A
mediodía, este Lunes de la Octava de Pascua, o Lunes “del Ángel” el papa
Francisco rezó, con los miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de
San Pedro, la oración mariana del Regina Coeli, que sustituye el Ángelus en
este tiempo pascual. Ofrecemos el texto de las palabras del santo padre.
Queridos
hermanos y hermanas:
¡Buena
Pascua a todos ustedes! Les agradezco que hayan venido también hoy en gran
número, para compartir la alegría de la Pascua, misterio central de nuestra fe.
Que la fuerza de la Resurrección de Cristo llegue a cada persona –especialmente
a quien sufre– y a todas las situaciones más necesitadas de confianza y
esperanza.
Cristo
ha vencido al mal de modo pleno y definitivo, pero nos corresponde a nosotros,
a los hombres de todos los tiempos, acoger esta victoria en nuestra vida y en
las realidades concretas de la historia y de la sociedad.
Por
esto me parece importante subrayar lo que hoy le pedimos a Dios en la liturgia:
“Oh Padre, que haces crecer a tu Iglesia dándole siempre nuevos hijos, concede
a tus fieles que expresen en su vida el sacramento que han recibido en la fe”
(Oración Colecta del Lunes de la Octava de Pascua).
Es
verdad, el bautismo que nos hace hijos de Dios, la Eucaristía que nos une a
Cristo, deben convertirse en vida, es decir, traducirse en actitudes,
comportamientos, gestos y elecciones. La gracia contenida en los sacramentos
pascuales es un potencial de renovación enorme para la existencia personal,
para la vida de las familias, para las relaciones sociales.
Pero
todo pasa a través del corazón humano: si yo me dejo alcanzar por la gracia de
Cristo resucitado, si le permito que me cambie en ese aspecto mío que no es
bueno, que puede hacerme mal a mí y a los demás, yo permito a la victoria de
Cristo que se afirme en mi vida, que extienda su acción benéfica. ¡Éste es el
poder de la gracia! Sin la gracia no podemos hacer nada. Sin la gracia no
podemos nada. Y con la gracia del Bautismo y de la Comunión eucarística puedo
llegar a ser instrumento de la misericordia de Dios. De esa bella misericordia
de Dios.
Expresar
en la vida el sacramento que hemos recibido: he aquí, queridos hermanos y
hermanas, nuestro empeño cotidiano, pero diría también ¡nuestra alegría
cotidiana! ¡La alegría de sentirse instrumentos de la gracia de Cristo, como
sarmientos de la vid que es Él mismo, animados por la linfa de su Espíritu!
Oremos
juntos, en el nombre del Señor muerto y resucitado, y por intercesión de María
Santísima, para que el Misterio pascual actúe profundamente en nosotros y en
nuestro tiempo, para que el odio deje el lugar al amor, la mentira a la verdad,
la venganza al perdón, la tristeza a la alegría”.
Después
del rezo del Regina Coeli el papa saludó a todos los peregrinos, deseó a cada
uno que pasara serenamente este “Lunes del Ángel”, en el que resuena con fuerza
el anuncio gozoso de la Pascua: ¡Cristo ha resucitado! Y concluyó deseando
“¡Buena Pascua a todos! ¡Buena Pascua a todos, y buen almuerzo!”.
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