miércoles, 17 de abril de 2013

EL ANACORETA Y EL DEPÓSITO O LA FUENTE


Hacía años que el amigo teólogo y el Anacoreta no se veían. Hablaban de sus preocupaciones. El teólogo dijo:

- Frente esta sociedad laicizada hay que luchar por guardar el depósito de la Fe.

El anciano movió la cabeza y contestó:

- No me gusta esa idea de "depósito de la Fe". Juan XXIII decía que no era un depósito, sino una fuente de pueblo.

El teólogo, que había nacido en una ciudad y había vivido siempre en un mundo urbano, no acababa de entender la comparación. Por eso, el Anacoreta se explicó:

- La fuente del pueblo está en la plaza. Mana siempre. Las mujeres llenan ahí cada día sus cántaros. El agua cae en un pilón donde van a beber los animales. Pero ese pilón no es un depósito. Rebosa y su agua se desliza por un canalillo que alimenta el lavadero popular, o sirve para regar una huerta...

El teólogo seguía mirando dubitativo al anciano. Este prosiguió:

- El depósito nos da la idea de algo muerto, sin vida. Allí el agua, si nadie va en su busca, acaba evaporándose. La Fe es viva; es "agua viva" como le dijo Jesús a la Samaritana. En la Iglesia hemos estado tan preocupados por conservar este depósito, que quizá hemos contribuido a que a muchos se les haya evaporado la Fe.

Miró a los ojos del teólogo y concluyó:

- Nuestra misión no es conservar nada, sino repartir, quitar la sed, lavar, dar vida... Hay que colocar la Fe en la fuente del pueblo, no en un depósito...

Joan Josep Tamburini

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