la misión vaya mal. Sin embargo, dijo, "es indispensable
cambiar perspectiva: se comienza a cavar, después se echa la semilla, se riega
y finalmente llega el grano". De esta forma, concluyó, "los frutos de
la fe nacen realmente del encuentro entre Dios y el hombre".
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