Nos damos regalos, los abrimos, comemos pavo, dulces, etc. No sabemos esperar a la fiesta.
Por: María de Lourdes Rodero Elizondo, o.p. |
Fuente: Catholic.net
El adviento es tiempo de espera para la gran
celebración de la Navidad. El nacimiento de Jesús es el gran acontecimiento
largamente esperado por el Pueblo de Israel que durante tantos años vivió
anhelando el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho de que le
enviaría un Salvador.
Nuestra cultura no está habituada a esperar y nos es difícil comprender que el
Pueblo de Israel haya esperado siglos y siglos para el cumplimiento de esta
promesa. La nuestra es la cultura de la prisa, de lo inmediato, de lo "express". Esperar implica acomodarse al
tiempo de otro y es realmente difícil aceptar los tiempos de “otro” cuando no coinciden con los nuestros,
incluso si son tiempos de Dios.
El Adviento nos invita a esperar el tiempo de Dios; la
venida de Jesús.
El adviento no es aún la fiesta, sino espera, preparación y expectación para la
gran fiesta.
El gozo propio del adviento es de quien ha
recibido una promesa y espera ilusionado su cumplimiento y verificación. Sin
embargo, hoy ya no lo vivimos esperando una promesa. Hemos adelantado la fiesta
y hemos perdido el clima de "espera",
"de promesa", de "don".
Lo anticipamos todo: durante el adviento, nos damos
regalos, los abrimos, comemos pavo, dulces, etc. No sabemos esperar.
Esta anticipación del festejo nos ha "robado"
el tiempo de preparación espiritual propuesto por la Iglesia para una
celebración profunda de la Navidad, que tendría que ser para cada cristiano, un
encuentro “de corazón a corazón” con el
Dios-niño, tan sencillo y pequeño, que se encuentra al alcance de todos.
Actualmente hay muchos festejos “navideños” que
nada tienen que ver con el misterio de la Navidad y muchas veces para el 24 de
diciembre, ya nos encontramos cansados y agobiados; incluso "saturados" de tantos compromisos;
agotados por la prisa y el estrés. La forma en la que solemos vivir el
adviento, en lugar de prepararnos para celebrar la Fe en un clima de paz y gozo
espiritual, muy probablemente nos acelera, dispersa y distrae para lo esencial.
María, la Madre que supo esperar con verdadera esperanza y gran amor, es el
gran personaje del Adviento que nos enseña a vivir este tiempo como camino
hacia el portal de Belén, lugar de encuentro y adoración del Dios-niño.
Tres actitudes muy hermosas de María que nos pueden ayudar a vivir este
adviento son: la espera, la preparación del corazón y la acogida sincera.
1. María espera con gozo, con profunda esperanza, la llegada de Jesús a su vida.
2. María prepara su corazón con vivos sentimientos de ternura para con el Niño Jesús que
viene y de gratitud profunda para con Dios que cumple sus promesas.
3. María cultiva en su corazón una acogida generosa, abriéndolo de par en par para que realmente entre Jesús a su
vida. Ella lo esperaba sinceramente, no lo acoge sólo de palabra, sino que le
ofrece su corazón.
Que María nos enseñe a vivir este adviento en una espera
gozosa; a aprovechar este tiempo para preparar nuestro corazón para que Jesús
realmente encuentre en él un lugar donde quedarse y desde el cual podamos
descubrirlo como verdadero Salvador: como el Dios que viene a iluminar lo que
en nuestra vida está oscuro; a sanar lo que en nuestra vida está enfermo; y a
liberarnos de todo lo que nos impide vivir en el gozo de su Amor.
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