El Padre Kevin Lixey, responsable de la oficina.
Por: Kevin Lixey | Fuente: Ecclesia, XX, n. 3, 2006
- pp. 389-397
EL DEPORTE Y EL MAGISTERIO
DE LA IGLESIA
La copa mundial de fútbol o las finales, nos recuerda y pone en evidencia
una vez más la grande relevancia que el deporte tiene, para bien o para mal, en
la sociedad actual. Mientras en un país un periódico trata del último escándalo de fútbol, el periódico de otro país habla de cómo
se está usando la religión para atraer más gente a los estadios. En todo caso,
sea en el ámbito juvenil, sea en el profesional, el deporte es un fenómeno
dominante en nuestra sociedad.
Cuando no hay un juego “en vivo” estarán los
comentarios que llenan la radio, la televisión y los periódicos. Se dice que en
Italia “el fútbol hablado” es más seguido
que el mismo fútbol profesional. Se habla tanto de lo que dice el jugador tal,
o el entrenador “x”, o “fulano de tal” sobre el último partido…pero rara
vez escuchamos qué han dicho los Papas sobre el tema. De hecho ¿Qué dice la Iglesia sobre el
deporte? Pablo VI se interrogó en
1966: “¿Existe verdaderamente un dialogo entre
Iglesia y deporte? ¿Qué tiene que ver la religión con esto? ¿No es el deporte
por definición, extraño a la religión? La palabra ‘juego’, en cierto modo, ¿no
da la idea de trivialidad, de superficialidad, de desafío a quien trabaja
seriamente en la gran obra de conducir las almas a Dios, santifícalas y
salvarlas?"1
Al responder a estas preguntas, el mismo Pablo VI, al contrario de esta
“presunta sospecha”, afirma que: “Nosotros sentimos
una gran estima por la actividad deportiva, por la diversidad de aspectos
humanos que ella manifiesta, promueve, pone en juego, premia y corona."2
Por más de cien años, la Iglesia, a través de los pontificados, ha hablado al
mundo deportivo, y a los deportistas. Mejor dicho, ha dirigido su palabra hacia
el hombre, que practica el deporte. Las grandes ocasiones como los Olimpiadas,
el mundial de fútbol, la inauguración de un nuevo estadio, o una audiencia a un
equipo de deportistas con el Papa... han sido las ocasiones propicias, en las
que el Vicario de Cristo ha podido dirigir su palabra a los deportistas: son más de 200 los discursos pronunciados por los papas del último siglo.
Los primeros cinco discursos vienen de San Pío X, el primer Papa en recibir en
el patio de San Dámaso un grupo internacional de deportistas católicos en 1905.
El Pió XI, que fue montañero en su juventud, e incluso pasó toda una noche a
pie a unos 4600 metros de altura en un sendero del Monte Rosa esperando que
mejorase las condiciones climáticas,3 pronunció unos 5 discursos sobre el
deporte y las lecciones que enseña la montaña. Al Papa Pío XII, llamado “el amigo de los deportistas” –el primero en
instalar un gimnasio en el Vaticano– podemos atribuir unos 20 discursos.
Encontramos 9 discursos en Juan XXIII. Sea en ocasión de las atletas de visita,
sea en ocasión de los grande eventos, Pablo VI dirigió 35 discursos. Por fin,
como uno puede imaginar, el servo de Dios, Juan Pablo II, llamado el “Papa deportista”, tuvo 120 discursos a los
deportistas que suman más de la mitad de todos los discursos tenidos por los
papas4
Entrando un poco en esta rica historia, compuesta por más de un siglo de
discursos deportivos de los papas, quisiera delinear algunos de los rasgos que
caracterizan el pensamiento de la Iglesia, que mira no solamente al deporte,
pero al hombre mismo que ejerce actividades deportivas. Con esto, no pretendo
dar una visión completa y exhaustiva, quisiera más bien, que esto sirva como
aperitivo, que incite un vivo interés por este tesoro de enseñanzas,
–infelizmente poco conocidas– sobre el deporte. Empiezo con el deporte en sí
mismo, como actividad educativa y recreativa, para luego llegar al fenómeno más
reciente del deporte como espectáculo y fenómeno social.
“Ahora bien, ¿Cuál es, en primera lugar, el oficio
y el objetivo del ‘deporte’, sana, y cristianamente entendido, si no
precisamente cultivar la dignidad y la armonía del cuerpo humano, desarrollar
la salud, el vigor, la agilidad y la gracia del mismo?"5 Estas
palabras del Pío XII introducen el fin básico del deporte. Seguramente, es un
fin bastante conocido y realizado por tantas personas deportivas. Pero, a pesar
de ser tan básico, es a la vez fácilmente descuidado en el mundo del deporte de
hoy. Baste citar él título del libro del
Barrie Houlihan, “Dying to win” (Morir para
vencer) para ver cómo una distorsión del deporte, por ejemplo, la del doping,
niega fundamentalmente este fin de educar y fortalecer el cuerpo hasta el punto
de que algo saludable se convierte en algo dañoso y incluso mortal.
También en un mundo donde crece la obesidad y las enfermedades físicas –ambas a
veces condicionadas por una vida llena de stress– hay mucho que recuperar en el
mismo deporte y en la sana recreación física para que estas actividades
saludables vuelvan a ser practicadas y disfrutadas en bien del cuerpo.
Pero, más allá de la salud física, ¿hay algo más
que podemos encontrar en el deporte? En su discurso a un congreso
italiano sobre la educación física, Pío XII delinea cuatro fines que tiene el
deporte, que son: 1) un fin próximo, el de
educar, desarrollar, y fortalecer el cuerpo; 2) un
fin remoto, porque el deporte sirve para predisponer el cuerpo al servicio del
alma y de la persona; 3) un fin más profundo todavía– el de contribuir a la perfección del
hombre; y 4) un fin último, el de acercar el hombre a Dios.6
En cuanto al segundo fin, el deporte al servicio de la persona, cuerpo y alma,
el mismo Papa Pío XII observa: “El deporte,
adecuadamente dirigido, desarrolla el carácter, hace del hombre una persona
valerosa, que pierde con generosidad y vence sin presunción; ello afina los
sentidos, clarifica e ilumina la mente, y forja una voluntad de hierro para
perseverar. No es solamente desarrollo físico. El deporte correctamente
entendido tiene en cuenta al hombre entero.7
Siguiendo el mismo fin, Juan XXIII observa cómo “también
en el deporte, pueden encontrar desarrollo las verdaderas y fuertes virtudes
cristianas, que la gracia de Dios hace, luego, estables y fructuosas: en el
espíritu de disciplina se aprenden y se practican la obediencia, la humildad,
la renuncia: en las relaciones de equipos y de competencias, la caridad, el
amor de fraternidad, el respeto reciproco, la magnanimidad, a veces también el
perdón; en las firmes leyes del rendimiento físico, la castidad, la modestia,
la templanza, la prudencia.8
Sin duda, este es un campo grandísimo donde la Iglesia, puede y debe a través
de sus escuelas, parroquias, y asociaciones deportivas, cosechar buenos frutos.
¡Cuánto tiempo pasan los jóvenes cada semana con un entrenador deportivo,
comparado con las pocas horas que pasan los jóvenes en una lección de
catequesis! Hay mucha oportunidad aquí para aprovechar la potencialidad “formativa” de estas actividades deportivas.
Más allá de las virtudes humanas, viene a
la luz este fin de perfeccionar al hombre a través del deporte. Juan XXIII veía
la posibilidad de que el deporte pudiera conducir el hombre hasta las
perfecciones interiores, cuando notaba: “Estas
competencias deportivas y los motivos que congregan e inspiran estas grandes
masas de jóvenes proclaman a la faz del mundo, no solamente el honor rendido a
los valores físicos y a la armonía de los miembros del cuerpo, sino también el
servicio que estos valores físicos pueden y deben rendir a las más altas
aspiraciones del hombre hacia la perfección y la belleza interior, hacia la
emulación recíproca, serena y alegre, hacia la fraternidad universal.”9
Aquí se abre, además del nivel individual y personal, un nivel comunitario, es
decir el aspecto social del deporte. De hecho, Juan XXIII ha notado y valorado “La extensión alcanzada por el deporte y la prensa
deportiva ocupa un puesto de primer plano y constituye uno de los fenómenos más
vivos e interesantes de la cultura contemporánea.10
En este contexto de la cultura, los padres del Concilio Vaticano II debatieron
también sobre el deporte. Notando la capacidad del deporte sea a nivel
individual que comunitario, en el número
61 de Guadium et Spes se dice: “Pues con la
disminución ya generalizada del tiempo de trabajo aumentan para muchos hombres
las posibilidades. Empléense los descansos oportunamente para distracción del
ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo, …con ejercicios y
manifestaciones deportivas, que ayudan a conservar el equilibrio espiritual,
incluso en la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre los hombres
de todas las clases, naciones y razas.11
Después del concilio, este segundo aspecto de “establecer
relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas” ha
sido ampliamente desarrollado. Con su lenguaje universal, el deporte tiene la
capacidad de aglomerar personas de diverso países, culturas, razas y lenguas.
Pablo VI, por ejemplo, en un saludo a los atletas de la XIX Olimpiada, notaba: “Procedéis de tantos países, representáis ambientes y
culturas, pero os une un idéntico ideal: vincular a todos los hombres con la
amistad, la comprensión y la reciproca estima. Esto prueba que vuestra meta
final es algo más elevada: la paz universal. Vuestra tarea es contribuir a que
los campos de batalla se transformen en palestras y que al odio suceda el amor.12
Además de este bien de promover la comunión entre la humanidad, ¿cómo es posible que el deporte realiza el último fin
mencionado por Pío XII, el de acercar el hombre a Dios? Con los papas
Pablo VI y Juan Pablo II sobre todo, podemos constatar un incremento en las audiencias
de los atletas con el Pontífice. En un discurso a las ciclistas del “Giro d’Italia”, Pablo VI respondía a la pregunta:
¿por
qué los deportistas quieren ver el Papa? Tocando el motivo más profundo, decía: “Porque el deporte es símbolo de una realidad espiritual
aunque escondida, que constituye la trama de nuestra vida.”13Luego
continuaba: “La vida es un esfuerzo, la vida es una
competencia, la vida es un riesgo, la vida es una carrera; la vida es una
esperanza hacia la meta final, una meta que trasciende la escena de la
experiencia común, y que el alma entrevé y la religión nos presenta.”14
¡Qué hermosas y verdaderas son estas palabras del
Papa! La vida realmente es un esfuerzo. Y el deporte nos ayuda a vivir
mejor esto esfuerzo. Muchos papas han subrayado el aspecto ascético del
deporte, a la luz de las palabras del San Pablo. Muchas veces, hacían
referencia a la carta a Timoteo: “He competido en
la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe.
Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia” (2 Tim 4,7-8). Pero
el texto por excelencia es 1 Cor 9, 24-27. Refriéndose a este pasaje del
Apóstol, Pablo VI decía: “El deportista ofrece a
San Pablo un argumento, que del campo físico pasa al espiritual, y que por lo
tanto puede refluir desde el campo práctico de la vida vivida: ‘Todos los
atletas se imponen una rigorosa abstinencia…’(1Cor9,24-27). Las cosas
fuertes, las cosas grandes, las cosas bellas, las cosas perfectas son
difíciles, y exigen una renuncia, un esfuerzo, un compromiso, una paciencia, un
sacrifico.15
También, el Papa de los deportistas, Juan Pablo II, ha afirmado en tantas
ocasiones que la práctica del deporte en
su sentido más noble y auténtico trae siempre a la memoria el ideal de virtudes
humanas y cristianas que, no solamente contribuyen a la formación física y
psíquica, sino que también inician y estimulan a la fuerza y a la grandeza
espiritual.
Pero, en el Jubileo Internacional de Deporte, durante el Año de la Redención
1984, Juan Pablo II ha visto todavía algo más en este celebre pasaje del San
Pablo a los Corintios (1Cor 9,24.27): “El Apóstol
de las gentes, ha reconocido, por tanto, la fundamental validez del deporte,
considerándolo no solamente como término de comparación para ilustrar un
superior ideal ético y ascético, sino también en su intrínseca realidad de
coadyuvante para la formación del hombre y de componente de su cultura y de su
civilización."16
Siguiendo el ejemplo del Apóstol, Juan Pablo II no dudaba en incluir el deporte
entre el conjunto de los valores humanos, pues representa un beneficio para la
promoción y formación humana. Y comentando el mismo pasaje de San Pablo, añade:
“Encontramos en estas palabras los elementos para
delinear no solo un antropología sino una ética del deporte y también una
teología, que haga resaltar todo su valor.”17
El deporte, cuando es visto y practicado en una manera no banal, es decir,
cuando es practicado a la luz de estos cuatro fines numerados por Pío XII,
entonces brilla su validez fundamental y todo su valor. Por eso, la perspectiva
cristiana del deporte no se limita a enumerar algunos principios éticos que
deben ser aplicados al deporte come si fueran algo extraño al deporte mismo.
Tampoco basta introducir algún acto religioso en la práctica deportiva casi
como algo forzado e incompatible con el mismo. No, la perspectiva cristiana es
mucho más amplia y connatural con la esencia de las actividades deportivas y
busca resaltar y vivir la verdad cristiana sobre lo que es el hombre y la
sociedad.
“Aunque el deporte tiene este valor en sí mismo,
estos valores –como Juan Pablo II señaló a los presidentes de la UEFA– non son
garantizados...ellos deben ser purificados y renovados continuamente.”18.
Por eso, durante el Jubileo del Deporte del año 2000,
Juan Pablo II pidió hacer un “examen de conciencia”
sobre el deporte, para que éste pudiera “responder
a las exigencias de nuestro tiempo” y “superar
cualquier desviación que pudiera producirse en él.”19
Dentro del horizonte de los cuatro fines de deporte, nace una programa pastoral
para el mundo del deporte. Se trata a la vez de recuperar, salvaguardar, y
poner en evidencia estos cuatro fines en manera tal que “el deporte esté siempre al servicio del hombre, y no el hombre al
servicio del deporte.”20
En cuanto al aspecto educativo del deporte, sobre todo con los jóvenes, Juan
Pablo II advirtió que la Iglesia “tiene que estar
en primera fila para elaborar una pastoral adecuada a las cuestiones de los
deportistas y promover un deporte con el que favorezca una vida llena de
esperanza.”?”21
También el Papa Benedicto XVI ve la importancia del deporte, “disciplina que, si se practica respetando las reglas, se
convierte en instrumento educativo y vehículo de importantes valores humanos y
espirituales.”22 Y sobre todo, ve la necesidad de que esta actividad sea
siempre iluminada por la luz de Cristo. Con ocasión de las Olimpiadas
invernales en Turín, El Papa afirmó que la luz de la antorcha olímpica, para
los cristianos, “remite al Verbo encarnado, luz del
mundo que ilumina al hombre en todas sus dimensiones, incluida la deportiva.”23
El Santo Padre continuó diciendo: “No hay nada
humano, excepto el pecado, que el Hijo de Dios, al encarnarse, no haya
valorizado […] Entre las diferentes actividades humanas, está la deportiva, que
también debe ser iluminada por Dios, mediante Cristo, para que los valores que
expresa se purifiquen y eleven, tanto en el ámbito individual como colectivo.”24
El deporte es una grande frontera, un campo, que espera la luz de Cristo, la
nueva evangelización. Precisamente, en el intento de hacer sentir la
preocupación de la Santa Sede hacia el deporte, el Siervo de Dios Juan Pablo II
instituyó en el año 2004, dentro del Consejo Pontificio para los Laicos, una
nueva Sección bajo el nombre de “Iglesia y
deporte”. Entre los objetivos, la nueva sección busca ser en la Iglesia
punto de referencia para el deporte, favorecer una cultura del deporte come
medio de crecimiento integral de la persona, y sensibilizar a las Iglesias
locales sobre la importancia del trabajo pastoral en los ambientes deportivos.
Antes de concluir, quisiera llamar la atención acerca de un último punto, que también es uno de los objetivos de la Sección “Iglesia y deporte” y que mira hacia la pastoral
de los deportistas. Con el Mundial de Fútbol, hemos visto la grande atención
que reciben los jugadores profesionales de fútbol de parte de los medias de
comunicación. Es importante notar la insistencia con la cual Juan Pablo II ha
llamada la atención a los jugadores profesionales sobre la responsabilidad que
ellos tienen, sobre todo, hacia los jóvenes. Con la ocasión del Mundial en
Italia en 1990, el Papa dijo estas palabras a los futbolistas: “A vosotros, (atletas) miran los deportistas de todo el
mundo. ¡Sed conscientes de vuestra responsabilidad! No sólo el campeón en el
estadio; también el hombre con toda su persona ha de convertirse en un modelo
para millones de jóvenes que tienen necesidad de “líderes” y no de “ídolos”.
Tienen necesidad de hombres que sepan comunicarles el gusto de lo arduo, el
sentido de la disciplina, el valor de la honradez y la alegría del altruismo.
Vuestro testimonio, coherente y generoso, puede impulsarlos a afrontar los
problemas de la vida con igual empeño y entusiasmo.”25
Los deportistas tienen necesidad de un guía, de modelos para su vida, para que
ellos puedan ser modelos para los jóvenes. En su homilía del Jubileo del
deporte, Juan Pablo II puso a Nuestro Señor Jesucristo como este modelo. Como
dice el Papa: “Él es el verdadero atleta de Dios,
Cristo es el hombre ‘más fuerte’(Cf. Mc 1:7), que por nosotros afrontó y venció
al ‘adversario’, Satanás, con la fuerza del Espíritu Santo, inaugurando el
reino deDios.”26
Después de este breve recorrido por el último siglo de los papas, tenemos una
respuesta al menos a la pregunta: “¿Qué dice los
papas sobre el deporte?” Podemos también constatar que efectivamente la
Iglesia tiene interés en el deporte y ha
dirigido en el último siglo más de una
palabra hacia el mundo deportivo. La Iglesia como maestra en humanidad, muestra su solicitud para con todos los aspectos de la vida del hombre, incluyendo el
deporte. Pero esto no basta.
Sin duda, vemos el espacio cada vez más amplio que ocupa el deporte en la vida
de nuestra sociedad. Al mismo tiempo, vemos tantas jóvenes que se alejan más y
más de Cristo. Podemos ver también que la práctica de las diversas disciplinas, sobre todo a niveles
profesionales, tiende a alejarse cada vez más de los ideales originales del
deporte. Considerando todo esto y las enseñanzas del Magisterio, es urgente la
necesidad en la Iglesia – es decir, en cada uno de nosotros en la medida de lo
posible– de bajar al campo y entrar en este “areópago”
de la nueva evangelización que nos espera.
Tenemos que comenzar con el trabajo arduo pero esencial de devolver los valores
fundamentales al deporte. Quizás en la historia de la humanidad jamás como hoy
ha tenido el deporte tanta importancia. ¿Cómo vamos
a aprovechar esta ocasión? La Iglesia, ya desde hace tiempo, está
formando un equipo. Hay un entrenador excepcional –Jesucristo, hay un
estrategia magnifico– el evangelio, y hay tantas almas que nos esperan... pero
hace falta jugadores.... “La mies de este campo es
abundante, pero los obreros son pocos...” ¿Está usted dispuesto a ser uno de
los jugadores?
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Notas
sociale, “Insegnamenti” IV (1966), 204.
2 Ibíd., 205.
3 Cfr. PIUS XII, Il contributo della cultura fisica per la elevazione della
Gioventù,
“Discorsi e Radiomessaggi” VII (1945), 57-58.
4 Cfr. C. MAZZA, “Lo sport alle luce del magistero della Chiesa” en Il Mondo
dello
sport oggi: campo d’impegno cristiano, Editrice Vaticana 2006, 48-62. Otros
libros
que recogen los textos de los padas son: G.B. Gandolfo-L. Vassallo, Lo sport
nei documenti pontifici, Brescia, ed. La Scuola, 1994; R. Feeney, The Catholic
Ideal: Exercise and Sports, Aquinas Press, 2005; y L. A. DUQUE-SALAS, El valor
humano y cristiano del Deporte según el Magisterio Pontificio, Thesis ad
Doctoratum,
Pontificium Athenaeum Sanctae Crucis, Roma 1997.
5 PIO XII, Il contributo della cultura fisica per la elevazione della gioventù,
“Discorsi
e Radiomessaggi” VII (1945), 57.
6 Cfr. PIO XII, Sport dinanzi alla coscienza, alla religione e alla morale,
“Discorsi
e Radiomessaggi” XIV(1952), 381-390.
7 PIO XII, Sport at the
service of the Spirit, “Discorsi e Radiomessagi” VII (1945),
129
8 JUAN XXIII, Rallegramenti per il Centro Sportivo Italiano, “Discorsi,
Messaggi,
Colloqui” I (1959), 280.
9 JUAN XXIII, Al comitato Internazionale Olimpico, “Discorsi,
Messaggi, Colloqui”
II (1960), 462.
10 JUAN XXIII, Congresso della Stampa Sportiva, “Discorsi, Messaggi, Colloqui”
II
(1960), 276.
11 CONCILIO ECUMENICO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, n.
61.
12 PABLO VI, Discorso ai partecipanti ai XIX Olimpiade, 12-X-68, “Insegnamenti”
VI (1968), 520.
13 PABLO VI, Discorso ai ciclisti del Giro d’Italia, “Insegnamenti” II (1964),
894.
14 Ibid.
15 PABLO VI, Unicità e splendore del Nostro umanesimo, “Insegnamenti” VI
(1968), 783-784.
16 JUAN PABLO II, Giubileo dello sport, (IGP 2 VII,1 (1984), 1008).
17 Ibid. 1009.
18 JUAN PABLO II, Audiencia a los presidentes de la U.E.F.A., 20 Junio, 1980,
Insegnamenti
di G. P. II, 1980, Vol. III, 1, p. 1786.
19 JUAN PABLO II, Homilia durante la misa del Jubileo de los deportistas,
Osservatore
Romano, 3 nov 2000, p. 5.
20 Cfr. JUAN PABLO II, Jubileo del deporte, …1984.
21 GIOVANNI PAOLO II, Discorso al Convegno sullo Sport dalla CEI, “Insegnamenti
di G.P. II” XII, 2 (1989), p. 1346.
22 BENEDICTO XVI, Saludo a una delegación del Comité ejecutivo de la UEFA,
“L’Osservatore Romano”, ed it. 22 sett 2005, p. 4.
23 BENEDETTO XVI, Messaggio
in occasione della XX edizione dei Giochi Olimpici
Invernali, “L’Osservatore Romano”, ed. it. 22 gennaio 2006, p. 5.
24 Ibid.
25 JUAN PABLO II, Discurso durante la bendición del estadio Olímpico en Roma,
L’Osservatore Romano, Esp. 10 de junio 1990, p. 4.
26 JUAN PABLO II, Homilía durante la misa del Jubileo de los deportistas, L’
Osservatore
Romano, 3 nov 2000, p. 7.
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El sitio del artículo en:
http://www.upra.org/archivio_pdf/ec63-lixey.pdf
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