La amistad representa en sí uno de los aspectos más nobles de la vida humana y uno de sus goces más puros y elevados; rodea al hombre de una atmósfera de afecto y contribuye en todas las facetas de su personalidad.
Todos
debemos aprender a hacer amigos. Algunos por su carácter apático o melancólico
les puede costar más, pero es importante que todos desarrollemos esa
capacidad.. Es fácil conocer a mucha gente, pero hay una diferencia clara entre
conocidos y amigos. Son amigos los que comparten su intimidad. “El hombre aparece sin secretos ante el amigo y la
función esencial de aquél es ayudarle a corregirse y superarse en todos los
aspectos.” 1 Un amigo me da su apoyo y
me aconseja. Un conocido me respeta y tal vez me alienta, pero no va más allá.
En la
sociedad moderna los amigos pasan mucho tiempo en contacto. Ya sea física o
virtualmente: colegio, trabajo, salidas o móvil, messenger y sms son formas de
estar cerca en cualquier momento. En esta época histórica, las amistades pueden
tomar una importancia más decisiva, su influencia es más fuerte que en el
pasado, cuando la comunicación era más difícil. La facilidad de consultar,
preguntar opiniones o buscar consejos es más sencillo y corriente. Y por la
oportunidad, un consejo de un amigo puede influir más que el que se recibe de
un padre o de un educador. Por lo cual es de definitiva importancia saber
escoger los amigos.
LAS MALAS AMISTADES
Un autor
muy leído del siglo XIX decía que debemos huir de dos cosas: de “los demonios que no espantan y las cadenas que no
suenan. Los demonios que no espantan, son los malos amigos o compañeros: lo que
el diablo no puede hacer por si, lo hace por ellos. Las cadenas que no suenan,
son las ocasiones y peligros: antes de caer en lo grave, ni sentirlo, suele
caer y quedar presa de ellas.” 2
Tal vez
hoy hablar de los malos amigos como de demonios nos puede sonar salido de tono
o incluso muy exagerado. Pero se ve que los autores espirituales son muy
sensibles al respecto de las malas amistades. Santa Teresa también nos alerta
frente a este peligro, de hecho llega a decir que las malas amistades fueron el
motivo de su tibieza espiritual que –ya de monja– duró muchos años; será
necesaria una intervención divina para darse cuenta: “estando con una persona, bien al principio del conocerla, quiso el
Señor darme a entender que no me convenían aquellas amistades, y avisarme y
darme luz en tan gran ceguedad:
representóseme Cristo delante con mucho rigor, dándome a entender lo que de
aquello le pesaba.” 3
Se dice
que el ocio es la puerta de todos los males. Y que nadie está en mayor peligro
que el que no teme el peligro. Pero una mala amistad es la peor aleación de
estos componentes. Nos lo define con más claridad el libro del Sirácide: “El que toca el alquitrán se ensucia los dedos, el que se
junta con un hombre soberbio se volverá como él”. 4 Creo que
cualquiera puede encontrar sin dificultad si tiene alguna “mala amistad”, es algo frente al que un verdadero
amigo nos alerta y que en la conciencia suena desde lejos.
LAS BUENAS AMISTADES
Dice el
mismo libro Sapiencial “El amigo fiel es seguro
refugio, el que le encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene
precio, no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida.” 5 Las personas que gozan
de buenas amistades suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y hacen
rendir mejor su talento natural.
Parte de
la tranquilidad y la seguridad que toda persona necesita para desarrollarse
está en los amigos, que con su alegría y ejemplo nos ayudan a ser mejores. Y
también nos ayudan a ser mejores cuando recurren a nosotros para que les demos
alegría y ejemplo. Porque la amistad debe ser recíproca. Dice San Josemaría “No puedes ser un elemento pasivo tan sólo. Tienes que
convertirte en verdadero amigo de tus amigos: “ayudarles”. Primero, con el
ejemplo de tu conducta. Y luego, con tu consejo y con el ascendiente que da la
intimidad.” 6
Ahora
viene el auto examen: ¿qué tipo de amigo soy? ¿Podemos ser a veces una “mala amistad”?, no porque influyamos
negativamente, sino porque tampoco lo hacemos en sentido positivo. Sí, debemos
esforzarnos por ser estímulo, ayuda, pero un verdadero amigo debe preocuparse
sobre todo de las cosas más importantes, de las que dan la alegría y la paz. Es
propio del amigo compartir las alegrías, lo dice mejor el Papa: “Quien ha descubierto a Cristo no puede por menos de
llevar a los demás hacia él, dado que una gran alegría no se puede guardar para
uno mismo, sino que es necesario comunicarla. Esta es la tarea a la que os
llama el Señor; este es el “apostolado de amistad”. Todo cristiano está
invitado a ser amigo de Dios y, con su gracia, a atraer hacia él a sus amigos.”
7
Cristo
nos ha dicho que “nadie tiene mayor amor que el
que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les
mando… A ustedes les he llamado amigos”.
8 Cristo es el modelo del amigo perfecto,
es El Amigo. La suya es una amistad profunda, sincera, leal, radical, y que
sobretodo trae la verdadera alegría.
Un
cristiano debe invitar y ayudar a sus amigos para que sean amigos de Cristo. Si
el amigo rehúsa la invitación, la amistad permanece porque se le quiere por sí
mismo, pero si acepta la invitación, entonces la amistad se fortalece porque
ambos son amigos del Amigo.
1 Gran Enciclopedia Rialp, voz Amistad.
2 Vida
Interior de XX, pag 27
3 Santa teresa. Libro de la Vida. Cap. 7. Num 6
4 Sir 13,1
5 Sir 6,14-16
6 SURCO, San Josemaría Escrivá, no. 731
7 Discurso
BENEDICTO XVI, 10 de abril de 2006
8 Jn 15, 13-15
www.valoralamor.com
Daniel
Vallmer
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