miércoles, 11 de febrero de 2009

FLORES DE PLÁSTICO


Un día que nunca voy a olvidar, fue cuando conocimos a la abuela. Yo tenía unos ocho años, y mis hermanos, seis, cuatro y tres.

Nosotros vivíamos en una finca cerca de Santa María de Catamarca, donde mi papá era el casero. Al morir el abuelo, la abuela se había ido a vivir con mi tío José allá en Buenos Aires, y eso fue antes que mi papá se casase y naciésemos nosotros.

En aquel tiempo, las distancias eran mucho más grandes que ahora. Lo más rápido que había entonces para viajar era el tren, y eso si había plata. Lo más común era hacer el viaje en carreta, lo cual implicaba muchos días de viaje. Por eso es que nunca habíamos conocido a la abuela.

Un buen día, papá nos dijo que la abuela iba a venir a la Finca a pasar unos días, porque andaba enferma con no sé qué en los pulmones, y el médico le había recomendado que un cambio de clima le sentaría bien. Lo único que sabíamos de la abuela es que le encantaban las flores, y por eso papá nos recomendó a mí y a mis hermanos que le preparásemos cada uno un ramito para regalarle como bienvenida. Conseguir flores no es nada fácil en Catamarca porque el clima es bastante seco.

Mis hermanos se pasaron la mañana entera, desde tempranito, buscando y rebuscando por todas partes para armarle un ramito de flores a la abuela. Yo, descuidado como siempre, salí a jugar con mis amigos, y me olvidé por completo del asunto. Como la abuela iba a llegar a la hora de la siesta, me empecé a preocupar recién después del almuerzo. Afortunadamente recordé que había visto en la sacristía de la capilla del pueblo, unas flores de plástico, así que para allá fui y sin que nadie me viera saqué unas cuantas. Volví a la casa y ahí armé con ellas un ramo, que quedó bastante bonito.

Cuando nos avisaron que la abuela estaba llegando, todos corrimos a pararnos frente a la puerta de entrada con nuestros ramos. Con aire de superioridad miré con desdén los ramitos miserables de mis tres hermanos: un jazmincito medio deshojado, dos rosas un poco mustias y unos cuantos azares desordenados. En cambio, mi ramo era imponente: varias flores grandes y bien planchaditas, de distintos colores; casi ni se notaba que eran de plástico.

Lo que no nos habían contado, era que la abuela había quedado ciega hace unos años, así que cuando entró, fue tomando uno a uno los diminutos ramitos que mis hermanos le ofrecían y sintiendo su perfume, que era la única belleza que - debido a su ceguera - podía percibir de las flores. No imaginan cuál fue mi vergüenza cuando llegó mi turno y tuve que entregarle mi majestuoso y colorido ramo, que ahora me parecía insignificante al lado de las suaves fragancias de los humildes ramitos de mis hermanos.

La abuela llevó el ramo junto a su nariz y, obviamente no sintió ningún perfume, pero igualmente sonrió como si nada. Cuando al abrazarla me largué a llorar, me besó cariñosamente y me dijo bien despacito al oído sin que nadie escuchase:
§ "Que esto te sirva de lección para el futuro: cuando hagas cualquier obra buena, hazla con mucho amor, porque si no, por más grande que sea lo que hagas, si no lo haces con amor, es como un ramo de flores de plástico, y para Dios lo que vale, es el perfume de tus buenas obras"
Miguel Ángel López Mena
Nota: Cuando falleció mi madre llevamos sus restos para una última bendición donde el p. Roberto. Pusimos unas flores de plástico sobre la urna, y el padre, apenas notó eso dijo energicamente: ¡Boten eso y traingan flores verdaderas! Me encantó ese gesto, porque a pesar de que el alma de mi madre ya no se encontraba en este mundo, el padre hizo respetar hasta el último momento lo que fue Templo del Espíritu Santo. Estos gestos y estás historias nos dan un buen ejemplo de como nos debemos de comportar... o hacemos las cosas bien o no las hacemos.
José Miguel Pajares Clausen

1 comentario:

La isla de los sentimientos dijo...

Muy bueno!!. En la Hoja Parroquial venía este artículo
y buscándolo, lo encontré aquí. Aprovecho la ocasión
para felicitar a Autor de este Blog pues es de
gran provecho todo lo que tiene y lo visitaré más veces.
Saludos cordiales