Tenga por seguro que en la adoración el tentador no puede ni acercarse, porque la santidad de Dios se lo impide.
El Señor me dijo: "Yo no te llamé a un proceso fácil, te llamé a una vida de crecimiento y de victoria sobre la carne, sobre el mundo y sobre Satanás. Estos enemigos constantemente tratarán de detener tu avance; sin embargo, te he capacitado para vencerlos, para superar los obstáculos que ellos constantemente ponen en tu camino, no cedas a las peticiones de parar que ellos te lanzan, diciéndote que lo mejor es parar y descansar. No les creas.
Yo tengo para ti nuevas fuerzas, yo tengo para ti refrigerio en medio de la batalla. El fin que te espera es demasiado grande y demasiado glorioso para que te pares ahora. Sigue, sigue adelante porque contigo estoy para fortalecerte, dice el Señor".
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Lc. 22:41-43
"Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo". 1 Jn. 4:4
Cuando tengamos una necesidad en nuestra vida o nos veamos tentados, vayamos a Dios en actitud de adoración.
Cuando necesitamos paz, Él es nuestra paz. Él es nuestra santificación, nuestra justificación y nuestra justicia. Él es Yahve Jireh, el Señor es nuestro Proveedor.
El gozo del Señor es nuestra fortaleza. No sólo nos da gozo; Él es nuestro gozo, nuestra esperanza y es el Camino.
Una de las cosas que noté que me suceden, es que cuando adoro a Dios, hay una liberación.
Algunas veces necesitamos una liberación mental, emocional o espiritual.
Mientras adoramos al Señor, vamos soltando esa carga de emociones y pensamientos que nos afligen, que es absorbida por la inmensidad de Dios. La adoración crea una atmósfera donde Dios puede obrar.
A veces por más que pretendo orar, el Espíritu me guía a alabar, a adorar a mi Padre Celestial.
Mientras adoro me quebranta, me anima, aumenta mi fe, me libera de la angustia, descansa mi alma. Tenga por seguro que allí el tentador no puede ni acercarse, porque la santidad de Dios se lo impide.
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Jn 4:23,24)
Es asombroso ver cuántas veces Satanás nos tiende una trampa, tratando de causarnos daño y destrucción; pero cuando Dios interviene, toma lo que Satanás intentó usar para destruirnos y lo torna de modo que resulte para nuestro bien.
–No tenga miedo. Yo no puedo ponerme en lugar de Dios. Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos; para salvar la vida de mucha gente. Así que no tengan miedo. Yo les daré de comer a ustedes y a sus hijos. Así José los tranquilizó, pues les habló con mucho cariño. (Gen. 50.20) Nadie puede hacer que las cosas resulten de esa manera pero Dios sí. El puede tomar cada situación negativa y mediante Su poder milagroso, usarla para hacernos más fuertes y más peligrosos para el enemigo de lo que hubiéramos sido
sin ella.
"…despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante" He. 12.1
Los discípulos de Cristo, los que le adoran en espíritu y en verdad, enérgicamente afirman: -"He decidido seguir a Cristo aún en medio de la tormenta, sabedor de que no me hundiré si mantengo mi vista fija en él y si comenzare a hundirme , le pediré ayuda. ¡Él al momento me tomará de la
mano!" Es de gran consuelo saber que a pesar de las pruebas y tribulaciones: "…todas las cosas les ayudan a bien a los que a Dios aman, a saber, a los que conforme al propósito son llamados" (Ro 8:28).
A medida que esperamos en Dios, Él enciende el fuego de las aflicciones, las pruebas y tentaciones, a fin de pasar nuestras vidas por el fuego purificador.
Cuando lleguemos al "punto de ebullición", dos cosas suceden como resultado: 1) La escoria (impurezas) del pecado y del yo es purificada.
2) El poder de Dios comienza a obrar en nosotros y a través de nosotros con consecuencias emocionantes y sobrenaturales.
Cuando coloca una olla de cocina llena de agua sobre el fuego, el agua hervirá eventualmente.
Usted no podrá acelerarla para que hierva, ni prevenir que hierva por medio de observar el agua, ni tampoco podrá lograrlo si la menea o la ignora. A pesar de lo que haga, el agua hervirá a su debido tiempo cuando alcance la temperatura apropiada. La ebullición o hervor, es el resultado de la aplicación del calor del agua sobre sí misma.
De la misma manera, cuando pasamos por el fuego de las aflicciones o tribulaciones, suceden cosas en nuestro interior sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Éstas, son producto del calor de Dios cuando es aplicado al agua de la naturaleza humana. Es entonces cuando experimentamos cambios internos.
Nuestros motivos son purificados. Nuestro deseo de pecar es calcinado.
"… el que ha padecido en la carne, cesó de pecado" (1 P 4:1). Sí, esto es cierto:
"… pero los que esperan a Jehová [por Su tiempo ya designado en alabanza y
adoración], tendrán nuevas fuerzas…" (Is 40:30, 31).
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