Regresaban de participar en una oración. El Anacoreta comentó:
- Hablamos demasiado en nuestras oraciones. Y de lo que se trata es de escuchar. Debemos ir a la oración con un corazón capaz de escuchar.
Luego añadió:
- Nos quejamos del silencio de Dios y lo que ocurre es, que no lo oímos, porque no sabemos escuchar. No hemos descubierto, que, a veces, el silencio habla más que las palabras. Nuestra actitud al orar debería ser la de "habla Señor, que tu siervo escucha".
Miró al joven seguidor y le preguntó:
- ¿No te has dado cuenta que dos enamorados se dicen más cosas en silencio que hablando?
Luego concluyó:
- Hemos de empezar escuchando la Palabra. Luego, será el silencio el que nos hablará de Dios y hablará a Dios por nosotros...
Joan Josep Tamburini
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