martes, 30 de abril de 2013

SAGRADA BIBLIA


Es esta, la décima glosa que escribo referida directamente al tema de la sagrada Biblia y a sus libros. Y no acabo ni acabaré nunca, teniendo en cuenta que el tema es inagotable. Desde que comencé a escribir las glosas en R en L en mayo del 2009, todas las 750 glosas que llevo escritas, más todos los libros y escritos, en los últimos años, todo esto directa o indirectamente gira alrededor del contenido de la Biblia. Y meditando sobre ello, veo que todo lo que llevo escrito, no son más que unas pocas gotas de agua en relación con lo que puede dar de sí la Biblia. Nadie es capaz de agotar el tema del contenido de la Biblia, porque el tema es Dios, como Dios es inagotable.

La Biblia es un algo muy fundamental para todo aquel que quiera llegar un día al Reino de los cielos, pero desgraciadamente no para todo el mundo, la Biblia es un libro de cabecera, aunque si lo es para aquellos que poco a poco van avanzando en el desarrollo de su vida espiritual. Y cuando se realiza este avance uno va día a día descubriendo algo nuevo. Es como si se tratase de la explotación de una mina de oro, en la que siempre se están encontrando nuevas vetas y filones de oro, que continuamente están enriqueciendo nuestra alma, y a medida que se enrique nuestra alma, encontramos más filones y mucho más ricos en la calidad del oro, que al principio.

Y esto es así y sencillamente funciona así, porque la Biblia es para nosotros, como una mina de oro, y lo nuestro es manejar nuestras herramientas, que en vez de ser un pico y una pala, nuestras herramientas reales, son el amor, la oración, y los sacramentos. Así sin darnos cuenta, vamos prosperando cada día más, porque las herramientas que empleamos, el amor y la oración y los sacramentos, nos van produciendo la adquisición de nuevas gracias divinas. Porque ya se sabe, lo que dice la parábola de los talentos: “Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez, porque al que tiene se le dará y abundara; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitara, y a ese siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes”. (Mt 25,28-30).

El principio que enuncia el Señor, es muy sencillo de entender; a cada gracia que nosotros recibamos y seamos capaces de aprovechar, de inmediato se nos proporcionará siempre otra gracia mayor que la anterior, y al que no las aprovecha, tarde o temprano se quedará sin nada, y lo peor es que se quede recluido en el reino delo odio, de las tinieblas y del fuego eterno.

Si decimos: yo amo a Dios y no lees la Biblia, o estás mintiendo o te estás engañando a ti mismo. El amor genera siempre deseos de conocimiento, de lo que o de la persona que se ama, el que ama siente la necesidad de conocer lo amado. Si amamos a Dios necesitamos conocerle, hasta donde sea posible y ese conocimiento, solo nos lo da la Biblia que es la palabra divina.

Y dicho esto, habrá quien piense, que si Dios no escribió directamente la Biblia, sino que utilizo hombres inspirados por el Espíritu Santo, como instrumentos para escribir, pero ¿quiénes fueron estos? No fue ni uno ni dos, sino varios según las épocas. Así por ejemplo lo fue el profeta Isaías y también el apóstol San Mateo, pero entre el uno y el otro median muchos años. Lo que si podemos decir, es que con los escritos de los apóstoles que son el contenido del N. T. ha quedado cerrado ya para el Señor y también para nosotros lógicamente, el tiempo de las Revelaciones públicas.

La Biblia, es la gran revelación pública de Dios a los hombres y se puede definir como el conjunto de revelaciones de Dios al hombre hasta la culminación de la obra de Redención de género humano, concluida por Cristo, su hijo amado. A partir de la muerte de Cristo en la cruz, ya no habrá nunca más una revelación de divina de carácter público.

Si puede haberlas de carácter privado como de hecho así ha sucedido en los 2000 años que median desde la muerte del Señor en la cruz hasta el día de hoy. El Catecismo de la Iglesia católica en su parágrafo 66, nos dice que: "La economía cristiana, por ser alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (DV 4). Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos”.

San Juan de la Cruz, haciendo alusión a la Epístola a los Hebreos (Heb 1,1-2), nos dice que: ‘Muchas veces y en muchas maneras habló Dios en otros tiempos a nuestros padres por ministerio de los profetas; últimamente y en estos días nos habló por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien también hizo los siglos’. Parece decir aquí el apóstol, que Dios ha quedado como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que antes hablaba fraccionado a los profetas ya lo ha hablado en Él todo, dándonos al Todo que es el Hijo”. No hay pues que esperar más doctrina ni nada más por medio extraordinario. Porque cuando Cristo en la cruz al expirar dijo: Todo se ha cumplido (Jn 19,30), se terminó ese estilo. Así como la ceremonia y los ritos de la Antigua Ley.

Porque como se sabe la sagrada Biblia consta de dos partes, el Antiguo A.T. y el Nuevo N.T. Testamento. El A. T. la Ley antigua, no queda abolida por el nacimiento de la nueva N.T. Es por ello que el Señor nos manifiesta: "No penséis que he venido a abrogar la Ley o los Profetas; no he venido a abrogarla, sino a consumarla. Porque en verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, ni una jota, ni una tilde pasara (desapercibida) de la ley hasta que todo se cumpla, Si, pues, alguno descuidase uno de esos preceptos menores, y enseñare así a los hombres, será tenido por el menor en el reino de los cielos; pero el que practicare y enseñare, este será tenido por grande en el reino de los cielos”. (Mt 5,17-19).

Y el parágrafo 1964 del Catecismo de la Iglesia católica, nos dice que: “La Ley antigua es una preparación para el Evangelio. "La ley es profecía y pedagogía de las realidades venideras" (S. Ireneo, hacer. 4, 15, 1). Profetiza y presagia la obra de liberación del pecado que se realizará con Cristo; suministra al Nuevo Testamento las imágenes, los "tipos", los símbolos para expresar la vida según el Espíritu. La Ley se completa mediante la enseñanza de los libros sapienciales y de los profetas, que la orientan hacia la Nueva Alianza y el Reino de los cielos. Hubo..., bajo el régimen de la antigua alianza, gentes que poseían la caridad y la gracia del Espíritu Santo y aspiraban ante todo a las promesas espirituales y eternas, en lo cual se adherían a la ley nueva. Y al contrario, existen, en la nueva alianza, hombres carnales, alejados todavía de la perfección de la ley nueva: para incitarlos a las obras virtuosas, el temor del castigo y ciertas promesas temporales han sido necesarias, incluso bajo la nueva alianza. En todo caso, aunque la ley antigua prescribía la caridad, no daba el Espíritu Santo, por el cual "la caridad es difundida en nuestros corazones" (Rm 5, S) (S. Tomas de A., s. th. 1 - 2, 107, 1 ad 2).

Con respecto a la relación entre el A.T y el N.T. así como entre el pueblo hebreo y el cristianismo, el franciscano P. Compagnoni establece un curioso parangón y nos dice: “El símbolo del turismo israelí está representado por Josué y Chalet, enviados por Moisés a explorar la tierra prometida, quienes volvieron con un enorme racimo de uvas, provenientes del valle de Eshkol, entre Hebrón y Belén (Núm 13,23). Los padres de la Iglesia han visto siempre en este racimo pendiente de un bastón al Cristo que pende de la cruz. El primer explorador que abre el camino es Israel, y representa al Antiguo Testamento. El segundo es la Iglesia cristiana, y representa al Nuevo Testamento. Los dos caminan en la misma dirección. Israel contempla delante de sí el cielo abierto, pero no ve al segundo explorador que camina detrás de él, ni tampoco ve el racimo (Cristo). El segundo explorador, ve delante de sí a Israel y al cristo Crucificado. Los dos permanecen unidos por una misma esperanza. Entrambos participan de la misma fatiga; la de llevar al siervo de Yahvé, que sufre, al mundo entero”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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