ORACIÓN I
¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y
Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar
manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu
Hijo Jesús, único redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a
ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este
día todos nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida,
nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo
lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena
fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos
sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los
obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida
cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre
de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocaciones de
sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los
misterios de Dios.
ORACIÓN II
Dios de poder y de misericordia, bendeciste las Américas en el Tepeyac
con la presencia de la Virgen María de Guadalupe. Que su intercesión ayude a
todos, hombres y mujeres, a aceptarse entre sí como hermanos y hermanas.
Por tu justicia, presente en nuestros corazones, reine la paz en el
mundo. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo y el Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN III
Santa María de Guadalupe, Mística Rosa, intercede por la Iglesia,
protege al Soberano Pontífice, oye a todos los que te invocan en sus necesidades.
Así como pudiste aparecer en el Tepeyac y decirnos: "Soy
la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios", alcánzanos de
tu Divino Hijo la conservación de la Fe. Tú eres nuestra dulce esperanza en las
amarguras de esta vida. Danos un amor ardiente y la gracia de la perseverancia
final. Amén.
ORACIÓN IV
Virgen Santísima de Guadalupe, Madre de Dios, Señora y Madre nuestra.
Venos aquí postrados ante tu santa imagen, que nos dejaste estampada en la
tilma de Juan Diego, como prenda de amor, bondad y misericordia. Aún siguen
resonando las palabras que dijiste a Juan con inefable ternura: "Hijo mío queridísimo, Juan a quien amo como a un
pequeñito y delicado," cuando radiante de hermosura te presentaste
ante su vista en el cerro del Tepeyac.
Haz que merezcamos oír en el fondo del alma esas mismas palabras. Sí,
eres nuestra Madre; la Madre de Dios es nuestra Madre, la más tierna, la más
compasiva. Y para ser nuestra Madre y cobijarnos bajo el manto de tu protección
te quedaste en tu imagen de Guadalupe.
Virgen Santísima de Guadalupe, muestra que eres nuestra Madre.
Defiéndenos en las tentaciones, consuélanos en las tristezas, y ayúdanos en
todas nuestras necesidades. En los peligros, en las enfermedades, en las
persecuciones, en las amarguras, en los abandonos, en la hora de nuestra
muerte, míranos con ojos compasivos y no te separes jamás de nosotros.
ORACIÓN V
Virgen de Guadalupe, Madre de América. Tiende tu protección sobre todas
las naciones del Continente y renueva su fidelidad a Cristo y a la Iglesia.
Suscita propósitos de equidad y rectitud en sus gobernantes. Protege a los
hermanos de Juan Diego para que no sufran discriminación. Cuida a los niños.
Guarda la unidad de las familias... Que desde esta tu Imagen manifiestes
siempre tu clemencia, tu compasión y tu amparo. Te lo pedimos por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN VI
Virgen Santísima de Guadalupe, Madre y Reina de nuestra patria. Aquí nos
tienes humildemente postrados ante tu prodigiosa imagen. En Ti ponemos toda
nuestra esperanza. Tú eres nuestra vida y consuelo. Estando bajo tu sombra
protectora, y en tu maternal regazo, nada podremos temer. Ayúdanos en nuestra
peregrinación terrena e intercede por nosotros ante tu Divino Hijo en el
momento de la muerte, para que alcancemos la eterna salvación del alma. Amén.
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