lunes, 5 de enero de 2009

LA VERDAD.... ¿ES LA VERDAD?


El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días.

Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.
§ Señor, ¿qué deseas de mí?” - preguntó ante el meditabundo monarca.
§ He oído hablar mucho de ti - dijo el rey - sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio
§ La gente dice, señor - repuso indiferente el ermitaño.
§ A propósito de la gente quiero preguntarte - dijo el monarca - ¿cómo lograr que la gente sea mejor?”
§ Puedo decirte, señor - repuso el ermitaño - que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria
El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:
§ De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces

El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente:
- Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada.

Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
§ “¿Adónde vas?”
§ Voy camino de la horca para que podáis ahorcarme - repuso sereno el eremita.
El capitán aseveró:
§ No lo creo
§ Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame
§ Pero si te ahorcamos por haber mentido - repuso el capitán -, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad
§ Así es - afirmó el ermitaño.

AHORA USTED SABE LO QUE ES LA VERDAD... ¡SU VERDAD!

Nota: Cada uno es dueño de su verdad y se la dice solamente a quien se la merece.
JMPC

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