miércoles, 25 de febrero de 2009

ACEPTACIÓN INCONDICIONAL


Soy madre de 3 niños (de 14, 12 y 3 años) y acabo de terminar mi educación superior. La última asignatura que tuve fue Sociología.
La profesora estaba absolutamente llena de las cualidades que yo considero que todo ser humano debería tener. Su último proyecto se llamó Sonríe. Les pidió a todos los estudiantes que salieran a sonreírles a tres personas y documentaran sus reacciones. Yo soy una persona muy amable por naturaleza y siempre sonrío y saludo a todo el mundo, por lo tanto pensé que sería algo facilísimo.

Nos acababan de asignar ese proyecto, cuando mi esposo, mi hijo menor y yo fuimos a McDonald’s una fría mañana de marzo. Era nuestra forma de compartir tiempo con nuestro hijo. Y estábamos en la fila esperando a ser atendidos, cuando repentinamente todo el mundo a nuestro alrededor comenzó a hacerse a un lado, incluso mi esposo.

Yo no me moví. . . un pánico aterrador se apoderó de mí cuando me volví para ver por qué se habían retirado ellos. Al volverme olí el más horrible hedor de cuerpo humano y allí parados detrás de mí había dos pobres vagabundos. Al mirar al señor más pequeño y cercano a mi, él estaba sonriendo.

Sus preciosos ojos azules como el cielo, estaban llenos de luz de Dios y buscaban aceptación.
El dijo:
- Buen día - mientras contaba unas monedas que había estado apretando en su mano.
El segundo hombre jugaba con sus manos, parado detrás de su amigo. Me di cuenta que el segundo era retrasado mental y el señor de los ojos azules era su salvación. Contuve las lágrimas parada al lado de ellos.

La cajera les preguntó qué deseaban.
El respondió:
-Solamente café señorita - pues era todo lo que podían permitirse.
(Si querían sentarse en el restaurante para calentarse un poco, tenían que consumir algo. El sólo quería calentarse).

En ese momento sentí realmente una compulsión tan grande, que casi abrazo al hombrecito de ojos azules y justo me di cuenta que todos los ojos del restaurante estaban fijos en mi, siguiendo y juzgando cada uno de mis movimientos.

Sonreí y le pedí a la cajera que me diera dos desayunos más en una bandeja aparte. Me dirigí a la mesa más lejana que ellos habían escogido para sentarse. Coloqué la bandeja en la mesa y puse mi mano sobre la mano helada del caballero de los ojos azules.

El me miró y con lágrimas en los ojos dijo:
-Gracias.
Me incliné y acaricié su mano y le dije:
-Yo no he hecho esto por usted. Dios está aquí actuando a través de mí para darle a usted esperanza

Comencé a llorar mientras caminaba a sentarme con mi esposo y mi hijo. Cuando me senté, mi esposo me sonrió y me dijo:
-Por eso Dios te entregó a mí cariño, para darme esperanza

Nos cogimos de las manos y en ese momento supe que, solamente por la Gracia de Dios que nos ha sido dada, nosotros podemos dar. Nosotros no solemos asistir a la iglesia, pero somos muy creyentes. Ese día me fue mostrada la Luz pura del dulce amor de Dios.

Volví a la universidad con esta historia y era el último día de clases. Entregué mi proyecto y la profesora lo leyó. Me miró y preguntó:
-"¿Puedo compartir esto?" - asentí mientras toda la clase le prestaba atención.

Comenzó a leer y fue cuando supe que como seres humanos y siendo parte de Dios, compartimos esta necesidad de sanar a la gente y de ser sanados. A mí manera había emocionado a la gente en Mc Donald’s, a mi esposo, a mi hijo, a la profesora y a cada uno que estuvo en el salón en la última clase que tuve como estudiante.

Me gradué con una de las lecciones más grandes que jamás aprenderé: ACEPTACIÓN INCONDICIONAL.
lojeda

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