Leyendo hoy las noticias he encontrado una referencia a un libro-testimonio llamado “El sacerdote antropólogo. Entre los indígenas de la Amazonia” (Ediesse, Roma 2011).
Habla sobre la vida de un misionero de Consolata de 90 años de edad, Silvano Sabatini, que ha vivido durante 40 años en la Amazonía brasileña. Lo que más me ha llamado la atención es un
breve párrafo de la noticia tomada de Vatican Insider.
Al leerlo podemos tener una reacción de rechazo directo y salir del paso echando pestes de lo “mal” que está la Iglesia. Que la Iglesia y este misionero viven contradicciones, es evidente, pero creo interesante analizar y aprender lo que podamos de estas contradicciones. En concreto este es el párrafo:
«No bautizamos a ningún yanomami – declara Sabatini – porque estábamos convencidos de que no tenía sentido bautizar a la persona fuera de la comunidad y que es la cultura la que debe ser evangelizada: el hombre tiene derecho de tener su cultura y debe encontrar en ella la forma para expresarse cristianamente. Bautizar fuera de la comunidad habría significado crear en el bautismo una doble personalidad».
Motivo por el que, cuenta Zaccaria, «Sabatini respondía a aquel monseñor ansioso por saber cuántos yanomami había bautizado: por gracia del Buen Dios, ninguno».
Lo primero que resalta en el texto es la frase: “no tenía sentido bautizar a la persona fuera de la comunidad”.
Supongo que se refería a una comunidad cristiana. Bautizar requiere de una catequesis previa y de un cambio en la persona. Si se ofrece esta catequesis a una persona indígena, es evidente que nos encontraremos con un problema.
Problema similar al de los cristianos dentro de la sociedad judía, romana o griega. Ese persona indígena se convertiría en un elemento de discordia y su nuevo entendimiento vital le llevaría a poner en cuestión la cultura que lo sostiene. El choque de culturas siempre es desagradable y nos lleva a enfrentamientos. ¿Es evangélico este choque de culturas? ¿Es evangélico el enfrentamiento interno de las familias y los pueblos?
"No creáis que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la espada, porque yo he venido a separar al hombre de su padre, y a la hija de su madre, y la nuera de su suegra, y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. (Mt 10, 34-36)
Me temo que Cristo lo tenía claro. ¿Cómo solventar este problema? Silvano se dio cuenta que el problema era la cultura, de hecho indica que “es la cultura la que debe ser evangelizada”.
Pero ¿Es esto realmente una solución? Si Cristo hubiera tomado la postura del misionero hubiera vivido mucho mejor y más tiempo. ¿Por qué no lo hizo? Tendríamos que preguntarnos si entendemos la Cruz como una herramienta de redención o como un obstáculo a la misión de Dios. Después tendríamos que revisar todo el evangelio y tachar las veces que Cristo mandó evangelizar y transformar al ser humano.
¿Podemos transformar una cultura sin transformar a quienes la componen? La cultura no se puede desacoplar de quienes la viven y la comunican. Cambiar la cultura pasa por convertir a sus
receptores.
“El hombre tiene derecho de tener su cultura y debe encontrar en ella la forma para expresarse
cristianamente” ¿Respetó Cristo la cultura romana o judía? ¿El respeto se dirige a la persona o a la cultura? ¿Qué creó a Dios a Su imagen y semejanza, cultura o ser humano? Es evidente que los derechos son del ser humano y la cultura es un accidente que puede y debe ser transformado por el ser humano que nace de nuevo del agua y del Espíritu. ¿Puede una persona, expresarse
cristianamente en una cultura no cristiana? ¿Qué es el cristianismo, un barniz cultural o un elemento de transformación? Fijémonos en las parábolas del Reino y nos daremos cuenta de la importancia de dejarlo todo para acceder al Tesoro, la Perla. La levadura muere para transformar la masa. No es la masa quien tiene que “cambiar” para que no haga falta levadura.
“Bautizar fuera de la comunidad habría significado crear en el bautismo una doble personalidad” ¿Tuvieron doble personalidad los Apóstoles? ¿La conversión crea una doble personalidad? ¿Qué significa conversión? La doble personalidad la poseen quienes aparentan
conversión y realmente no han entrado en ese camino. ¿Se supone que el ser humano no puede llegar a la conversión sino es por la cultura? ¿Qué es la Gracia de Dios?
Esta última pregunta es esencial, ya que implica el problema que ha vivido este misionero. Seguramente, con toda su sinceridad y caridad, ha creído que la cultura es quien convierte al
ser humano. La Gracia se vuelve innecesaria y al desaparecer la Gracia, Dios aparece como algo lejano. Un dios desentendido de nosotros, que le da igual el ser humano, ya que lo que le interesa realmente es transformar la cultura.
¿Es este dios el mismo Dios de Cristo? Me temo que no, ya que hay evidentes diferencias.
“Sabatini respondía a aquel monseñor ansioso por saber cuántos yanomami había bautizado: por gracia del Buen Dios, ninguno” El dios de la cultura se sintió feliz, el Dios creador del ser humano, tuvo que llenar de misericordia su mano para entender los corazones de los seres humanos. Es la Gracia la que transforma al ser humano, es el ser humano transforma su cultura y da lugar a una comunidad cristiana donde desarrollar su vida de Fe.
No seré yo quien condene o juzgue a Silvano Sabatini. Ya Cristo nos previno de ello. Seguro que Dios le tiene en cuenta sus desvelos, dedicación y compromiso. Sólo Dios y el misionero
pueden entrar en ese diálogo.
Sin condenas y juicios personales, podemos sacar como conclusión de esta “anécdota”, lo fácil que resulta quedarse con un trozo del pastel de la misión de Dios, olvidando el resto.
Que fácil es pasar de considerar algo como urgente, a considerarlo lo principal y después lo único importante. Que fácil es sentirnos movidos por una misericordia sesgada que no facilita la transformación de las personas a las que ofrecemos nuestra ayuda.
Seguro que la Gracia de Dios caerá sobre estos yanomami y sobre su misionero. Dios escribe recto con reglones torcidos y a lo mejor este libro da lugar a un cambio de estrategia misionera. Incluso un nativo puede llegar a ser el evangelizador de su propia tribu. ¿Por qué no? La mano de Dios lo puede todo. La Gracia sobreabunda donde el error parece ser señor absoluto. ¿Podemos desconfiar de la Divina Providencia?
Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Mt 18,29)
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