Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero si no hubiese sido tentado, ¿cómo te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado? Así pues, nada tiene de extraño si, acosado por las tentaciones clama desde los confines de la tierra según este salmo. Pero ¿por qué no fue vencido? El salmo continua: «Me has establecido sobre la roca»…
Acordémonos del Evangelio: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Es la Iglesia la que él ha querido edificar sobre la roca que clama desde los confines de la tierra. Pero, ¿quién ha llegado a ser roca para que la Iglesia se pudiera edificar sobre roca? (San Agustín. Comentario al Salmo 60)
Sobre una roca (Pedro) edificó la Iglesia Nuestro Señor. Pero la roca con toda su firmeza, no es algo bello o perfecto. Pedro negó a Cristo tres veces, demostrando que la naturaleza humana no es capaz de salir vencedora en la tentaciones por si sola. La roca sigue siendo la misma dos mil años después. Una naturaleza que puede darnos disgustos y hasta ejemplos nefastos. Pero sobre la roca la Iglesia, que nos contiene y ofrece la santidad que solo ella puede darnos.
Desde hace unas semanas hemos venido asistiendo a una serie de intrigas vaticanas basadas en documentos filtrados, declaraciones interesadas y sospechas basadas en prejuicios. No es raro ver referencias a estas intrigas en las secciones internacionales de los diarios, comentarios en las tertulias y hasta charlas a la hora del café.
Lo normal en este tinglado informativo es que se identifique Iglesia con la curia vaticana. Curia que ejerce el gobierno del estado vaticano, a veces con más inocencia de la cuenta. La filtración de documentos evidencia que existen intereses que parecen demasiado evidentes: crear polémica y poner a la Iglesia en la diana de disparo de los medios de comunicación. No creo que estas
filtraciones provengan de una lucha de poder interna, ya que el objetivo sería el Papa y no la opinión pública.
Lo cierto es que se dedican muchos espacios de información a hablar de estas trifulcas en la gobernación vaticana y casi no se dice nada de personas que, desde la Iglesia, donan su vida por los demás. En estos momentos me acuerdo especialmente del misionero del Hogar de Nazaret, Pedro Manuel Salado. Fallecido la semana pasada al salvar a siete niños ecuatorianos. Tampoco se dice nada de las religiosas se dejan la vida cuidando a ancianos o enfermos de sida. La callada, abnegada y continua labor de tantos párrocos de pueblo tampoco suscitan noticias. ¿Podemos extrañarnos de que no hable de estas personas? Los maravillosos ejemplos que no interesa promover socialmente, se ocultan mediante el silencio mediático.
La Iglesia rara vez aparece en la prensa, mientras que las intrigas, errores y pecados de quienes estamos dentro, no pasan desapercibidos por los medios.
Pero ¿Qué podemos sacar de todo esto? Hasta de nuestras traiciones saca Díos oportunidades de conversión. Ante todo este espectáculo de documentos acusaciones y declaraciones cruzadas, podemos reflexionar brevemente sobre la Iglesia.
«La Iglesia no es santa por sí misma, sino que de hecho está formada por pecadores, lo sabemos y lo vemos todos», pero ésta «viene santificada de nuevo por el amor purificador de Cristo». 29/6/2005 S. S. Benedicto XVI. Festividad de San Pedro y Pablo.
La Iglesia no es obra de los hombres, aunque estemos contenidos en ella por Gracia de Cristo. Dios nunca abandona ni se aleja de la Iglesia. Pensar en una Iglesia a la deriva, es pensar en Dios de forma casi agnóstica. Este agnosticismo se entremezcla con pelagianismo y arrianismos, en quienes claman por la transformación de la Iglesia en su iglesia personal. Siempre es más fácil echar la culpa a los demás que a nosotros mismos. ¿Queremos una Iglesia mejor? Supliquemos que Cristo nos ayude a convertirnos y a nacer de nuevo.
Mientras, mi humilde consejo al gobierno de la Santa Sede es que cuide mejor los documentos y haga lo posible para que no se propaguen bulos interesados. El P. Federico Lombardi no da abasto para apagar tantos fuegos.
Néstor Mora Núñez
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