"Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
- Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, todavía estaré un poco con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."
Hasta este momento los discípulos habían escuchado la invitación en la Ley de Moisés de amar a Dios con toda su alma, con todo su corazón con toda su mente y con todas sus fuerzas y a amar al prójimo como a sí mismos. Jesús les sorprende diciendo que deben amarse los unos a los otros, como Jesús los ama. Es decir, Jesús, los invita a vivir en comunión entre sí, a compartir, a servirse mutuamente, a perdonar siempre...
Además, para los judíos, los nos judíos no eran el prójimo. En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, Pablo y Bernabé anuncian a la comunidad, que "Dios ha abierto las puertas de la Fe a los paganos". El Amor ha de ser Universal. Eso es lo que vio Juan en la segunda lectura del Apocalipsis: "un cielo nuevo y una tierra nueva."
Ese mundo nuevo en el que reina el Amor, es el Reino. Un Reino que ya ha comenzado, pero que aún no ha llegado a su plenitud. El camino que lleva al Reino, es el Amor.
Posiblemente nos encontramos en una sociedad muy egoísta. Por eso el Amor es lo único que puede cambiarla. Aquellos primeros cristianos que lo tenían todo en común y que eran admirados por los demás, lo entendieron perfectamente. El camino del cristiano de hoy es el Amor. Un Amor alimentado por la Palabra y la oración. Un amor vivido en la entrega total a los demás. Mística y praxis, pero ambas en el Amor.
Joan Josep Tamburini
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