lunes, 8 de junio de 2009

¿CUÁNTO VALE NUESTRA FAMILIA?


En su comisaría en Catanduvas, Brasil, Tendrick da Lima tenía ante sí a dos campesinos, Antonio da Luz y Antonio da Rosa, que discutían acaloradamente.

El comisario se rascaba la cabeza porque no podía hacerlos entrar en razón. Se trataba de un negocio de compraventa, o de trueque, pero los tocayos no podían ponerse de acuerdo en el precio.

Los dos hombres querían hacer un intercambio de esposas e hijos. Al parecer, ambos estaban cansados de sus respectivas familias y querían hacer un trueque como si se tratara de ovejas o bueyes. Antonio da Luz exigía que Antonio da Rosa le diera, además de su familia, un acordeón para balancear el precio.

El comisario da Lima tuvo que explicarles a los dos interesados que en Brasil estaba prohibida la compraventa de personas, como también el canje de esposas e hijos, aunque no rindiera utilidad alguna. Los dos campesinos se fueron protestando y diciendo que ya no había libertad en el mundo.

A este relato lo pudiéramos calificar de tragicómico, cómico por lo risible del caso, y trágico porque para muchos hombres su esposa y sus hijos son bienes económicos nada más, cifras de pérdida o de ganancia, mercadería que se puede comprar y vender, o hasta esclavos que trabajan por obligación.

Esto se debe a que muchos individuos desconocen el valor de cada ser humano. Y no se trata sólo de personas iletradas. Lamentablemente abundan hombres ricos y hasta con títulos universitarios, capaces de vender a su esposa o alquilar a una hija si con eso hacen un buen negocio u obtienen una buena ventaja social.

¿Y qué decir de los que no van al extremo de tratar de comprar o vender, o siquiera de cambiar a miembros de su familia, pero sí los maltratan como si no tuvieran valor alguno? ¿Acaso cuando se le golpea física, verbal o emocionalmente a una esposa o a un hijo, no se le está tratando también como un perro callejero o una bestia de carga?

¿Qué pensará acerca de esta actitud Dios nuestro Creador, que nos hizo a cada uno como una creación excepcional? A los ojos de Él, todos los seres humanos tenemos un valor inestimable. Como para que no nos quede duda alguna al respecto, el apóstol Pablo nos asegura que el precio de nuestro rescate «no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo». Es decir, Dios nos considera tan valiosos que envió a su único Hijo Jesucristo al mundo a dar su vida por nosotros. Tanto es así que se ha dicho que si hubiera habido un solo habitante en el mundo de aquel entonces, Cristo habría muerto por esa persona de todos modos.

Ya es hora de que reconozcamos el valor que realmente tenemos. De hacerlo así, le entregaremos a Cristo nuestra vida a fin de que nos cubra con su amor y su protección, y nos recuerde todos los días lo mucho que nos valora.
Por: Carlos Rey

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