Me perdono por todas las veces que no confié en mi valor propio y dejé mi valorización en manos de otros.
Me
perdono por descuidarme a mí misma y por
haber rechazado cultivar mi salud y mi espiritualidad, a favor de cultivar la
apariencia y el intelecto, características mejor vistas socialmente.
Me
perdono por todas las veces que no
escuché mi voz interior y cedí a las presiones sociales, amargándome, o
llevándome a realizar acciones que realmente no deseaba.
Me
perdono por negar la sabiduría de mi
cuerpo y mi ser mujer. Ocasionándome enfermedades, y una relación literalmente “dolorosa” conmigo misma.
Me
perdono por mi desconocimiento y
desconexión de mi naturaleza cíclica, generando que me auto-considerara “loca” en más de una oportunidad.
Me
perdono por las veces que no supe poner
límites amorosos a situaciones que me estaban haciendo daño y terminé haciendo
y haciéndome más daño.
Me
perdono por las mil veces que me engañé a
mí misma con falsas ilusiones.
Me
perdono por toda la energía que perdí
tratando de adaptarme a convenciones sociales que iban en contra de mi
naturaleza.
Me
perdono por toda la rabia, envidia, odio
y violencia que me causé, por no saber ver que los demás son solamente mi
reflejo, y no poder apreciar su propia vulnerabilidad, así como la esencia
divina en su interior.
Me
perdono por haber sentido celos de otras
mujeres, siguiendo el mandato patriarcal de competencia y desconfianza.
Me
perdono por haber depositado mi
felicidad, tristeza y proyecciones en manos ajenas. Hoy elijo perdonarme una y
mil veces, y a través de este acto pido perdón.
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