Los Ángeles lo hace desde 1997.
El padre Kirsch atiende él sólo a tres mil familias. Tras una jornada sin comer, llega a casa agotado, rumbo a la nevera.
La mejor forma de resolver los problemas es no esconderlos. Sobre todo, cuando en tantas ocasiones los fieles no son conscientes de la entrega y sacrificio de sus sacerdotes y del precio físico que pagan en ocasiones.
Y en Estados Unidos, donde preocupa el alto índice de obesidad de la población (desde 1962 ha crecido del 13% al 36%), los sacerdotes y religiosos no quedan al margen de ese problema de salud. Lo cual es un problema que va más allá de lo personal, pues si según la OCDE la vida de una persona con sobrepeso se acorta de media diez años, la Iglesia también se resiente de esas muertes prematuras en una época de escasez de sacerdotes.
EN CARNE PROPIA
Por eso la archidiócesis de Los Ángeles apoya la labor de Dennis Henning, de 51 años, quien desde 1997 se encarga de combatir esa alerta sanitaria entre el clero y las órdenes. Ese año fundó en Sacramento (California) el Ephesus Renewal Center y comenzó a prestar su ayuda a curas y frailes con tendencia a engordar, ya fuese por problemas metabólicos o por trastornos de la alimentación. Como base, su propio caso, pues desde muy joven y hasta que "echó el freno" llegó a ingerir veinte mil calorías diarias.
Conoce bien el problema y cómo abordarlo en estos peculiares pacientes: "El problema del peso es muy difícil para un sacerdote por su atareado estilo de vida. No pueden ir al gimnasio tres horas al día. Sus vidas se basan en ayudar a los demás, pero su identidad no está en su peso. Las causas subyacentes son el cien por cien del problema", explica Henning.
UNA VIDA AGOTADORA
Y lo corrobora uno de sus pacientes, el padre Patrick Kirsch, de 58 años, quien a pesar de perder veinte kilos continúa luchando con su problema. Precisamente por dedicarse a su grey, iba continuamente "de una cosa a otra", atendiendo él solo a tres mil familias, sin poder parar para comer o para cenar: "Así que llegaba a casa agotado... y entonces comía y comía todo lo que tuviese a mano", confiesa.
"La buena noticia es que me encanta lo que hago, no lo veo como una carga, pero no es saludable y realmente lo estoy pasando mal y sé que tengo que ayudarme a mí mismo para poder ayudar a los demás", declara al semanario católico californiano The Tidings. Y sentencia: "El problema no está en lo que comes, sino en lo que te está devorando a ti".
APOYO DIOCESANO
Lorenzo Miranda, vicario de la archidiócesis de Los Ángeles para el clero, es el encargado de poner en relación a Henning con los sacerdotes y religiosos que padecen estos problemas crónicos para que cambien de hábitos alimentarios, intenten hacer algo de ejercicio y controlen el estrés de su intensa vida apostólica, que en ocasiones puede producir, según les explicó monseñor Miranda en una carta, "ansiedad, soledad o depresión" que están detrás de muchos casos de anorexia, bulimia u otras patologías. La reacción ha sido "muy positiva", destaca el prelado.
Para Henning, el Ephesus Renewal Center es su "vocación": "Quería demostrar que lo que funcionó para mí puede también funcionar para los sacerdotes". De esta forma les presta un asesoramiento personal, si es preciso con atención médica o psicológica suplementarias. Actualmente atiende a catorce pacientes provenientes de cuatro diócesis y dos órdenes religiosas. Y parece que quedan contentos: "Es el apoyo que necesitamos", concluye el padre Kirsch, "para darnos cuenta de que también tenemos que preocuparnos de nosotros mismos".
C.L. / ReL
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